Capitulo 2

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México no sabía mucho de lobos, apenas había visto uno la semana pasada y le había recordado al perro simplón del castillo. Tenía la noción de que vivían en familias numerosas, mullidas y distanciadas del pueblo, pero, este en particular, la transportaba a las historias que su padre contaba. De fieras y sangre. 

-¡No! ¡Dime tú quién eres!-. La chica no se iba a dejar intimidar por un desconocido, ajeno a su región. Lo supo de antemano por el singular acento. 

Y simplemente lo hizo. Sus largas y grandes garras fueron a parar en el ojo izquierdo del chico. 

Gruñó, arrastró la cara por la tierra y pataleó por el dolor. Su coraje no le permitió sentir hasta donde había llegado el rasguño. -Insolente- ofendidísimo, declaró. 

-¿Insolente? creí que me ibas a matar-  México, aún muy asustada, retrocedió a una distancia pertinente pero nunca perdió de vista las acciones del lobo, que parecían cada vez más erráticas -¿Quién eres tú?- preguntó de nuevo. 

Inseguro, el chico contestó. 

-Me llamo Rusia - todavía se escuchaba el coraje en su voz. 

-Y yo México, princesa de-  se interrumpió cuando reparó en que el chico intentó tirarla de nuevo. No imaginó que se quedaría a dos pasos de ella. 

-¿Acabas de decir princesa? -

México estaba cansada y con temor. Supo que si seguía con esa forma terminaría aun más cansada. Así que volvió a su forma humana; con su cabello largo chocolate, y sus vestidos para dormir, y no se diga de esos ojos esmeralda que brillaban en la noche.

-¿Qué, nuca has visto a una princesa? -. Lo miro. 

México no parecía inmutarse frente a la figura del chico, ahora que lo observaba bien, sus rasgos de lobo no se familiarizaban con lo que ella conocía. Mucho pelo, orejas grandes, vientre plano y unas garras que se enterraban entre los cojines de unas patas enormes. 

Pero esto solo fue el punto de vista de la chica. En la mente de él, no pasaba desapercibida su extravagante belleza y el valor que de pronto había adquirido. -¿Tu?, ¿Una princesa?, pareces más la hija de un mercader- el joven lobo se tapaba el ojo en el que había recibido el rasguño.

-¡No soy la hija de ningún mercader! ya te dije que me llamo México, princesa de Oriente- la Tricolor se levantó y sacudió sus vestidos. -Ahora dime niño. ¿Qué se supone que andas haciendo aquí? -.

-Nada que te incumba-. En el momento que el joven destapó su ojo; volvió a ser el niño lampiño con un ushanka y botas para invierno. Ya no era un lobo.

Y ahora fue cuando temió la de sangre Azteca. Ver que era más alto que ella y con esa marca justo en medio de la ceja y su párpado: lo hacían ver más feroz y dominante. Siendo un niño todavía. -Debes irte "princesa". Estos territorios no son tuyos-. Miro frío a la mexicana.

-¿Qué acabas de decir?-. Y calló en la cuenta, petrificada, que había pasado los límites. Sintió una angustia terrible, pero por alguna razón la acongojaba más el hecho de verlo herido -¡Me voy! yo no puedo estar aquí. Pero...déjame ayudarte- 

La joven miró a su alrededor, parecía no haber nada de raíz para curar la hinchazón de Rusia. O hierva para que cerrara. -Créeme, no hace falta- replicó aquel pequeño. 

Pero antes de que pudiese levantarse, México lo tomó del brazo e hizo que tomara asiento en una roca mohosa y redonda. -¿Que crees que estas haciendo?, no necesito tu ayuda. Gracias-. Trato de levantarse nuevamente, sin embargo, unos cuantos toques en su ojo no se lo permitieron.

Al principio ardía y molestaba, pero no era comparado con el dolor que sintió cuando la mexicana lo marcó. Al menos fue disminuyendo mientras México colocaba más. -¿Que me echaste? - miro extrañado a la joven.

-No te preocupes, yo ya me iba- el joven lobo tomó la mano de la niña de inmediato. Deteniéndola casi al instante. -¿Que no pediste que me fuera? - preguntó con un tono burlón. 

-Si, ¡No! En realidad, quería... darte las gracias- soltó la palma de México cuando esta lo miró. -¿Con que puedo pagarte? -

-Mmm... No es nada, en serio- se retiró de la vista del ruso. Entre la maleza del bosque.

México siguió caminando, no quería quedarse con dudas, aunque tampoco quería preguntarle al chico de gorro raro quién era, de que parte era. 

Terminaba su recorrido por los árboles sin importarle mucho el trayecto, acariciaba las flores, arrastraba los pies y algunas plantas le jalaban el vestido. Seguía sintiendo curiosidad por el chico, pero su angustia la devolvía a la realidad. 

En su distracción, no se dio cuenta que a sus espaldas ya estaba siendo observada por unos ojos azules desde las piedras del río.

𝕵𝖚𝖌𝖆𝖗𝖊𝖒𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝖊𝖑 𝖇𝖔𝖘𝖖𝖚𝖊 ||  [✔COMPLETA✔]Where stories live. Discover now