Capítulo 41 (El final de este cuento de hadas)

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Kusuo observó con aburrimiento el paisaje borroso que se encontraba detrás de la ventana, cuyo vidrio estaba empapado por unas gruesas gotas de agua que caían del cielo gris. Eran las diez de la mañana en punto y el psíquico no le quedaba otra cosa que esperar a que su novia volviese del aeropuerto mientras tomaba su chocolate caliente.

Sin embargo, con cada segundo que pasaba, el de pelo rosa no podía evitar sumirse más en el mar de pensamientos que su mente trabajaba.

Su vida había cambiado. Él como persona había cambiado. Y aquello en tan solo un año.

Ya no era la misma persona de hace un año, no era el "Kusuo" que Hikaru había conocido a principios del mismo. Y ella tampoco era la misma que él había conocido.

Pero eso era lo que le gustaba de la relación, los dos se ayudaban a crecer, a madurar, a entender viejas cosas y experimentar nuevas. Saiki sonrió inconscientemente, tomando otro sorbo de su chocolate.

Desde que estoy pasando la mayor parte de mis días aquí, mi rutina se ha vuelto bastante...

¿Normal? ¿Esa era la palabra que Saiki utilizaría para definir su vida en esos momentos? La palabra "solitaria" era una que se encontraba en el diccionario de su vida antes de conocer el amor, pero ahora... él cambió y todo ya no era lo mismo.

Hikaru se volvió parte de su vida, sin que los dos lo hayan planeado y ahora no podía imaginarse un futuro sin ella. En cualquier plan de vida que hacía, ella estaba en él de alguna forma u otra.

Sin duda, sus yo del pasado se burlarían de él por lo cursi que se había vuelto. E incluso podía escuchar a Toritsuka burlarse de él.

—¡Ya llegó por quien llorabas! —la voz de la la azabache lo sacó de sus pensamientos, ocasionando que Kusuo deslizara su mirada rápidamente a ella. Esta rió ligeramente al ver su expresión desconcertada—. He vuelto.

El psíquico sonrió y se levantó de su asiento para acercarse lentamente a su novia.

—Bienvenida a casa.

—¿Me extrañaste? —cuestionó ella con una sonrisa burlona, cerrando la puerta detrás de su espalda para poder acercarse y abrazar con fuerza a su novio.

—Ni un poco.

Los dos se fundieron en un pequeño beso antes de que Hikaru pudiese acomodar sus cosas.

—¿Qué tal les fue?

—Bastante bien. ¡Tengo tantas cosas que mostrarte! Compré unos souvenirs y alguna que otra cosa para decorar la casa. —respondió Hikaru, caminando a su habitación para poder ponerse una ropa más cómoda—. Pero podemos dejar eso para después, porque me debes algo, ¿recuerdas?

—Que sí lo recuerdo. Aunque realmente no hay mucho que pueda decirte, solo pregunta y te responderé.

Una vez que todo estuvo en su sitio, la pareja se sentó en el sofá luego de que Hikaru se haya hecho un buen té para matar el frío que se acumulaba en su pecho.

—En el camino estuve pensando en todas las veces que pude haber pensado en una estupidez y que tú las escuchaste.

—Sinceramente no le presto atención a muchos pensamientos, porque escucho de todas partes es algo agobiante.

—Por Dios, dime que escuchaste como cantaba internamente una y otra vez una canción de Lady Gaga. —la azabache miró con burla al de pelo rosa.

—Estuviste una maldita semana con esa canción metida en la cabeza. Me obligaste a ponerme mi anillo solamente para dejar de escucharla.

—¡Ha! ¡Lo sabía! ¿Y anillo? ¿De qué-...? ¡Oh! Creo que ya sé cual es. Te vi usándolo algunas veces. —respondió Hikaru, tomando un sorbo de su té.

Con sabor a azúcar. Where stories live. Discover now