Capítulo 2

172 8 0
                                    

Son las tres y media de la tarde. Mi madre se pasea por casa con Camilla en brazos. Camilla es mi hermana, Milla, y yo soy su Iice. Ella sólo tiene que decir “ma-má” para obtener un “¡muy bien!” y que todos sonrían. Sólo tiene que dar palmadas o canturrear una melodía usando una cucharita de café como micrófono.

Para mí todo es “no-tengo-que”: no tengo que perder el tiempo, no tengo que llegar tarde, no tengo que beber, no tengo que fumar, no tengo que tomar drogas, no tengo que salir sin permiso, no tengo que ir en moto con Carolina. Y me resulta increíble pensar que hace unos pocos años yo también era así, que todo era fácil, que sólo tenía que dar palmadas… Pero el tiempo vuela y no te avisa, no te dice que está a punto de alcanzarte y te va a adelantar.

Milla se agarra a los hombros de mi madre. Ya he terminado de hacer la traducción. La repaso y no consigo encontrarle ningún sentido: son doscientas palabras puestas una al lado de otra. En media hora no se puede hacer nada más.

Me doy una ducha rápida, voy a mi habitación y abro el armario. Dentro de un cuarto de hora Giorgia estará aquí. ¿Adónde iremos? No lo sé. Y tampoco sé qué ponerme. ¡No sé nada! Inspecciono el armario, percha por percha; combino colores, abro cajones y lo saco todo, incluso ropa que había olvidado, que huele a naftalina y que vete a saber si todavía me va bien.

Suena el interfono.

– ¡Alice! –grita mi madre desde el pasillo–. Una tal Giorgia te espera abajo- Pero ¿quién es? ¿Adónde vas?

¡Giorgia ya ha llegado! Y todavía no sé qué ponerme.

– ¿Alice?

– ¡Sí, mamá! –contesto rápido y fuerte como un soldado en posición de firmes–.Es del instituto, Giorgia Battaglia, tercero B.

– ¿Dónde vive? ¿Me dejas su número de teléfono?

Y me doy cuenta de que no sé nada de ella.

– ¡Alice, contéstame!

– Vive aquí cerca, el número no lo sé…

– ¿Cómo que no lo sabes? Pero ¿la conoces?

– ¡Sí, mamá, la conozco! Solo que no tengo su número de teléfono ni la dirección exacta…

Y todavía no sé cómo ir vestida.

– Pero ¡piensa un poco, Alice! Y si pasa algo y tu móvil no funciona, ¿cómo te localizo?

– No te preocupes, vendré pronto… Cuando vuelva te daré toda la información que quieras. –Y pongo de nuevo los ojos en el armario.

– Tú no vas a ir a ninguna parte. –Y sale de mi habitación.

La sigo por casa en sujetador y bragas, intento convencerla, resoplo y le digo: “¡Eres peor que el FBI!” Y llegamos a un acuerdo.

Son las cuatro y media. El sonido del claxon hastiado llega desde el portal. Me pongo los vaqueros, una camiseta blanca un poco ajustada y sin mangas, cinturón, pendientes de perla, cacao y pintalabios color tierra. Me doy una pasada de maquillaje con la brocha, me recojo el pelo y me rocío el cuello dos veces con Acqua di Giò, calcetines de colores, zapatillas deportivas y… Ya está, estoy lista.

Cojo el móvil, me echo un vistazo en el espejo. “¡Venga!”, me digo; abro la puerta y salgo. Bajo las escaleras corriendo y ya estoy con Giorgia. No le doy ni tiempo a saludar.

– ¡Mira, si quieres que salga contigo tienes que decirme dónde vives y darme tu número de teléfono!

– ¿Qué es esto? ¿Una broma?

Las estrellas se pueden contar (versión lésbica)Where stories live. Discover now