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Él me prometió horas atrás que jamás haría lo mismo que las madres y me dejó sola en esta isla desconocida.

Lo odio.

No sé cuánto tiempo me lleva procesar que estoy sola y desorientada, pero comienzo a moverme. Esquivo las ramas, mientras siento las hojas crujir bajo mis zapatos y mi piel se eriza con miedo cada vez que escucho a los pájaros o un leve siseo. Me apresuro, sin rumbo — porque no sé guiarme — y cuando escucho el primer trueno, cierro los ojos e intento tranquilizarme.

Solo es lluvia, me digo a mí misma, la lluvia no puede hacerme mucho daño.

Las primeras gotas comienzan a caer y llegan a mí casi como rocío, porque se filtran entre las ramas. Miro hacia arriba, pero las espesas ramas de los árboles y enredaderas no me dejan ver casi nada.

Tiemblo.

Esto parece sacado de una película de terror.

Me muevo, desconfiada, pero ni siquiera puedo decir que estoy yendo en la dirección correcta. Estoy completamente perdida. Podría jurar que son cerca de las seis de la tarde, porque el reflejo del sol, oculto detrás de las nubes, es muy tenue. No creo que pueda llegar a la casa antes del anochecer. Además, de hacerlo, ¿Qué pasaría? ¿Tendría que fingir que Zaid no me dejó sola en el medio de la nada?

Cuando un relámpago ilumina el cielo, me sobresalto. Comienzo a correr, sin rumbo, sin saber siquiera dónde está el norte o la casa... tal vez podría regresar a la playa e intentar de nuevo, pero no puedo regresar porque perdí mis huellas por la lluvia y el viento.

En algún momento, tropiezo y caigo. Mis rodillas están raspadas y ya no intento levantarme. Abrazo mis piernas y apoyo mi espalda contra un árbol. Mantengo mis ojos cerrados, sin querer ver ni escuchar nada.

—¡No puede estar lejos! — me despierto de golpe, sin saber en qué momento me quedé dormida. Mi cuerpo está entumecido y sólo veo oscuridad a mi alrededor— Samed, ve para el acantilado, yo iré a la playa. Ahmed, busca por aquí.

Estoy muy aturdida como para percatarme de lo que pasa alrededor y sólo escucho pisadas acercándose.

Espero que sea la muerte, buscándome.

No quiero vivir más. Ni con Zaid ni con las Madres. ¿Qué hice para que todos ellos me dañaran tanto?

—¿Señorita? — una mano se pone en mi hombro, sobresaltandome. No logro ver quién es, porque tiene una linterna, de frente y me encandila— ¿Señorita, está bien?

—¿Quién eres? — el hombre mueve la linterna y la luz le da en la cara.

—soy Ahmed, ¿Me recuerda? — asiento, a sabiendas de que es uno de los hombres de Zaid — ¿Está herida? — niego, aunque por el escozor en mis rodillas, estoy mintiendo— la ayudaré a pararse, tenemos que regresar a la casa— con la linterna en una mano, me da la otra para ayudarme— el señor está muy preocupado.

—él me dejó aquí— murmuro— bueno, en la playa.

—lo sé— escucho al hombre soltar un suspiro— ¿Cree poder caminar o quiere que la...?

—puedo hacerlo — digo.

Ahmed asiente y lo veo sacar un teléfono, teclear algo rápido y luego guardarlo. Seguro le avisó a Zaid que me encontró.

—vamos— el hombre ilumina el suelo frente a nosotros con la luz y comienza a caminar. Cuando flexiono la pierna para esquivar una rama, contengo un gemido de dolor, por mi rodilla. La sangre ya está seca, pero duele de todas formas— ¿Está segura de que puede caminar? — Ahmed se percata de que algo me pasa y alumbra mis pies. Estoy descalza. No sé cuándo perdí mis zapatos. Supongo que salí de la playa ya sin ellos— ¿No quiere que la cargue? — vuelvo a negar. Él me da la linterna y lo miro confundida— ¿Puede sostenerla un segundo? — la tengo, con mi mano temblorosa y él se saca el abrigo— póngase esto, está temblando— sin esperar a que responda, pasa la tela por encima de mis hombros y me saca la linterna— vamos.

Obediencia |+18| (borrador)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang