9. un beso

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Abrí la puerta, pasando rápidamente y dejándole paso a T. Max corrió hacia mí, efusivamente, pero se detuvo a ladrar en manera defensiva hacia el chico a mi lado.

—Hey, tranquilo, Max —le dije.

—¿Le pusiste Max a tu perro? —bromeó T mientras trataba de pasar sin que Max lo matara.

—¿Qué tiene?

—Muy poco original, ¿no lo crees?

—Tenía cinco años, no me juzgues.

—Que niña de cinco años tan poco original —dijo burlón, sonriendome de lado.

Pasé a la sala, donde le indiqué que podía dejar su mochila. Él se sentó en el sofa, Max parecía empezar a tranquilizarse y Timothée pudo acariciarlo con calma.

—¿Tienes hambre? —le dije mientras me dirigía a la cocina.

—¿Me harás de comer? —preguntó mirándome alzando una ceja. Negué y puse los ojos en blanco.

—No, pero puedo darte algo que ya esté hecho.

—Que lindo que te preocupes por mí.

—No lo hago, sólo no quiero que te estés quejando después.

Él se levantó del sillón y caminó hacia mí.

—¿Cuando admitiras que...

Detuvo su frase por alguna razón. Estaba a punto de decir una de sus oraciones idiotas, pero algo lo detuvo. En realidad no supe que, simplemente pude apreciar como su mirada se perdía.

—¿Que cosa, Chalamet?

—Nada. Olvídalo —espetó—. No te preocupes, no tengo hambre.

Fruncí las cejas, no captando bien su actitud, pero decidí ignorarlo y sali de la cocina. Max se recostó en el sofá, entonces asumí que no molestaría mucho.

Mi mirada se topó con el puño de T, aún rojo. Recordé la escena de aquella mañana en las gradas. Sintiéndome automáticamente mal.

Sin pensarlo, caminé hasta el lava platos, tomando un paño de tela y algunos hielos. Envolví los hielos y volví donde T se encontraba. Él tenía el ceño fruncido, confundido.

—Dame tu mano —siseé.

—¿Qué?

—Tu mano, T. La que está lastimada.

Él me miró a los ojos antes de subir su mano hasta mí. La tomé con delicadeza. Tenía dedos bastante finos y largos, sus nudillos rojos.

Coloqué la tela con hielo en su mano. Él se quejó al principio, pero se relajó después de unos segundos. Yo miraba su herida con detenimiento, con cuidado de no lastimarlo. Pero podía sentir su mirada en mí, lo cuál me puso algo nerviosa.

Después de un rato, removí los hielos. Tomé una pomada que estaba junto a la mesa de la cocina y se la puse.

—Eso debería ayudar —comenté.

—G-gracias —murmuró, aún mirándome.

¿Había tartamudeado? Eso era nuevo...

—No hay de qué.

Le sonreí. Era bueno mantener una amable relación. Por lo menos ahora que debíamos trabajar juntos.

Salí de la cocina, hacia la sala y él me imitó.

—¿Quieres subir, o prefieres trabajar aquí? —le pregunté refiriéndome a la tarea. Él se veía extraño. Se encogió de hombros.

—Da igual.

ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée ChalametHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin