Capitulo 36: Se transforma el pasado

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Nathaniel Archer

Aún no podía creer que estuviéramos en esta situación. De hecho no tenía ni puta idea de si estaba haciendo o no lo correcto al adentrar a Catalaia a esta habitación, y por ende a un mundo que no tenía muy claro que pudiera entender del todo. Siempre la he visto como una hermosa flor, frágil, delicada a la que hay que cuidar. Siempre la fantaseaba en otra faceta, menos delicada y más atrevida en el sexo pero era esa delicadeza lo que me llamaba la atención de ella y me hacía quererla cuidar incluso de mis propios deseos y placeres. Había aceptado dejarlo atrás, comenzar a tener el sexo de la manera a la que la gente estaba acostumbrada, haría cualquier cosa por que ella no se sintiera que estaba con un fenómeno o alguien con algo mal en la cabeza. Era mi forma de sentir placer pero esa misma forma de sentirlo era la que constantemente me hacía sentir pena y vergüenza de mi mismo. Estaba dispuesto a cambiar fustas y grilletes por caricias y besos pausados, cambiar todo lo que era yo por verla a ella feliz. Pero el sorprendido había sido yo, al ver cómo podía transformarse de una mujer a otra con la facilidad que lo había hecho me había dejado en trance. Aquella lencería que llevaba puesta la hacía verse como toda una atrevida dispuesta a todo. Me miró con esa morbosidad que yo mismo había sembrado en ella y mordiendo sus labios comentó.

— Te voy a demostrar que las "niñas buenas" también podemos ser de día unas damas y de noche unas putas..., las dos al mismo tiempo.

— Suena tentador, y muero por ponerlo a prueba.

Esperaba nerviosismo en su mirada o miedo. Pero no..., no veía nada de eso en su rostro más bien, veía curiosidad y adrenalina cosa que para mi era más que perfecto. Me acerqué a ella y sin dejar de mirarla fijamente separé sus piernas con fuerza de modo que cualquier cosa que hiciera entre sus piernas, pondría su capacidad de resistencia a prueba. Mis manos descendieron por su abdomen para rápidamente buscar asilo entre sus labios vaginales ya deleitosamente mojados. La calidez de su vagina era perfecta, podía sumergirme y degustarla, de solo probarla era el inicio de un orgasmo en ascendencia. Aquel encaje comenzaba a estorbar y de un tirón lo había hecho caer al suelo dejando descubierta la parte de su cuerpo que me podía doblegar en cuestión de segundos. El tono rosado en sus labios vaginales, esa asimetría perfecta que poseía y la humedad que siempre la acompañaban hacían de su vagina para mi un oasis perfecto. Mientras mis dedos jugaban a descubrir sus entrañas, mi lengua se había asomado suavemente sobre su clítoris dando pequeñas pero lujuriosas lamidas hasta hincharlo y escuchar de su garganta como gemía y el metal sonaba al ella agitar los brazos cada vez que su interior se estremecía. Ella había pedido que fuera quien en realidad era, me pareció intuir que lo que deseaba era que fuera como era con Odette, qué no pensar en si la lastimaba o no, pero eso jamás pasaría aunque me dejara guiar por mis deseos. Lastimarla no estaba dentro de aquella promesa además de que no me lo perdonaría nunca. Ella se había convertido en el centro de todo lo que yo era, incluyendo el sexo. Cada centímetro de su cuerpo incitaba a querer tocarlo, a querer poseerlo desmedidamente. Y esa combinación de inocencia con picardía en su rostro era pólvora pura para la tentación que ella ocasiona por sí sola. Agarré uno de los artilugios que había puesto sobre la charola y ella al verlo rápidamente preguntó.

— ¿Qué es eso?

— Es un dilatador anal. Ayudará a abrirte un poco, cada día un poco más.

— Ah vale.., se supone que me vas a meter eso en el...

— Shhh, relájate y déjate llevar.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer, le provocaría algo de incómodo pero estaba dispuesto a convertir ese pudor en placer. Al las esposas estar unidas por un imán, se podían desplazar por todo el techo de manera que podía moverla a cualquier lugar de la habitación con las esposas. La llevé hasta la cama y tumbándola sobre la misma le cubrí los ojos con un antifaz. Podía sentir su nerviosismo en su piel, en su rostro y aún más cuando separe sus piernas abriéndola completamente para mi. Mi lengua estaba acostumbrada a degustar su vagina y podía estar horas y horas sumergida entre sus labias pero había lugares donde moría por conquistar y era momento de mostrarle nuevos placeres. Mi lengua descendió más allá del perineo, esa pequeña pero tentadora división entre lo conocido, y el placer que estaba a punto de experimentar. Al ella sentir mi lengua sobre su ano, dio un pequeño brinco que luego mermó dejando fluir los sentidos. Llegar ahí era lo más que deseaba, lo más morboso y con lo más que fantaseaba y ahora mi lengua estaba lamiéndola quedando conquistada por completo. Mientras mi lengua la lamía suavemente, introduje dos dedos, luego tres en su vagina comenzando a sacudirla ahora un poco más fuerte y sacando más gemidos de su garganta. Aún estaba algo tensa, pero pronto dejaría de estarlo. Rocé el dilatador sobre su ano y ella al sentirlo rápidamente se tensó por completo.

Después de Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora