Capítulo 6

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Es martes por la mañana. Carla no ha venido, debe de haberse metido en líos con sus nuevos amiguetes. Ayer estaba inquieta y se marchó del colegio antes de la hora. Dijo que se quería ir. Al Laghetto. Ella sola.

No sé qué le está pasando, pero mi sexto sentido me dice que tiene algo que ver con Ludovica. Cuando un chico o una chica de este colegio pierde el norte, en el noventa y nueve por ciento de los casos Ludovica tiene algo que ver. Y yo pagaría lo que me pidieran por ser como ella: chaquear los dedos y tenerlas todas a mis pies. Ella no es de las que se complican la vida, por eso les gusta. Pero pensaba que Carla… era diferente. Bueno, últimamente me equivoco en todo. Y con todos.

Andrea entra, le pregunta a la profe de inglés si puede dirigirse a la clase, se sube a la tarima y empieza a gritar: “El director ha autorizado la fiesta de fin de curso. Mañana por la noche, de las nueve a la una. La entrada cuesta cinco euros por cabeza. Me la tenéis que comprar a mí. Si no vais, sois unos desgraciados.” A continuación pide un aplauso a la clase, se inclina, le da las gracias a la profe y vuelve a su sitio. Me acerco a Andrea y le digo que me dé dos entradas.

– ¿Y la otra para quién es? –Me guiña el ojo y me da un codazo.

Y yo me quedo allí, sin decir nada. No sé si a Giorgia le gustaría oírmelo decir. Para mi novia.

– Para una amiga.

– Sí, claro, ahora se llaman amigas…

Y yo se lo aseguro: es una amiga, sólo una amiga. Aunque haga seis meses que salimos juntas, seis meses cumplimos hoy.

Suena el timbre del recreo y dejamos ahí la conversación. Cojo mis dos entradas y me las meto en el bolsillo de los vaqueros, llena de ilusión.

Giorgia y yo nos encontramos en el patio del colegio. Me siento en el muro; ella se queda de pie delante de mí.

– Esta noche va a ser especial. Tengo una sorpresa para ti.

Y me gustaría abrazarle y preguntarle de qué sorpresa se trata. Pero estamos en el colegio y a ella no le gusta hacerlo delante de los demás.

– Esta noche te llevaré a un sitio bonito, así celebraremos nuestro “seismesesversario”.

Le recuerdo que en estos seis meses lo hemos dejado y vuelto no sé cuántas veces. Y me parece que las cosas han ido así porque ella es maga y sabe transformar cada “adiós” en un “hola”. Han sido seis meses intensos; nadie sabe amar y hacer tanto daño como ella.

– Paso a recogerte a las ocho. –Y ya se va hacia su clase.

Me armo de valor y la alcanzo con la voz.

– ¿Sabes cuál es la mejor sorpresa que me puedes dar?

Y ella se detiene a escucharme.

– ¿Cuál?

– Estar conmigo delante de todos los demás. No seguir siendo una sombra…

¡Ya está! Se lo he dicho… Bajo del muro y me quedo de pie frente a ella. Te lo ruego, Dios, haz que me bese, en la boca, delante de todos, dale el valor que me has dado a mí. Más tarde descubriré que no se trataba de valor… Giogia sonríe, se acerca y me besa. Dos besos en las mejillas, como dos buenas amigas. Meto la mano en el bolsillo de los pantalones. Las entradas están ahí, escondidas, en silencio, llenas de ingenuidad y bonitas esperanzas. Esas entradas están como yo.

Las estrellas se pueden contar (versión lésbica)Where stories live. Discover now