XXIV. La caída de la Reina

53 6 44
                                    

                                                                                                            Edric

El sonido de mis pasos agujerea mis oídos a medida que avanzo a través de este oscuro lugar. Me tienen atado de manos, y alguien tira de mis muñecas con una cuerda. Estoy seguro de que tengo varios huesos rotos. Lo último que recuerdo es sostener la mano de Lilith, no sé dónde estoy, ni cuánto tiempo llevo aquí. Siento como si llevase siglos siendo torturado, mi cuerpo está exhausto, dolorido.
Me han tapado los ojos, no quieren que sepa donde estoy… Me frustraría si no fuese porque, a pesar de que mis oídos duelen, puedo reconocer el lugar gracias a los sonidos que me rodean. Sé que hay ventanas, por el ruido que hacen las gotas de lluvia rompiéndose contra los cristales. Sé que sólo nos encontramos aquí la persona que me obliga a andar y yo, porque no oigo más pasos a nuestro alrededor. Sé que estamos cruzando un pasillo, por el eco de nuestras pisadas. No creo que Caleb sea tan estúpido como para tenernos en su propia casa, así que es posible que este sea un lugar alejado; por cómo sopla el viento, diría que estamos ubicados en una zona del sur.
Noto cómo mi guía tira de mis ataduras, instándome a caminar más rápido. Chasqueo la lengua, no me gusta que me traten como a un esclavo. Imito su violento gesto, tirando de la cuerda hacia mí. Sé que me va a atacar, que estoy agotado y que no veo nada, pero si hay ventanas, podré escapar. Puedo deducir, por los patosos sonidos que hacen sus pies, que no se esperaba esta respuesta por mi parte. Se acerca, está enfadado. Me alza sobre el suelo, agarrándome de la camisa con una sola mano. Huelo su aliento, es fétido, como si hubiese pasado la vida alimentándose de cadáveres. Pero si puedo oler semejante inmundicia, es porque su rostro está cerca del mío. Me quedan pocas fuerzas, pero las uso para propinarle un cabezazo que me ayuda a conseguir deshacerme de él.
Justo cuando llevo mis manos a mi rostro, para tratar de quitarme las vendas que me impiden ver, un agudo dolor centellea por todo mi cuerpo. Caigo al frío suelo, retorciéndome sin poder siquiera gritar, mis pulmones están vacíos. Conozco este dolor, es el mismo que llevo sintiendo desde que llegué a este lugar. Mis huesos crujen, y empiezo a notar el sabor a sangre en mi boca.
Percibo unos pasos acercándose, combinándose con la lluvia y mi desesperada respiración. Sé perfectamente quién es la persona que acaba de agacharse a unos pocos centímetros de mí, esa oscuridad puede verse aún con los ojos completamente inservibles.

―¿Te duele? ―pregunta.

Su voz confirma mis sospechas, es él.
No me han criado para ser un maleducado, voy a responderle de la mejor manera que se merece: escupiendo sangre sobre su zapato.

Caleb ahoga una carcajada. ―Parece que no lo suficiente.

Mis huesos comienzan a crujir con más fuerza, la agonía se intensifica. Mis pulmones se llenan de sangre, duele respirar…

―No te preocupes, no voy a matarte aún ―asegura, desatando la venda de mis ojos.

La luz me ciega. ¿Cuánto tiempo he estado a oscuras? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel día? Pueden haber sido días, semanas, meses… ¿Habrán sufrido los demás este mismo infierno? Mi corazón empequeñece al pensar en mis amigos sintiendo una ínfima parte de esta agonía.
Mis ojos empiezan a adaptarse a la iluminación, pero estoy mareado, y este suelo ajedrezado no ayuda, es como si los rombos blancos y negros bailasen sin parar.
Al alzar la cabeza por primera vez, me encuentro con dos ojos rojos mirándome impasibles.
Debería haberle hecho caso a mi intuición, debería haber sacado a Lilith del ejército a la fuerza. Debería haberle enviado al infierno junto con el General de División aquel día… Debería, debería haber hecho tantas cosas, pero no quería causarle más dolor a Lilith.
Con el chasquido de sus dedos obliga a mi cuerpo a levantarse, usando una violencia para la que no estaba preparado. Si quedaba alguna costilla intacta, estoy seguro de que acaba de destrozarla.

Lilith: desolación [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora