XXVII. Resiliencia

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No puedo dejar de darle vueltas al sueño. ¿Y si Ava está intentando comunicarse conmigo? No pude reconocer el lugar en el que se encuentra, era una habitación hecha de metal, sin ventanas. Había sangre por todas partes, sangre que ella ha derramado... Ilya y Edric estarán en su misma situación. No puedo perder más tiempo, me necesitan más que nunca.

Comienzo a distinguir el tenue aroma a café a medida que nos acercamos a una de las puertas, que los más mayores ya han atravesado. Elsie camina desganada frente a mí, está realmente dolida por la decisión que ha tomado Skylar. Juguetea con su larga coleta rubia, mientras camina mirando al suelo.
Sin previo aviso, rodeo sus hombros con mi brazo, y la acerco a mí, a la vez que sostengo a uno de los pequeños con un sólo brazo.

―Seguro que volverá, es un cabezón, pero estoy convencida de que no se ha ido para siempre.

Ella sorbe por la nariz, sin levantar la mirada.

―No me molesta que se haya ido, me molesta que no le importe irse sin despedirse de nosotros ―Hace una pausa, con el ceño fruncido ―. Siempre que pienso que le importo a alguien, desaparece sin más. Es como un hermano mayor para mí, desde que lo conocí ha cuidado de mí todos los días... Pero comienzo a entender que los lazos y el tiempo no significan nada para algunas personas.

Es la primera vez que escucho a Elsie hablar de esa forma, la decepción que siente debe ser profunda.

―Yo creo que le importáis mucho, si ha tomado esa decisión es porque piensa que es lo mejor.

Elsie suspira. ―Espero que tengas razón...

La aprieto contra mí, y ella me rodea con sus brazos, aproximándonos a la sala donde está Zariah. El olor a café es cada vez más intenso, recordándome que he perdido la cuenta de los días que llevo sin comer ni beber. Mi cuerpo es más frágil ahora; mis pies siguen doliendo, están llenos de cortes profundos.

La luz del sol ilumina la sala de paredes blancas y suelos de madera. Hay varios sofás de diferentes estampados florales, Zariah está sentada en uno de ellos, con una taza de café reposando en la pequeña mesita que tiene a su derecha, y un niño en su regazo, jugando con las trenzas de la morena.
Este lugar inspira paz y seguridad, la última vez que me sentí así fue en los brazos de Edric. Es uno de esos sentimientos que llenan por completo el corazón.

Dejo al pequeño con el que cargo en el suelo, y acaricio su pelo rizado y oscuro. Me aproximo a la morena, que ha mandado a los niños abandonar la sala. Extiende la mano, invitándome a sentarme en el sillón que tiene al lado.

―No sabes cuánto me he alegrado de ver que aún es de día, ¿cuántas horas he dormido? ―pregunto, observando cómo filtra el café sobre una taza de cerámica blanca. El fragante olor inunda mis pulmones, y el canto del pájaro que se ha posado en el alféizar de la ventana me distrae durante unos segundos.

Ella ríe por la nariz. ―Has dormido durante una semana.

―No puede ser...

―Era lo esperado, has llevado a tu cuerpo a límites que, ahora mismo, no puede soportar ―explica, ofreciéndome la taza de café, acompañada por una tostada cubierta de miel.

―No me puedo creer que haya perdido tanto tiempo, sobre todo después de ese sueño... Tenemos que ponernos en marcha, ya.

Zariah da un sorbo de su café. Está tranquila, su energía ha cambiado desde la última vez que nos vimos; ha crecido, es evidente en su postura, en su forma de hablar. Es una líder, ahora más que nunca.

―El tiempo empleado en descansar y curarte no es tiempo perdido ―asegura ―. ¿Has tenido pesadillas?

Niego con la cabeza, después de darle un buen mordisco a la tostada.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora