Capítulo 8

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México llegó volando lo más rápido posible por su ventana: estrellándose contra el pequeño arco de ladrillo. Lamentó por su pico marrón que ahora tenia una pequeña abertura.

Al entrar; resbaló con su vestido y falló al caer en la cama por lo apresurada que estaba. Chilló por el golpe en la muñeca y sobó su sien.

Y mientras ella pensaba que había hecho el ridículo en frente del hombre que amaba, el se lamentaba por no ayudarla. Se sentó en la cama, y en sus adentros a veces se castigaba por tener una casta ajena a la de su familia. Sin embargo, todo había sido parte del destino. No se dio por gusto ni apuestas de la suerte o la fortuna. 

Ahora sabía que no lo podía ver hasta que pasara su celo; si no fuera a más de tres días que pasara. Sería feliz otra vez.

Lloraba, recargaba su triste anhelo de querer verlo otra vez en la noche. Pero no podía.

¿México?— tocaron la puerta de su habitación.

Podría reconocer esa voz a distancia; el ser omega le daba la gracia de reconocer a una persona por su esencia. El hermano siguiente a heredero al trono.

Arge, ¿Qué necesitas?— México trato de ocultar su llanto y abrir la puerta.

Estas llorando boluda. Nunca te había visto así— se acercó a su hermana, no supo cómo comprenderla porque a diferencia de los niños ella era más reservada. 

No es nada. ¿Pasó algo?— y en su tono no había más que un toque de bochorno. 

Papá vio que regresaste temprano al castillo. ¿Ya ve no?... Que vos siempre sale las tardes y regresa después— Aquel chico se apresuró a entrar  y sentarse del otro lado de la alcoba. Tenía entendido que México regresaba ya cuando las nanas de los más pequeños estaban a punto de dormirse por igual, y no había quien mandara en el castillo más que la oscuridad y los guardias madrugadores. 

No-es-nada Argentina. Además; ¿No deberías estar en equitación?— La de sangre Azteca se sentó en el suelo, y tras ello: se abrazó sus rodillas. 

Yo te voy a decir porque no fui a equitación y vos me decís que pasó, ¿Jala?— Estrecho la mano con su hermana.

Esta bien— suspiró y agarro de mala gana la mano de Argentina.

Fui a los antillanos— soltó sin remordimiento. 

¿Para que?, sabes que hay ahí—

Nunca había escuchado que alguno de sus hermanos había ido a los antillanos. Lugares de Oriente que no tienen magia como tal; pero son peligrosos para los de la especie de su hermano.

Porque conocí a alguien— se estremeció sobre la cama y aventó las almohadas a su hermana. —Ahora te toca, ¿Por qué estas llorando vos?— sonrió victorioso.

No me dijiste a quien conociste— México moría de la risa por dentro por la cara de su hermano.

Si me dices te digo... Otra vez—le aventó otra almohada. 

El muchacho del Sol recargo su cuello en sus muñecas y se recostó con la gracia de un mismo ciervo. 

Pero tienes que saber algo primero. Por nada del mundo se lo vas a decir a papa. ¿Esta bien?— amenazó.

El chico asintió rápidamente y miro a su hermana con un ápice de preocupación. —Conocí a...al hijo del Rey de Occidente. Rusia—

Argentina pues... Pues digamos que no tomó muy bien la noticia. Los ojos se salieron de sus órbitas de los sorprendido que estaba y no sabía a donde pinches mirar. Solía pasar siempre eso, cuando de pronto le golpeaba una noticia, cuando estaba sorprendido o cuando se le arrimaban muchas chicas: siempre, sin excepción alguna, las los ojos se desalineaban de manera sorprendente. 

¿¡Que!? — grito aturdido tratándose de sentar.

Alzaba las manos para poder alcanzar la madera de la cama. Pobre.

Tranquilo, tranquilo...solo somos amigos— se levantó a ayudar a su hermano.

Boluda de mierda...¿Comprendés en que te estás metiendo México?— la chica miro a su hermano.

Bueno en realidad estaba a punto de echarse a reír por los ojos de su hermano. Uno a la izquierda y otro a la derecha. Pero no lo hizo: solo aguanto.

Si, si sé...pero—

—Pero nada. Si padre se entera se te va a caer la corona y...y yo... ¡Yo no quiero gobernar! — se tocó la cabeza y dio leves golpes para que sus ojos volvieran a la normalidad.

Se tallo sus párpados y recuperó la vista. Ahora ya no veía dos. —Además...— agregó México. 

El chico lo miró preocupado, no se daba cuenta que su hermana escondía muchas cosas. ¿Y como no saberlo?, si extrañamente salía las noches, (otras veces salía en las mañanas y en las tardes crepusculares), pero era más su actividad cuando caía la noche. 

ay...no me digas que hay más—

—Si— mordiéndose las uñas. Argentina estaba a punto de agarrarla de los cachetes hasta que quedaran colgando de tanto jalarlos.

Dime, ¡Dime Boluda! ¿¡Que hiciste!? —

—E-el...el— no podía hablar por la zangoloteada que le daba su hermano.

¡EL QUE! ¡EL QUE!, ¿EL TE VIOLÓ?— alzó las cejas y la acercó a su rostro.

—¡No!...El me volvió un omega— Argentina cesó sus movimientos y paro en seco.

Titubeo al querer hablar pero no le salían las palabras. Empezó a temblar de las manos y piernas, no tenía control de sí mismo: y a pesar de que esta vez no se le habían ido los ojos de manera sobrenatural, era obvio que su preocupación era más grande. 

Sin querer. Alguien había escuchado toda la conversación: uno de los hermanos más valientes pero menos consciente y sensato. Su bandera pintada con los colores principales solo confirmaba que le importaba mucho la noticia, y que la forma en que lo vería su padre a partir de este momento sería diferente a la de muchos años. 

Tengo que decirle a papá—


















Quien adivine le doy créditos en el próximo capítulo.

𝕵𝖚𝖌𝖆𝖗𝖊𝖒𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝖊𝖑 𝖇𝖔𝖘𝖖𝖚𝖊 ||  [✔COMPLETA✔]Where stories live. Discover now