Capitulo 3: Paradoja

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Catalaia Winchester

Aguantaba la respiración por unos segundos dejando dentro el dolor para intentar proseguir el día sin mayores contratiempos. Aquel era un gran día, era el día de la primera presentación del musical y yo..., yo tenía doble tensión el bailar y al mismo tiempo dirigir. Todo estaba saliendo bien excepto por la protagonista del musical, había tenido un desgarre muscular y no podía presentarse. Ahí venía de nuevo mis ataques de pánico y de ansiedad. No podía joderse todo después de tanto sacrificio. Estaba tan estresada que por cualquier cosa terminaba gritando.

— Cata, que haga el papel la suplente.

— ¡No hay suplente!

— ¿Que? ¿Como que hay suplente? Sabes que eso es vital.

— Ella tiene otro papel también el musical. ¿Sabes que? ¡A la mierda! Mi paciencia dura menos que la mala fama que tengo en los diarios.

— Cata, respira y por favor piensa por diez minutos. Últimamente tu nivel de tolerancia es cero. Hay una opción, pero no se si la ves viable.

Mirándola con curiosidad pregunté

— ¿Cual?

— Baila tu, se que puedes hacerlo.

Esta mujer a veces fantaseaba mucho. Su opción solo logró ponerme peor. Cubriéndome el rostro negué con la cabeza llena de ansiedad.

— ¡No bailo hace un año! Es ridículo, no se si aun tenga la condición para hacerlo.

Sacando de su bolso mis puntas, esas que había renunciado a volver a tocar desde que perdí a Judy me las dio y sonriendo respondió.

— Se que renunciaste a bailar así como renunciaste a vivir, pero el baile es algo que vive en ti. El mismo destino te ha puesto en esta situación para que vuelvas a ponerte esas puntas. Te sabes las coreografías porque tú las creaste; no tienes excusa.

Negué con la cabeza. Me negaba hacerlo. El bailar formaba parte de la Catalaia de antes y no quería ser la de antes. Por serio era que había perdido tanto en mi vida incluyendo a mi hija. Apreté los dientes y seguía negándome.

— No lo haré

— Si no lo haces todo lo que has hecho en estos meses será en vano. Ese teatro está a capacidad, se han vendido todos los boletos y el mundo ya conoce tu nombre. Este es tu sueño y ha sobrevivido a todo lo que has pasado, no dejes que también muera.

Agarrando las puntas con algo de fastidio terminé aceptando. En realidad estaba muriendo del nervio. Ya no recordaba lo que se sentía bailar y fracasar nuevamente sería algo que no soportaría. Alice me ayudó a ponerme el vestuario y al verme al espejo volví a ver a la que era antes por unos segundos. A esa Catalaia que se emocionaba al verse al espejo con un vestuario y un maquillaje exhorbitante.

— ¿Sabes que me gusta de este musical?

— ¿Que cosa?— Pregunté sería

— El personaje que representarás hoy. Es un matiz del ave fénix y como dice la leyenda...

Sin dejar que terminara, yo lo hice por ella

— El ave resurge de sus cenizas..., pero en mi caso ni soy un ave y tampoco he resurgido de mi miseria. Más bien sigo en ella.

— Porque quieres. Se que es duro lo que has vivido, la pérdida de Judy y demás, pero puedes usar eso mismo para salir hacia delante. No pierdes nada intentándolo. Nathaniel no es el fin del mundo.

Dejándome sola en el camerino me creo mil preguntas en mi cabeza que no tenían respuesta en aquel momento. Pero en el fondo si quería subirme a esas puntas. Si había algo en el mundo que me daba placer y tranquilidad al hacerlo, era el baile. Terminé de ajustar las puntas y con las piernas temblorosas salí del camerino. No tenía idea de cómo haría ambas cosas, pero lo único que sabía era que todo lo que pasara en ese musical sería más improvisación que algo ensayado. Al tener la luz de los reflectores sobre mi, escuchar la música soñar y miles de ojos sobre mi, era la sensación más intensa y al mismo tiempo más gloriosa del mundo. Cada paso que daba, cada vez que me elevaba en las puntas poniendo todo el peso de mi cuerpo sobre mis dedos, me hacía olvidar todo lo demás. No me sentía también en mucho tiempo, Alice tenía razón al decir que el baile vivía en mi. Había pasado un año pero al volver a tocar esas puntas era como si el tiempo se hubiese detenido. Los aplausos, la gente arrojando rosas y mi corazón a mil era la sensación más gratificante que había recibido en mucho tiempo. Caí casi muerta del cansancio en el camerino luego de que el musical acabara y Alice no tardó en entrar. Siempre estaba detrás de mi velando que no me cortara las venas o me tomara un bote de píldoras según ella.

Después de Tí Where stories live. Discover now