Capítulo 35 (Un peso menos de encima)

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El parque nunca había sido un lugar tan frío y tan triste como antes.

Un agrio sentimiento recorrió cruelmente su cuerpo. Sentada en el borde de una fuente que ya no desbordaba agua gracias a la temporada del invierno, la joven de cabellos azabaches dejó escapar un pesado suspiro intentando mantener un rostro sereno. Sin embargo, sabía que, en algún momento, su cuerpo la traicionaría y dejaría que ese manojo de nerviosismo se proyectara en las expresiones de su rostro y en el tono de su voz.

Tenía que ser sincera consigo misma: tenía miedo. Miedo porque no sabía lo que podía llegar a ocurrir luego de ese encuentro.

¿Cómo es que aceptó ir en primer lugar? Seguramente era esa muerta esperanza que todavía se encontraba marchita en su corazón. Una esperanza que le decía que sí hubo algo bueno en su pasado, y que gracias a ello pudo aprender de sus errores. Una esperanza que quería demostrar que ella había cambiado, y que no era la misma chiquilla infantil que hace unos años atrás.

No quería seguir atada al pasado. Estaba harta de seguir así y sufrir cada vez que lo recordaba.

Ya no quería seguir sintiéndose culpable por lo que había sido. Quería demostrarse a sí misma que todo el sufrimiento que trepó por su piel alguna vez no había sido en vano y que ya había madurado lo suficiente como para tomar las riendas de su futuro.

Los errores antiguos no te definían como persona.

Y eso Hikaru lo sabía, pero por más que se lo repitiese, ella sentía que todavía caminaba ciega en una ruta sin salida. Preparándose para tirarse al abismo y caer en sus demonios que, hambrientos, la esperaban cada segundo para poder devorarla sin piedad.

—Lindo día, ¿huh? —una voz masculina la sacó de sus pensamientos, obligándola a poner los pies sobre la Tierra.

La azabache elevó la mirada hasta que se encontró con esa débil sonrisa y esos ojos apagados observándola con ligera melancolía.

—¿Qué es lo que quieres? —fue al grano. No quería quedarse, pero tampoco quería irse. Quería arreglar todo de una vez por todas.

El castaño permaneció en silencio por unos segundos, pensativo, intentando encontrar las palabras para comenzar.

—Meh, no lo sé realmente. Solo quería... verte... —ante eso último, Hikaru lo miró casi espantada y abrió la boca para contestar bruscamente. No obstante, el otro se le adelantó—. ¡No de esa manera, idiota! Lo decía porque quería disculparme contigo.

Eso sí que la tomó por sorpresa.

—¿Tú? ¿Disculpándote? Por favor, no me hagas reír. —respondió la joven molesta, frunciendo el ceño y desviando la mirada—. ¿De verdad te estás disculpando? ¿Un día después de que tanto como tus amigos y tú me hayan humillando e insultado en público? No lo creo. ¿No fue suficiente con haberme manipulado, destruido toda mi estabilidad emocional y autoestima cuando estábamos saliendo?

Tadashi chasqueó la lengua antes de sentarse en el borde de la frente, esperando que la azabache no lo tomase como un mal signo.

—Teníamos entre 14 y 15 años cuando empezamos a salir. Era un niñato que no tenía idea de lo que estaba haciendo. La verdad, es que me di cuenta de toda la mierda que tenía en la cabeza luego de que mis padres se divorciaran y me mandaran a una escuela militar. —acotó él, largando un suspiro y posando la vista en los árboles del parque para evitar observar a la contraria—. Nuestra relación era un chiste.

—La verdad que sí lo fue. Y no sé quién fue más estúpido: si tú por manipularme de una manera infantil y absurda, o yo por creer las idioteces que decías. —un deje de ira salió disparado en su tono de voz. Tadashi casi suelta una risa sarcástica.

Con sabor a azúcar. Where stories live. Discover now