La hija de Endeavor, Hanabi, porta un quirk problemático: conserva y roba la energía vital de otras personas, para transformarlas en juegos pirotécnicos explosivos.
Sin embargo, su cuerpo es incapaz de retener la energía de otros, y producto de sus...
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AMAJIKI TAMAKI
Ciertamente Hanabi-san lucía cada vez más triste, molesta y cansada...
Cada vez que alguien la veía caminar por los pasillos de la U.A, seguramente se daba cuenta de que a ella le molestaba su propia existencia.
No sonreía ni siquiera frente a un espejo.
Sabía lo mal que eso se sentía.
Yo la había observado hace muchísimo más tiempo que los alumnos de este sitio. Llevaba años conociéndola, e incluso antes de que nuestra primera conversación ocurriera, yo la observaba.
Mirio vivía un poco más lejos de nosotros, pero fue el primero que fue capaz de abrir su corazón hace seis años.
Desde ese momento, conocí a la verdadera Hanabi-san. Una que nadie más parecía conocer.
Desde entonces, siempre venía a mi casa, todos los días, a cualquier hora. Se alzaba sobre la celosía de madera de mi jardín, mientras yo me dedicaba a regar el pasto.
''¡Tamaki-kun!''. Tenía catorce años y ya sabía escalar los árboles.
Sonreía y parecía una persona completamente diferente a la que solía ver de lejos. Las primeras veces en que se dirigía a mí de imprevisto, yo iba a a esconderme. Pero a medida que esto fue repitiéndose día tras día, comencé a relajarme teniéndola cerca.
''¿Vas a enseñarme algún truco de magia?'' .
''¿Quién te dijo que yo?... ah, Mirio, ¿no?''.
''¡¡Yo también quiero ver!!''.
Actualmente era distinto. Volvía a ser aquella chica sombría que practicaba sola con su peculiaridad a los once años.
Aunque Mirio me lo explicara, y aunque comprendiera que al crecer las personas cambian, se me era difícil verla así de triste. ¿Pero qué iba a hacer yo?, yo no era capaz de hablarle.
Yo había cometido algún error, estoy seguro. De lo contrario, jamás habría dejado de hablarme hace dos años.
Al menos no dejó de hablarle a Mirio. Es natural, él no comete los mismos errores que yo.
Pero me hubiera gustado haberle preguntado, una sola vez, cuál fue la razón.
Recordé una vez más, pasajes del pasado.
''¡La próxima semana haremos el examen para entrar en la U.A!''. Gritó una de aquellas veces, irrumpiendo en mi morada. Ahora, finalmente, yo podía verla directamente a los ojos sin huir a ninguna parte. ''¡Deberíamos ir a acampar!''.
''... ¿Acampar? ¿Por qué?''.
''Solo... Quiero pasar una noche fuera de casa... ¿qué dices?''.
