Capítulo 3

138 5 0
                                    

Los exámenes orales son como una ruleta rusa; estamos en silencio y nos vamos pasando la pistola cargada. Hoy lleva tres bala y una quizás esté destinada a mí. Ricci mira la lista. La adrenalina va subiendo por los pies, escala por las venas y se acumula en el estómago. Aprieto el gatillo y no sale nada. ¡Salvada! Una descarga de adrenalina.

– Paolo, Andrea, Carla.

Hoy la bala les ha tocado a ellos. Paolo consigue un 7, Andrea baja a 5, Carla se hace la graciosa y consigue un 6 pelado.

No puede ser… Desde hace unos días, Carla está diferente; va disfrazada: se le ven las bragas, los pantalones van barriendo el suelo, se pone camisetas escuálidas llenas de frases estúpidas, se seca el pelo con el secador y luce collares con bolas de acero. Y así ya no parece ella.

Ahora se junta con las tías más modernillas del instituto; solo hay que tener una mirada apagada y llevar la camiseta adecuada para merecerse su amistad.

Suena el timbre del recreo. Carla está al lado de la máquina de café y le tira los tejos a Ludovica. Y ella la maneja como más le conviene. Me imagino las tonterías que le estará diciendo para domesticarla. A lo mejor lo de aquella vez que fue a Valle Lunga a participar en una carrera de motos con su ex , o cuando fue a un college de Inglaterra y conoció al hijo de un príncipe árabe que quería casarse con ella y cubrirla de oro y diamantes. O aquella otra vez que estaba haciendo surf en Santa Severa y vio la aleta de un tiburón que se le acercaba, aguantó la respiración una hora, se hizo la muerta y el tiburón se fue. Y yo me pregunto: “¿Cómo se puede aguantar la respiración durante una hora?” Pero sólo me lo pregunto yo…

Carla sonríe interesada y continúa escuchándola. Y creo que mi amiga ha acabado como Kafka, que un día se despertó convertido en un escarabajo. Esperemos que nadie la pise.

Aparecen dos manos por detrás y me tapan los ojos.

– ¿Quién soy?

Identifico al momento esa voz: es Giorgia. Pero juego a no darle el gusto.

– No lo sé, ¿quién eres?

Entonces aparta las manos de mis ojos y se pone de un salto delante de mí. Me la quedo mirando, me hago la desinteresada y le digo:

– Ah, la tía con la que salí ayer…

Pero ella no se deja intimidar.

– Y con quien también vas a salir hoy.

A las cuatro y media, en la puerta de mi casa. ¡Esta vez no voy a llegar tarde, lo juro!

Abro una barrita dietética: es mi almuerzo.

– ¿No comes? Te vas a encontrar mal…

Es mi padre, siempre preocupado por lo que como.

Me pone delante tres trozos de asado con puré de patatas.

– Ahora te sientas y comes con nosotros.

Le hago notar que ya me he comido la barrita y estoy superllena, aunque en mi estómago se puede oír el eco.

Me encierro en mi cuarto. Pongo el CD de Gianna Nannini en el equipo de música. Pista 9: Bello e impossibile. Me gustan esas canciones que hacen ruido, que te hacen sentir enamorada, aunque no lo estés. Escucho ésta y me convenzo de que estoy enamorada, sí, enamorada, pero ¿de quién? Quizás del Amor, ese amor en mayúscula, ese amor que no lo encuentras ni pagando todo el oro del mundo.

El estribillo dice:

Giran las estrellas en la noche,

Y yo te grito fuerte, fuerte, fuerte: ¡te amaré!

Las estrellas se pueden contar (versión lésbica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora