Capítulo 22

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No sé en qué momento me he quedado dormida, pero sin duda despertar así no me molesta, Miguel besa mi cuello suavemente haciendo que me estremecer, doy media vuelta quedando frente a frente, sus ojos color zafiro resaltan en la oscuridad de la habitación, su mirada se detiene en mi boca, acerco mi rostro al suyo, acariciando con mis dedos sus labios, esos carnosos y jugosos labios.

Me levanto de golpe para sentarme, me agarro fuertemente de su hombro al sentí un pequeño mareo.

—¿Estás bien? -—su mirada hay preocupación, le sonrió tranquilizándolo.

—No estoy bien, últimamente me pasa cuando me levanto de golpe, debe ser la tensión.

—Segura—pregunta relajado-porque en el baño encontré un desastre.

Y el bochorno me carcome, olvide por completo limpiar el baño.

—Dios lo siento, me olvide—siento mis mejillas calentarse de la vergüenza—. Me sentí en la tarde un poco mal nada de qué preocuparse.

Intentando cambiar de tema me coloco a horcadas en sus piernas, enredando mis brazos en su cuello, se siente bien, muevo mi cadera sintiendo su miembro duro, como siempre, gimo excitada, beso sus labios despacio saboreando el sabor del whisky en su boca, Miguel rompe el ritmo tomando el control de) beso, su lengua lucha contra la mía por él. Control. Sus manos recorren mi espalda.

Grito de sorpresa al cambiar de posición, se coloca entre mis piernas, quita mi camisa con desesperación besa, muerde y chupa mis pezones, enredo mis dedos en su sedoso cabello, quita mi pantalón junto con mis bragas, se levanta en su mirada puedo ver la lujuria y el deseo.

—Te ves hermosa, y solo mía nena. No sabes lo ansioso que estoy por meter mi polla en ese apretado coñito.

Siento el calor apoderarse de distintas partes de mi cuerpo, jadeo consternada y editada ante sus palabras.

—Voy a devorarte, primero te hare venir con mis dedos luego con mi boca y luego con mi polla enterrada en los más profundo de ti.

Gemí cuando su boca cayó sobre mis pezones, mi cabeza cayó sobre la almohada y mi espalda se arqueo. Jadeo emitiendo pequeños sonidos. La humedad en mis piernas la puedo sentir en mis muslos, arqueo mi espalda la sentir como introduce un dedo en mi sexo. Me iba a venir, todas las sensaciones me hacían sentir malditamente bien, como si estuviera tocando con mis dedos el cielo. Enrede mis manos en su nuca, manteniendo ahí para que no se alejara.

Sus ojos azules se encontraban oscuros, brillosos, era una vista hermosa.

—Miguel.

Después de pensarlo decidí hacerle un espacio a Miguel, gracias a tina por ayudarme a darle ese toque más crudo, estoy mejorando un poco más en esto.

Miguel

Ella gimió mi nombre, sentí mi polla ponerse aún más dura entre mis pantalones, sin apartar mi boca de sus deliciosos pezones, chupe y lamí a mi antojo, con mis dientes tire de su pezón, entrecerró los ojos subía mi mirada a su rostro complacido conmigo, mis dedos fueron sobre su mojado coño, el cual folle con mis dedos y acaricie su clítoris de manera placentera y dura; ella estaba húmeda, sus húmeda bañaba sus pliegues casi gruñí al sentirla así, hoy había algo diferente, había una sensación en mí que me hacía pensar en dañarla malditamente bien, empuje mi dedo entre sus paredes, sus dedos apretaron mis dedos, deslizando en su Interior.

Mi lengua penetro su boca, arrasé con ella dejándola sin aliento, reclamándola como mía, porqué lo era, con mi mano en su coño empecé un vaivén, sus paredes se apretaban alrededor de mis dedos. Lena era una mujer candente, siempre lista para mí, ella podía ser todo o nada, a veces podía sorprender.

