Capítulo 15 (La calidez de tus lágrimas)

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El día del festival de talentos finalmente había llegado.

La azabache se encontraba caminando junto a su grupo de bailarinas por los pasillos de la escuela, los cuales estaban vacíos gracias a que todos los alumnos que solamente serían espectadores de los bailes, debían estar en el gran patio donde se celebraría todo. Hikaru no iba a mentirse a sí misma, estaba más nerviosa que nunca, jamás había hecho algo parecido y el horrible terror de que todo salga mal la perseguía sin descanso desde hace días.

—Vamos... saldrá todo bien. Quita esa cara, estás asustando a las chicas. —habló Akane posando una mano en el hombro de ella, logrando que la mencionada saliera de su trance y aflojara los músculos del rostro—. Eso es, así me gusta más. Ya no parece que aniquilarás al primero que se te cruce.

—Sí, perdóname. Sabes que cuando me pongo nerviosa o ansiosa me vuelvo más seria de lo normal. —se excusó la mayor sonriendo ligeramente, a lo que su amiga soltó una risa.

—Sí, te conozco como si fueras la palma de mi mano, Hikaru. —dijo ésta, dándole una sonrisa divertida—. Ya no puedo esperar para verte maquillada y usando un vestido.

—No sé por qué te emocionas, no es como si no me hubiese maquillado antes. —contestó la joven, siguiendo con su camino hasta el baño de mujeres.

Una vez que entraron a la habitación, Hikaru notó como el ambiente se volvía a uno más familiar y tranquilo. Al parecer, todas las bailarinas tenían grandes expectativas con el festival y se encontraban muy felices. La mayor tragó saliva, notando como su pulso incrementaba de los nervios.

—Es que... me emociona que finalmente la escuela vea una parte tuya que es opacada por los rumores. —Akane sonrió con emoción—. Quiero que todos vean la gran persona que eres.

—Mhm... si tú lo dices...

Entre risas, comentarios llenos de positividad y la buena energía esparciéndose por el aire, Hikaru finalmente había terminado con su vestuario, recibiendo ayuda por parte de su mejor amiga. Mientras que la pelirroja estaba ocupada maquillándola, Nishimura permanecía hundida en sus pensamientos, imaginando todas las soluciones que podría haber si llegaba a estropearse algo durante la coreografía. Después de todo, hay que saber improvisar puesto que nunca nada sale como uno planea... para mala suerte.

—¡Estás hermosa! —comentó Akane, orgullosa de su obra de arte, mientras la mayor estaba observándose en el espejo—. Estoy segura que hoy la matas, tigre.

—¡Hikaru-san! —la pequeña rubia de primer año, llamada Ame, se acercó a ellas y tomó las manos de la nombrada—. ¡E-estás increíble, Hikaru-san! ¡Tal y cómo esperé!

La de tercer año sonrió nerviosamente mientras escuchaba a su amiga soltar una risa burlona entre dientes. La fulminó con la mirada antes de regresar con la menor, quien poseía un gran brillo en sus ojos y un color rojizo teñía sus mejillas.

—Uh... ¡Gracias! —realmente no sabía cómo reaccionar—. Me alegro que te guste, Ame. Tú también estás muy bella.

A continuación, la azabache posó una mano en la cabellera de Ame y la revolvió con mucho cuidado de no estropear su peinado, el cual era simple pero bonito. La muchacha sonrió con más emoción, como también su sonrojo incrementó.

—¡Me alegro que piense así, Hikaru-san! —de repente, la profesora tocó la puerta del baño, avisando que todas ya deberían salir. Nishimura sintió cómo su corazón palpitaba más fuerte por toda la adrenalina que viajaba por su cuerpo—. ¡Muy bien! ¡La espero en el escenario! ¡Adiós, Hikaru-san!

—Sí... adiós, Ame.

Cuando finalmente Hikaru y Akane se quedaron solar en el inmenso baño del instituto, la azabache se permitió sentarse en uno de los bancos que había por allí, dejando escapar un buen y pesado suspiro, esperando que todos los nervios se escaparan a través de él.

Con sabor a azúcar. Where stories live. Discover now