ɴᴏ ᴊᴜᴇɢᴜᴇꜱ ᴄᴏɴᴍɪɢᴏ, ᴛ | Timothée Chalamet

36. cobarde (p.1)

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T's POV

Siempre había pensado en irme lejos, pero nunca lo imaginé de esta manera.

Siempre había fantaseado con escaparme al lugar de mi sueños, quizás irme a otro país donde nadie me conociese y poder empezar de cero, dejando todo y nada atrás. Pero definitivamente no pensé que estaría ahora mismo abandonando todo y al mismo tiempo mi alma, sin estar seguro de poder conseguir una nueva.

Estaba muy herido, había despertado en un callejón, donde había caído abatido después de correr lejos de mi casa, golpeado y adolorido. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas y vueltas, pensando en que debía regresar, pero en que eso parecía más doloroso e imposible.

No quería preocupar a nadie, y con nadie me refiero a Grace y solo ella. Había descifrado en mi nublada mente lo rota que la chica de la que estoy enamorado está, y como ella podría desgastarse más por mí...

¿Realmente la dejaría hacer eso? ¡Ni siquiera sé si puedo sanar, maldita sea! La falsa visión a la que me cegaba parecía ser ahora transparente; podía ver que ambos estábamos destruidos, y que no sabíamos como sanar al otro más que en el mantenernos a oscuras, sosteniéndonos el uno del otro... pero si uno se tropieza, el otro...

No la hundiría conmigo; si ella es lo único que me interesa, no la dejaría caer conmigo.

Me levanté por fin y el dolor punzante en mi abdomen me hizo saber que probablemente necesitaba atención médica. Pero eso significaba ir a un médico, y el doctor pediría datos, y los datos personales llevarían a mis padres, y entonces mis padres volverían a mí de nuevo... no.

Mi mente odiaba lo testaruda de mi ignorancia y mi inútil razonamiento, pero solo podía seguir caminando hacia delante, casi aterrorizado de que si veía para atrás, mis piernas me traicionarían.

Mi única idea era ir a mi refugio, mi templo y mi lugar favorito: la casa del árbol. Solté una risa irónica al pensar en lo patético que me vería yendo como zombie hasta un lugar al que seguramente sería imposible subir. Aún así lo hice.

"Señor, ¿necesita ayuda?", escuché eso varias veces mientras caminaba al lugar que conocía de memoria. Quizás hubiera respondido, pero estaba usando todas mis fuerzas para hacer mis piernas avanzar, iba a ser terriblemente cansado e imposible alzar mi voz y decir: "sí, la necesito, y probablemente hace tiempo que he necesitado de ella", pero a veces el dolor parece una buena excusa para ocultar mi miedo a pedir una mano.

Me hubiera dado un premio yo mismo, pues no tenía ni idea de cómo había llegado solo -y vivo- hasta el lugar tan solo a pie. El subir las escaleras hasta la casita provocó que me rompiera en llanto al reposar mi cuerpo agotado en la polvorienta alfombra sobre la anciana madera que construía la casita.

Lloré hasta quedarme dormido.

Al despertarme al día siguiente, mi primer pensamiento fue: "me estarán buscando si no regreso hoy... no, sólo Pauline lo estará... no, sólo Grace..." "No quiero que me encuentren".

Me sentía como un fugitivo. Un fugitivo a mi vida y a todo lo que trataba de ella. Era tonto, ¿como demonios escaparía de lo que siempre habían venido arrastrando mis pies? Sería inútil huir del caos cuando el caos era yo simplemente.