Capitulo 21: Un corazon comienza a endurecer

4.6K 583 89
                                    

Catalaia Winchester

El viaje había terminado de molerme por completo. No podía dormir, las náuseas y mareos eran la orden del día y las putas hormonas me tenían alocada. Nathaniel había reservado una suite presidencial del tamaño de una casa. Era hermosa, amplia y con acabados futuristas. Tenía una bella vista del centro de la ciudad de Sídney y el atardecer tras aquellas ventanas era inefable.

— Mañana tengo una reunión a las nueve de la mañana.

— ¿Puedo ir contigo?

Negó con la cabeza

— No Catalaia.

— ¿No quieres estar conmigo?

Quitándose los zapatos y tumbándose exhausto en la cama respondió poniendo los ojos en blanco.

— Cata, tienes que guardar reposo. No quiero que nada les pase a ti ni al bebé.

Sentándome a su lado estaba dispuesta a buscar la forma de convencerlo pero Nathaniel cuando decía no, era absolutamente no. A veces cuando se ponía en ese plan quería agarrarlo a hostias por ridículo y más ahora que todo me fastidiaba.

— ¡Bien! ¡Me quedo sola aquí!

— No estaré mucho rato, cuando salga te prometo que te llevo al teatro o a donde quieras.

No se si eran las hormonas, el bebé o que rayos pero verlo ahí todo tumbado y con la camisa desabotonada solo quería una cosa, sexo. Subiéndome sobre el mordí mi labio inferior y besando sus labios suavemente sugerí.

— ¿Por que mejor no estrenamos la suite? Hazme el amor, quiero que me des duro, como cajón que no cierra.

Haciéndome a un lado se sentó y otra vez me rechazaba. Era la tercera vez que lo hacía y ya comenzaba a frustrarme. Quería hacer el amor, desesperadamente como nunca antes he querido. Y era precisamente cuando este gilipollas se negaba.

— Estás buscando que ordene en línea un consolador

— Catalaia, sabes que no es posible. ¿Que parte de que tienes que estar en reposo absoluto no entiendes?

— ¿Ósea que pretendes estar nueve meses sin sexo?

Asintió con la cabeza

— Si es necesario para cuidar de ese bebé, así va a ser.

Comenzaba a exasperarme. Enojada salí al balcón y caminado de lado a lado buscaba tranquilizarme. El enojo, la frustración y los antojos anormales me tenían hecha un lío. Estaba más sensible que nunca y sentía que me quería morir. Para variar estaba peleada con Alice y en aquel momento no tenía con quién coño hablar. Agarré el móvil y sin pensarlo dos veces, le marqué a Margaret.

— Hola Cata, ¿Que tal el viaje?

— ¡Horrible! Tengo unas nauseas que no se me van con nada, quiero matar a tu hermano cada vez que me dice que no a algo y lo peor de todo..., no quiere tener sexo. Ósea, no quiere siquiera tocarme. Me quiero morir, quiero..., queiro...

— Cata relájate un poco. Seguramente lo hace por lo que le ha dicho el médico. Tiene que cuidarte.

— Si, pero el médico seguramente se folla a su mujer todas las noches, en cambio yo llevo días sin nada de nada. Ya hasta creo que no le gusto.

Margaret carcajeo y divertida respondió.

— Cata, lo hace por tu bien. Le fascinas, lo traes como idiota. De eso que no te quepa la menor duda. Pero tienes que cuidarte, no puedes andar haciendo desarreglos.

Después de Tí Where stories live. Discover now