Capitulo 7: El amor no entiende de razones

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Catalaia Winchester

Ahora muchas cosas tenían sentido para mi. No sentía pena, no sentía lástima sólo sentía confusión. ¿Por qué no me había dicho antes? Luego de esperar un rato en la sala de estar busqué en mi bolso las llaves de la casa y no las encontraba. Es que no podía estar más jodida. Eran las dos de la mañana y no tenía como entrar a la casa.

— Ya el taxi viene en camino.

— Gracias

Notó que estaba algo preocupada y tenue preguntó.

— ¿Pasa algo?

— No, bueno..., las jodidas llaves de la casa. Debí perderlas en la fiesta. No será hasta mañana que pueda llamar a un cerrajero. En fin, no es nada grave.

— Puedes quedarte.

— ¿Que? ¿Estás loco? Claro que no

— Es solo hasta que amanezcas, ya luego te puedes ir. Aunque te vayas ahora, no tienes donde pasar la noche. Puedes quedarte en la habitación que ocupabas.

Estaba jodida, sin opción alguna tuve que aceptar su ofrecimiento. Estar allí en aquella casa me traía tantos recuerdos que llegaban a ser dolorosos. Quería que todo fuera como antes, lo amaba y en sus ojos podía ver que él también lo hacía. Pero su falta de amor propio, su miedo a vivir y a ser amado lo tenían atado y condenado a vivir solo. Lo que había dicho Margaret estaba dándome vueltas una y otra vez. Estaba borracha pero dijo cosas que Nathaniel tampoco había desmentido. Eso de que era autista..., explicaba porque decía constantemente que no era normal. Dormir se me hizo imposible en aquella casa. Sabiendo que dormía bajo el mismo techo que él después de un año de no hacerlo, resultaba bastante extraño e incómodo. A la mañana siguiente, me levanté muy temprano para poder irme lo más pronto posible. Mire mi móvil y tenía dos mensajes de Louis.

Louis a las 9:00pm

No pensé que era tan aburrido.

Louis a las 10:00pm

Al menos me hubiera gustado llevarte a tu casa.

Se me había olvidado por completo el detalle de que había ido a la fiesta con Louis. Bajé rápidamente esperando poder salir sigilosa pero allí ya estaba despierto, desayunado y muy madrugado.

— Buenos días.

— Gracias por la amabilidad de dejarme pasar la noche aquí. Ahora, si necesito el taxi e irme.

— ¿Me dejas llevarte? No tienes necesidad de irte en un taxi.

— No

— Catalaia por favor

— Dije no

— No tienes nada de qué preocuparte. Me ha quedado muy claro que tú estás en tu página y yo en la mía.

Terminé aceptando el que me llevara. La verdad no me gustaba mucho tomar taxis y..., y yo era una tonta porque el orgullo me llegaba más que el deseo de poder hablar con él sin rencores o enojos. Mientras conducía intentaba mirar su rostro de vez en cuando. Se miraba triste, perdido y tenue. Apreté los dientes y pregunté.

— ¿Es cierto lo que ha dicho Margaret ayer? No me respondiste.

— No se de lo que hablas

— Lo de tu condición. ¿Por qué no me lo has dicho?

Con vergüenza en el rostro respondió

— Es cierto, y si no te lo dije es porque las personas que lo han sabido, me tratan con lastima o me ven como si fuera algo raro. Toda la vida ha sido así.

Después de Tí Where stories live. Discover now