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Encuentro a Madre Pía con un grupo de cuatro chicas, entre las que está Claire.

—¿Qué haces aquí, Siria?

—Madre Sonia me envió con usted—murmuro.

—vaya—ella suena sorprendida—bien, entonces, chicas, deben empacar, sus hombres no van a esperarlas por mucho tiempo.

Así que eso es. Madre Pía se está encargando de las que nos iremos. La realidad cae sobre mí y solo cuando llegamos a la habitación, me permito entrar en pánico.

—Claire—le hablo, mientras guardo la poca ropa que tengo en una pequeña maleta—tú... antes de venir aquí, ¿Conocías a un hombre llamado Zaid...?

—¿Zaid Kemal?—asiento—es un hombre con bastante dinero, su padre y él son los dueños de casi todos los edificios y empresas de la ciudad—murmura—tengo entendido que son hombres bastante...

—entiendo—hablo, ya en pánico.

—¿Te irás con él?

—espero que no.

Tal vez lo que hay fuera del convento sea incluso peor que seguir aquí.

Madre Sonia y Madre Pía entran a la habitación cuando ya todas hemos hecho nuestro equipaje. Ambas sonríen, como si estuvieran satisfechas por su trabajo. Lograron que cinco chicas fuéramos elegidas.

—como saben, ustedes son quienes consiguieron un hombre—dice Madre Sonia—les hemos enseñado lo que deben hacer, cómo comportarse. Sean buenas mujeres y no deshonren a sus esposos—sigue— acaten cualquier orden que ellos les den. Si son obedientes, estarán bien.

Un rato después, salimos de la habitación en una fila. Soy la tercera. Estoy justo detrás de Claire. ¿Tengo alguna posibilidad de huir? ¿A dónde iría?

En pánico, observo a los hombres que esperan por nosotras. Luego miro a las chicas, todas tranquilas, con pequeñas sonrisas en sus rostros. ¿Por qué soy la única que está aterrorizada de esto? ¿Por qué ellas lucen como si fueran a empezar la mayor aventura de sus vidas?

—vayan con su respectivo hombre, señoritas—la Madre Pía nos habla.

Yo busco en la habitación al hombre con el que hablé pero no lo encuentro. Ni siquiera entiendo por qué me eligió. Si

—¿Me buscabas?—la misma voz grave que me sobresaltó más temprano, hace que me gire—dame eso—él extiende su mano y señala con la cabeza la pequeña maleta. Se la doy y nuestras manos se rozan. El rubor y el pánico se extienden por mi rostro y el hombre parece divertido—¿Te falta algo?—niego—quiero palabras.

—no, señor—murmuro bajando mis ojos a sus zapatos. Me estoy masticando la lengua con terror y quiero huir. Nunca pensé que este día llegaría, mucho menos tan pronto.

—entonces ya podemos irnos—el hombre agarra mi brazo con su mano libre, la que no tiene mi maleta y me saca de la habitación solo dejando que le de un último vistazo a Claire, que parece tener una conversación con el hombre que la eligió. Salimos del convento, pasamos el parque y puedo ver una hilera de autos estacionados ahí. Nos detenemos frente a un auto negro, brillante y el hombre abre la puerta del copiloto—sube.

Me siento lentamente en el asiento y escucho como él cierra la puerta. Cierro mis ojos, ya segura de que ha ocurrido. Ya está hecho. Mi vida ya no le pertenece a las Madres o al convento, sino a un hombre y estoy en pánico.

Él se sube a mi lado y enciende el coche. Sólo una vez subí a uno, hace unos años, cuando enfermé y tuvieron que llevarme a un hospital.

—me llamo Zaid—dice luego de unos cuantos minutos en los que ya nos hemos alejado del convento—hay algunas cosas que debes saber, Siria—sigue hablando, sus ojos están en la carretera. Yo me siento diminuta en el asiento a su lado—tienes que obedecerme, si hay algo que no sabes, me lo preguntas. Si no me obedeces, habrá castigos, cuando lo hagas, habrá recompensas. Así funciona esto—sigue hablando—haz lo que te digo y todo estará bien, ¿Entendido?

Obediencia |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora