La hija de Endeavor, Hanabi, porta un quirk problemático: conserva y roba la energía vital de otras personas, para transformarlas en juegos pirotécnicos explosivos.
Sin embargo, su cuerpo es incapaz de retener la energía de otros, y producto de sus...
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''¿Cómo te llamas?''
Estiró su mano para ayudarla a levantarse.
Ante sus ojos, se mostró por primera vez aquella sonrisa hiperbólica y dulce. Parecía una mofa de su parte, pero aquel gesto que le brindaba era honesto, y no pretendía burlarse de lo que había presenciado recién.
Su rostro, a su parecer, iluminaba como un auténtico farol en la noche, a pesar de que reinaba la luz del día.
La pequeña niña de cabellos rojos no era capaz de mirarle directamente, e ignorar aquella luminotecnia que fatigaba sus retinas.
Contados un par de segundos, Hanabi quitó su atención de él, y se colocó de pie orgullosa, sin coger de la mano a aquel entusiasta joven blondo que se la ofrecía para asistirla.
La había encontrado tendida en el suelo, luego de un desdichado accidente
Se había caído a merced de una explosión, mientras intentaba practicar con su don en el parque del vecindario. Hanabi no tenía la suerte de muchos dentro de aquel mundo, ya que su quirk era defectuoso y le costaba muchas lesiones el no poder controlarlo.
Así fue cómo, de camino a casa, dos escolares curiosos fueron testigos del percance.
Estaba avergonzada, y por ello les daba la espalda.
''¡Oye! ¿estás bien? ¡¡Tú causaste una explosión muy grande con tu don!!''
Ese era un problema mayor, del que no iba a hablar con desconocidos. Hizo caso omiso a sus palabras y procedió a quitarse la tierra de su falda.
''Tengo entendido que está prohibido para los civiles usar sus poderes en la calle... pero...''
Hanabi suspiró, pues ya lo sabía. Ya sabía que estaba prohibido, pero ¿qué quería que hiciera?, ¡¿Que explotara su casa?!
''¡Soy Togata Mirio! ¡Es un gusto conocerte!''
Si el don de la insistencia existía, probablemente él era el portador. Por ello, plantó su mirada fría sobre sus formidables pupilas azules, esbozando una seriedad con la que pretendía agotar su sonrisa. Aunque no lo logró.
Quizá debía ser más clara.
''No sigas hablándome... no necesito amigos''.
Pero en vez de echarse atrás, como cualquier otra persona, el rubio volvió a sonreír.
''¡Seguramente no! ¡¡Pero mi amigo sí!! ¡¡Estamos buscando amigos, ya que no quiere hablar con nadie dentro de la escuela!! ¡¡Su nombre es Amajiki Tamaki y él-!! ... está...''
