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Abro mis ojos de golpe. Miro confundida el lugar a mi alrededor y me percato de que estoy acostada en una cama - ¿Cuándo y cómo llegué aquí? - Recorro de nuevo la habitación y si, definitivamente es la primera habitación en la que estuve con Zaid. Aquí me obligó a desnudarme y me golpeó.

Logro ver la ventana y aún es de noche, así que posiblemente no me hayan metido aquí hace tanto tiempo. Cuando me giro e intento frotar mis ojos para despejar el cansancio, me doy cuenta de que una de mis manos está esposada al cabecero de la cama. Asustada, muevo la otra y gracias al cielo, está libre.

Lo primero que hago, es intentar romperla, aunque es imposible. Las esposas son de metal y no tengo fuerza como para hacerlo. Entrando en desesperación, vuelvo a mirar todo y sacudo nuevamente mi brazo, buscando liberarme. ¿Por qué me hicieron esto? ¿Fue Zaid? Tuvo que ser él.

—¿Qué coño pasa, Siria? —la puerta es abierta con brusquedad y alguien enciende la luz, que me encandila—puedo oír las esposas desde mi cuarto.

Zaid da pasos apresurados dentro de la habitación. Tiene solamente un pantalón de chándal. No tiene camiseta. Jamás he visto a un hombre sin camiseta y el nerviosismo me invade, porque no sé qué hacer.

—¿Por qué estoy así?—señalo temblorosamente mi mano unida al hierro de la cama— no he hecho nada — murmuro, pensando que tal vez es algún castigo.

—sé de tus hábitos de huir por la noche, estoy previendo que te escapes—Zaid parece cansado — una de las Madres se encargó de advertirme.

—no pensaba escapar, no pensaba hacer nada—digo, un poco cabreada.

Zaid saca una llave pequeña del bolsillo del pantalón y la esposa que abraza mi muñeca, me libera. Sin embargo, queda sujeta al barrote de la cama, detrás de mi cabeza. ¿Me esposará de nuevo?

Antes de poder emitir un sonido, su cuerpo está sobre la cama, sentado y, al igual que horas atrás, empuja mi pecho sobre sus rodillas y comienza a darme palmadas en el culo mientras que sostiene mis muñecas en mi espalda. Esta vez, no desobedecí una orden y no entiendo por qué lo hace.

—por favor... ¡No hice nada! — exclamo, con el pulso acelerado, sin entender por qué me castiga.

Zaid no dice nada, se limita a darme manotazos en el culo hasta que ya prácticamente no lo siento y cuando se detiene, siento el ardor recorrer toda mi piel.

—si vuelvo a sentirte despierta o escuchar que tironeas de la esposa en lo que queda de la noche, vendré a castigarte de nuevo—Zaid me ha sacado de sus piernas y ahora agarra mi rostro con fuerza, demasiada—¿Te ha quedado claro?

—no intenté escapar, lo juro, no hice nada—murmuro con los ojos desbordando lágrimas. Me paso las manos por el rostro, con fuerza, sintiendo rabia e impotencia. ¿Por qué me castiga si no hice nada?

—se me dio la gana hacerlo—Zaid me observa, divertido—son las tres de la mañana, además. Me has despertado y eso me cabrea.

—lo lamento—bajo mi cabeza—no era mi intención, yo... me asusté. No sabía dónde estaba.

—vale—Zaid pasa sus manos por mi rostro y termina de sacar las lágrimas que yo no he sacado—ahora acuéstate y duerme, aún quedan cuatro o cinco horas.

Asiento levemente y cuando lo veo que agarra la esposa, con la intención de rodear nuevamente mi muñeca, retrocedo.

—necesito ir al baño—murmuro.

Zaid me observa durante unos cuantos segundos, buscando la mentira en mis ojos. Aunque no lo es. No he ido al baño desde que llegué a la casa y eso fue hace más de diez horas.

Obediencia |+18| (borrador)Where stories live. Discover now