V. Enmascarado

48 8 36
                                    

Las primeras gotas de lluvia impactan contra mi piel y resbalan, trazando líneas húmedas que imitan el contorno de mi rostro.

Luces brillantes y neones iluminan la silueta de las estancadas nubes. La capital de Khayra, Igarashi, se alza imponente ante mis ojos. Aquí es donde Edric nació y creció. Nunca antes imaginé que un lugar así podría existir. Desde esta azotea, que está a unos ciento cincuenta metros de altura, puedo oír, a duras penas, el sonido de los vehículos que transitan en la avenida que cruza la ciudad, parece que esta noche la policía está muy activa, llevo un rato oyendo sirenas sin parar. Delante de mí se levantan otros tantos edificios de aproximadamente la misma altura, en sus fachadas hay pantallas gigantescas en las que lucen rostros perfectos y se anuncian diferentes productos que todavía no he conseguido entender. Las imágenes cambian a mucha velocidad. Es asfixiante. No hay descanso en Igarashi, algo a lo que aún no me he acostumbrado. Aquí la gente vive deprisa y duerme poco.

Han pasado dos meses desde que recibí mis alas. El incidente con Maniquí me hizo recordar la oscuridad que habita en mi país. La muerte del General de División no arrancó el problema de raíz, sino que sembró el germen de una nueva generación de oscuridad. La persistencia de Maniquí es prueba de ello, dudo que el Capit...Que Caleb esté haciendo algo bueno por Ethea. No he querido preguntar a nadie sobre ello. Sé que los demás conocen la situación de mi país, pero aún no estoy del todo preparada para enfrentarme cara a cara con mi pasado. Si algo va mal en Ethea es, en gran parte, por mi culpa. Por no haber sabido actuar como una auténtica heredera. Dejo descansar mis manos sobre la barrera de húmedo cemento que impide una caída al vacío. Soy una cobarde. Hace dos años estaba dispuesta a encararme con cualquier enemigo, aunque dudase y tuviese miedo. Al final siempre luchaba. Tantos años de dolor me han convertido en un ser insípido.

Una repentina y fría brisa se cuela entre mi pelo, acariciándome el cuello y provocándome unos  escalofríos que sólo pueden anticipar algo maligno.

Miro a todas partes, mi afilado instinto me pide que busque. Noto una presencia desconocida. Inspecciono cada centímetro cada fachada que tengo enfrente, de cada edificio que me rodea. Nada.

Una sombra se cierne sobre mí, llevo mi atención al origen de esta. Una figura se alza al otro lado de la azotea, la luz de los neones y de la luna hacen que su sombra alargada llegue hasta mí. Sujeta un objeto redondo con su mano izquierda. Por su estatura y constitución, parece ser un hombre que va ataviado con una capa negra que le cubre la cabeza. Con la mano que le queda libre retira con cuidado parte de la máscara oscura que le cubre la cara, dejándome ver su ojo derecho. La luz impacta contra su iris, haciendo que un destello intensifique el color grana que los consume.

Me pongo en guardia. Ojos rojos... Como los de Maniquí. Sostengo la respiración y, en el momento en el que parpadeo, la figura desaparece como por arte de magia. Aprieto los músculos y la mandíbula. Sigue aquí, aun puedo sentir la siniestra brisa que le acompaña.

Las manecillas del reloj parecen resistirse a hacer pasar el tiempo, cada segundo se siente eterno.

Una mano invisible aprieta mi cuello, impidiéndome respirar y levantándome del suelo mojado. El desconocido se muestra delante de mí. Su máscara está salpicada de sangre. Unos mechones de pelo níveo se dejan ver a través de la capucha negra. Mi pulso se acelera, a pesar de estar teniendo dificultad para respirar. Me aferro a su mano con las mías, intentando deshacerme de su agarre, pero sólo consigo que apriete más.

No puedo quedarme de brazos cruzados, hago que el fuego surja de mi cuerpo para dañar al suyo. Sin embargo, no me suelta. Desde detrás de su máscara suenan carcajadas perturbadoras. Me alza aún más para acabar precipitándome contra el suelo de cemento. El impacto hace que se agriete la zona contra la que mi cuerpo ha chocado. Toso sangre, debe haberme roto algo, por suerte, la adrenalina evita que me enfoque en cualquier tipo de dolor. Lo que está claro es que su fuerza está fuera de lo normal. Se agacha a mi lado, sin perder ni un ápice de la presión que está ejerciendo alrededor de mi cuello. Como siga así va a conseguir que mis vértebras se conviertan en polvo.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Where stories live. Discover now