Capítulo 13

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No se esperaba nada de eso...

Al menos no una respuesta desinteresada, triste y melancólica. Rusia estaba seguro que sus sentimientos no eran puras ilusiones o mentiras; en su corazón todavía existía la llama del amor. Y todo porque ella aún está ahí, con él.

Sostenía la Carta que hace un momento fue enviada a Rusia por el balcón de su cuarto. La recibió con una sonrisa entusiasta y con el brillo casero de su ojos azules.

Sin esperarse una total decepción.

Sus manos temblaban y jugueteaban con el anillo de cuarzo que le dio su papá, ¿Enserio sería capaz de dejarlo?. Y esta vez no por una semana, más...muchos más.

Arrugó completamente el papel que tenía en la mano; su rostro solo irradiaba ira y sufrimiento. De todas las respuestas esa era la que no quería leer en aquel papel: lo rompió, arrugó mil y más veces, se prometió a si mismo que encontraría la manera de traerla a su castillo, que nada le pasaría. Que solo él y solo él gozaría de su piel Morena y suave...y que, ellos dos: tendrían una familia.

<<ideas>>

Una familia grande, prestigiosa y libre.

<<...Ilusiones>>

Golpeó la pared con los nudillos de su mano, creyó que el dolor físico se iba a deshacer del emocional; pero fue completamente absurdo golpearse de una manera tan incongruente.

Incluso si se rompe una pierna, se corta un dedo o clava una estaca; el dolor del corazón será más fuerte.

Golpeó la pared nuevamente pero esta vez ya con el rostro abajo y mucha menos fuerza de la que aplicó en el anterior. No sangraron sus nudillos esta vez. Pero si se abrió algo más...

Una herida en la valiente alma del muchacho. Que solo lograron traerle lágrimas amargas y agrias muecas de dolor.

¿Por qué me hace esto a mi?...— Levantó el rostro.

Mirando fijamente el mural de su habitación, con detalle a pincel, pintura con textura, trazos, expresiones de Ángeles y demonios. Cada detalle minucioso de toda la pared. Fue como si se perdiera en aquel mural...y la recordó a ella.

De como pintó un día el rostro de aquel niño. Con unas hermosas pecas y piel de Marfil, como relucía en cada centímetro de aquel lienzo su cara y cabello. Y claro, el error de la perfección; la cicatriz en el ojo derecho.

Sonrió amargamente.

Solo...— se aferró a la vestimenta y pensó muy bien lo que tenía pensado hacer —Queda esperarte—

Luchar era lo primero que quería ir a negociar; enfrentar al padre de su amada. Pero en realidad no tiene justificaciones como para reclamarle algo. Ni si quiera sabía que hizo México para tal "Castigo" Que se le había impuesto.

Es como ir a la guerra sin fusiles...o al menos eso creía él.

Se hincó en el piso derrotado por el cansancio y anhelo; observando sus manos  largas. ¿Debería ir a verla a su ventana?, y decirle un último adiós. 

Lo más conveniente sería que no.

Pero cuando alguien esta loco de amor nunca piensa lo que hace y simplemente se avienta.

Ni siquiera lo pensó dos veces y fue directo a la puerta de su alcoba. No se abrigó para nada esos brazos descubiertos, el frío de la noche era el mejor amigo de un lobo; hacía remarcar más su músculos.

Lo único que lo acompañaba era su inusual ushanka. De lana pura y fina, la mejor en el comercio y mercado que podrías encontrar tanto en Oriente como en Occidente.

No tardó en salir de la puerta del Castillo. —¿A dónde crees que vas?— lo detuvo la llamada.

Podría Identificar esa voz a cientos de kilómetros. Una directa y sensible a la vez. —Iba a cazar— le respondió a Bielorrusia.

La chica dudó por un segundo las intenciones de su hermano; ¿Era hora pertinente de cazar?. Ni siquiera estaba enterada si lo sabía su padre o no. 

No tardes... Papá no está de humor para que el heredero a la corona venga tarde—  se limitó a mirar a su hermana una vez más y girar sobre sus pies para comenzar a caminar.

Todo eso en tres minutos.

El chico agradeció que no pasara más tiempo y se apresuró a correr hacia el bosque. No podía esperar más y aumentó el ritmo de sus pies. Ya convertido en el lobo negro que tanto atraía a aquella mexicana.

Bielorrusia tenía razón, la Luna se encontraba en su cuarto menguante. Una fase más y estaría seguro que amanecería en un instante.

Corrió por el bosque lo más rápido posible; derribó una que otra flor hasta llegar al páramo y el lago. Cruzarlo no fue lo más difícil de la noche; lo verdaderamente difícil fue llegar a la habitación de la princesa.

Maldijo lo alto que estaba; a decir verdad nunca había escalado más de diez metros. Pero esa cosa parecía ser más una torre que una habitación común y corriente.

Miró a ambos lados y no encontró nada que le ayudara a subir adecuadamente. Pero no se percató de lo grandes que eran aquellos árboles que había en el Reino de Oriente. Gigantes de una corteza más dura que el hierro. Era los consejeros de los Reyes antiguos y los más viejos de ambas Provincias.

Uno se encontraba cerca de la ventana de la chica, pero no lo suficiente para dar de lleno a ella. Tendría que saltar primero; y no era cuestión de centímetros. Era cuestión de metros.

Trepó por la Copa para llegar a una rama larga y ancha. Le serviría para impulsarse y quedar sostenido del arco en la ventana. Amarró por última vez su gorro para asegurarse de que no se cayera a la hora de saltar y subió más su pantalón.

Listo.

Estaba preparado. Para ambas cosas; para saltar y para verla una última vez, aunque lo último estrujaba su corazón de una manera inimaginable, tenía que aceptarlo.

Uno...— dio un paso atrás.



































Dos...— se inclinó y miro la ventana.









































































Tres...— corrió de largo lo más rápido que pudo para llegar al otro extremo, aun con la seguridad sobre las planta de los pies. 

Brincó cuando estuvo al final de la ancha rama y gracias al cielo logró sujetar sus manos de la orilla y no del arco como lo tenía previsto, echó un vistazo al suelo que yacía inerte sobre la tierra, y las entrañas se le hicieron un nudo por lo alto que estaba. 

La luz del cuarto se encontraba prendida y lo único que tapaba aquella alcoba era una cortina de terciopelo roja. Los tabiques de la torre se dispusieron para ayudarlo y poder promocionarle apoyo. Recargó uno de los pies en uno que estaba sobresalido y pudo alzarse correctamente sobre el ajimez. 

Fue abriendo la cortina poco a poco...

Pero al ver la habitación en gran plano no se esperó que lo primero que lo recibiera fuera un ataque de pánico al ver a la mexicana desnuda. 

Un escalofrío trepó por su cuerpo y su rostro se pintó de rojo. Cerró rápidamente la cortina y tapó su cara con la mano izquierda, descongelada de lo bochornoso que había sido. 



















































Jajajaja hasta yo me emocioné we.

Chicos...ya publiqué mi historia vallan a leerla. ¡Corran!

𝕵𝖚𝖌𝖆𝖗𝖊𝖒𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝖊𝖑 𝖇𝖔𝖘𝖖𝖚𝖊 ||  [✔COMPLETA✔]Where stories live. Discover now