Lamí su labio inferior para después morderlo, bajé mis besos por su cuello dejando un rastro húmedo hasta su clavícula, sus manos se enteraban en mi espalda, su cuerpo se arquea para mí, siempre para mí.

Dispuesto a cumplir mi palabra baje lentamente por el valle de su pecho, recorriéndolo con besos húmedos hasta llegar a su monte de venus, levante la mira encontrándome con su mirada hambrienta y dilatada lo que hacían ver sus ojos de un calor ámbar.

Bajé mi boca a su coño llenándome de su húmeda lamí sus pliegues, fuertemente chupando su clítoris, jadeo, lo que me hizo mi polla estremecer, con mi lengua recorrí los hinchados pliegues y humedad, ella sabía dulce, malditamente dulce.

Me levante un poco sin apartar mi cuerpo, reí al escucharla soltar un chillido de protesta, quite mis pantalones y mi bóxer, mi polla palpito con solo pensar en enterarme en su coño, frote mi polla sobre sus pliegues, pero necesita prepararla más estaba vez no sería suave, deslice dos dedos en su interior y la folle con ellos, mientras mi boca se encarga de su clítoris chupando y lamiendo, los sonidos que salían su boca no hacía más que aumentar mi excitación.

—De ahora en adelante la única polla que verás y sentirás será la mía Lena—gruñí posesivo, agarre mi polla guiándola a su entrada, frotándola contra su entra, su cuerpo se arqueo y gimió, apretaba las sabanas fuertemente, parecía toda una diosa.

Sudorosa, sus mejillas se encontraban con un color rojizo, humada y solo para mí.

Era un hijo de puta afortunado.

Deslizo mi polla dentro de su jugoso coño, gimo al sentir como sus paredes se cierran a mi alrededor como un guante fuerte y caliente, la tome su redondo culo acercándola más y la folle duro, estirándola por completo, ella apretó y estrecha.

Lena gimió, jadeo emboscada de aire, sus ojos se entrecerraron, era una vista magnífica, seguí con mis embestidas, bajé la vista viendo como mi polla se perdía entre su coño, ver como la hacía mí me éxito.

Dijo mi nombre como si fuera un puto dios, pequeños gemidos descoordinados salían de su boca, ver como su expresión se llenaba de éxtasis, salí du cuerpo, solo un momento para volver a penetrarla. Su deseo desbordado me envió al borde cuando sus paredes me apretaron y su interior se hacía más estrecho, gemí excitado al sentir mi liberación derramando mi semen dentro de ella.

—Lena—casi reí, por mi propia voz ronca y peligroso pase mis dedos por su vientre plano—, nena—metí dos dedos dentro de su coño lo acerque a sus labios, los abrió ligeramente con la duda escrita en su rostro sin embargo lamio mis dedos-Sabes malditamente bien, nena.

Frunció el ceño, sus cejas se juntaron creando una pequeña arroja entre ellas, Lena podía ser sexy, amable, caliente y tierna al mismo tiempo.

—No diría lo mismo—susurro avergonzada, escondió su rostro debajo de la almohada.

Rei a costándome a su lado, enrolle mi brazo en su cintura apretándola junto a mí, esta vista me complacía, tener a alguien a quien abrazar después de un largo día, que después de un día jodido sobre Hades cargándolo encima, te sintieras en casa, porque Lena lo era.

Sonrojada, sin aliento, y solo para mí.

—Te quiero Miguel—su voz se encontraba ronca como la mía, sonríe como un idiota, beso su cabello, luego deje un beso en su cuello—. No es para que dejes un chupón.

Se quejo.

Podía vivir así, tener más de esto.

—Yo también te quiero nena, aquí en mi cama-dije con una verdad a medias—, descansa, tal vez más tarde te despierte.

Se acurruco contra mí, su calor contra el mío, pero lo que no esperaba más tarde era saber que esa noche fue una fuerte quemazón querer quemar el mundo, y torturar a unos hijos de puta, quería ver sangre correr.

Pero jodidamente me había dolido más su traición.

Por la parca que cargaba en mi mano que había sido un condenado idiota.

Cuidando De Ella✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora