Capítulo 21

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Día 2|

La llegada de aquella mujer le había despertado de un sueño en el que no podía escapar; tres años fueron eternos a ojos de Rusia, y sin que él lo supiera. Estaba ganando poco a poco el cariño de aquella bella dama.

Al terminar el desayuno se fue con una sonrisa en el rostro porque pudo apreciar la simpleza de México más de cerca. La tarde estuvo cansada por el problema de las cafetales, Argentina no se molestó por su presencia y el tampoco por la suya; pero la incomodidad entre ellos se notaba a leguas.

Y de pensamiento en pensamiento; no se dio cuenta que justo en la pared, estaba recargada la princesa.

-Buenas noches Príncipe Rusia- el joven saltó de su lugar y no quiso ser impertinente al preguntar que hacía ahí. Por lo que sólo iba a saludar, hasta que simplemente se perdió en la risa de la mexicana.

-Perdóname, no quise asustarlo...es sólo que se le veía tan perdido que ni yo pude despertarlo con mi simple presencia- se acercó al ruso y le regaló otra sonrisa.

-No hay de que disculparse señorita México, ahhh...yo, y-yo ¿Quiere pasear con mi amigo?, ¡No! Conmigo, es conmigo...porque yo enserio quiero pasear con usted y no con mi-  las manos de la chica tomaron ambos hombros de Rusia y no dejaron que terminara.

<<Jajajaja>>

-Príncipe Rusia, entendí- estaba hundida en una risa que no podía hablar muy bien. -Pero no, ahorita no puedo. Me gustaría y es que tengo que presentarme ante mi padre en un ratito. Pero si gusta...mañana al medio día lo veo en los establos; según su agenda no tiene ninguna tarea y yo tampoco: le quiero enseñar algo- la joven antes de irse le dio una sonrisa y se fue arrastrando su vestido y tratando de que no pisarlo.

-Mañana al medio día. Ahí estaré- susurró Rusia.
















































































El tronar de los platos y las cucharas, desde el día de ayer en el que llegó México, la mesa se convertía en un desfile de utensilios de cocina cada mañana.

Banquetes y más banquetes adornaban la mesa. Rusia ya había terminado, y la mayoría de los hermanos en aquel castillo no podían quedar satisfechos con tanta comida deliciosa.

-Padre- llamó el ruso a su mayor.  Quien estaba sentado en la enorme silla al otro extremo de la mesa.

-¿Qué necesitas?- le dio un bocado a su carne.

-Voy a salir con la señorita México en cuanto termine los labores de caballería- fue ese momento donde todos callaron y el sonido de los platos y cucharas cesaron.

Su padre sólo dejó el tenedor de un lado y suspiró pesadamente. -Pero ya sabes las condiciones- siguió comiendo de la parte izquierda de su plato.

España en cambio, no lo miro, no le dirigió la palabra y ni siquiera corrigió a URRS. Ya sabía pues su hija le había comentado antes.

Yo creo que no hace falta describir las ganas que tenía aquel muchacho de escucharla y ver lo que tenga que mostrarle. De contarle las leyendas, y...tal vez las historias que ambos ganaron en la infancia.

-¿Listo?- Rusia se encontraba en los establos mientras le colocaba la capa a la joven. Estaba subida en un corcel de pura sangre, blanco y chocolate en el pecho.

-Listo- Sin embargo el nórdico estaba encima de uno negro y manchado de la cara. Ambos caballos eran hermosos.

-¿A donde vamos princesa?- Rusia jaló de las riendas del corcel y este marchó junto con el de México.

-A donde terminan las curvas del sol- ...su leyenda favorita. Siempre fue esa.

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- "Distante estrella es nuestro amor"...le dijo la Luna al sol: "Que a nuestro hogar es un buen conductor"- Pasó la mano por el pelo de Rusia. Este estaba durmiendo en sus piernas. -"Y cada vez que toque el mar"...el sol acarició el rostro de la Luna. "Será donde mis curvas terminen"-

Vio la cicatriz del chico, ya era demasiado noche y se esperaba que el fuera el primero en dormirse.

-¿Porque no te das cuenta que te amo?...- se acercó al joven y removió su cabello.

Tomaba diferentes tonos de plateado en la noche, pero en el día. Parecía que el mismo sol hubiera besado su cabello.

Miro sus párpados cerrados y nunca lo había visto tan de cerca, tan a poca distancia que la pequeña diferencia sólo era el tamaño del pétalo de una flor.

-No se que haría si te perdiera- una lágrima calló de la mejilla de México a la de Rusia que parecía que venía de sus propios ojos.

No lo besó, pero si tendría oportunidad de hacerlo lo haría, hasta que ya no quedé fuerzas para levantar y amar.

-Te amo- susurro y abrazó la cabeza del chico.

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<Allá donde terminan las curvas del sol> allá donde el mar se adueñaba de tus pertenencias si te descuidabas; incluso corazones si es que así lo querías.

Los antiguos Reyes utilizaban ese método para olvidar a quienes les habían roto el corazón. Pero Rusia y México no iban por eso; si no para recuperarlo.

𝕵𝖚𝖌𝖆𝖗𝖊𝖒𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝖊𝖑 𝖇𝖔𝖘𝖖𝖚𝖊 ||  [✔COMPLETA✔]Where stories live. Discover now