Capítulo 30 (Efectos de medianoche)*

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No suelo hacer este tipo de cosas porque ya he puesto una advertencia al final de la descripción de esta novela y existe desde el primer momento en el que la publiqué. Sin embargo, lo voy a hacer solamente porque no quiero que nadie pase un mal rato y no quiero tener malentendidos.

Al final de este capítulo hay CONTENIDO SEXUAL. No se trata de una escena de sexo, pero sí es explícito. Y a partir de ahora, los capítulos que tienen este tipo de contenido les voy a poner un asterisco (*) en el título.

Sé que hay gente que se siente incómoda a la hora de leer algo sexual, y lo entiendo perfectamente; es totalmente respetable y normal. Así que si eres una de esas personas vas a tener que saltarte el final. Apenas leas que hay alguna leve insinuación deja de leer puesto que el final del capítulo termina con eso.

Ahora sí, disfruten. <3

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La suave y friolenta brisa se colaba por su piel, besándola a un suave ritmo. El cielo se encontraba totalmente limpio y puro, y las aves preparaban su vuelo para partir hacia un sitio donde sus plumas podrían gustar del calor. La azabache miró con una sonrisa divertida a su novio, este mantenía el semblante serio ya que estaba de mal humor.

—¿Realmente tenemos que hacer esto ahora?

—No te quejes. Prometo que luego te compensaré con unas gelatinas de café. —respondió la joven, dándole un pequeño beso en la mejilla al de pelo rosa.

—Eso es lo único que me motiva para seguir aquí.

Hikaru soltó una risita.

—Vamos, no es tan malo. ¿Acaso no te gusta pasar tiempo con tu querida y caliente novia? —la mayor alzó una ceja, pícara, haciendo una pose exageradamente ridícula para poder señalarse a sí misma—. Es que, mírame. Cualquiera tendría envidia, y no los culpo.

Kusuo rodó los ojos. Aunque no sabía por qué reaccionaba así si ya estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios por parte de ella.

No debería gustarme, pero lo hace.

—Podríamos pasar el tiempo de otra manera. —y antes de que la azabache pudiese responder con un chiste absurdamente sexual e irónico, el psíquico se apresuró a continuar—. No estando aquí, a las nueve de la mañana, congelándonos.

Tal y cómo Kusuo había mencionado, ambos se encontraban en la fría y solitaria vereda en frente de un edificio. A su alrededor, se encontraban varias cajas y algún que otro mueble sin armar. La razón de por qué estaban allí era simple: luego de estar meses organizando todo y suplicándole a sus padres para que le permitiesen aquella comodidad, Hikaru finalmente consiguió las llaves de su departamento para poder mudarse e independizarse de sus padres. Era un paso nuevo como su vida de adulta, y la azabache mentiría si dijese que no tenía miedo de este cambio.

Aunque después de todo, los cambios grandes (sean malos o buenos) afectan la vida de uno de una manera u otra.

—Por favor no seas malo conmigo. Realmente no creo que sea taaaaaan difícil llevar un par de cajas y un par de muebles. —habló Hikaru, tomando una gran caja para después llevarla con cuidado—. Además, son solo cajas, dos cómodas y un escritorio. Los muebles verdaderamente pesados los puse hace unos días con ayuda de mis padres, Azumi y Kaito.

Al psíquico se le contrajo el estómago al escuchar ese último nombre.

Si tan solo pudiera usar mis poderes... hubiésemos terminado todo en unos pocos minutos.

Con sabor a azúcar. Where stories live. Discover now