Capitulo 30: Tocando fondo

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Nathaniel Archer

Juraba que pronto me volvería loco. Con tanto en la cabeza en cualquier momento mandaba todo al carajo. Y no bastaba con todo lo que tenía encima como para aguantar los celos de Catalaia. Con el pasar de los dias, se había puesto peor. Nunca había sido celosa pero desde que tuvo a Eleanor, sus celos ya eran delirantes. Luego de aquel agregado con mi asistente, ella se alejó tanto, que apenas la veía. Y así sus escenas de celos habían mermado más sin embargo comenzaba a extrañarle. No comprendía porque tenía esa inseguridad, llevábamos dos noches sin dormir juntos por cosas colaterales y ya no hallaba como acercarme q ella. Entre a la habitación de nuestra hija y allí estaba ella sentada al costado de la incubadora observando a Eleanor dormir. Su rostro era triste, decaído y hasta diría que inseguro. El aire se podía cortar con un cuchillo de lo denso y tenso que se sentía. Me acerqué a ella y sentándome comenté.

— ¿Como estas?

— Estoy bien

— No has bajado a cenar

— No tengo hambre.

— Cata, ¿Que es lo que ocurre?

Sin dejar de mirar a Eleanor con desdeñez, contestó.

— Querías que dejará mis celos, que no te cuestionara nada, al parecer mi presencia en la empresa te avergüenza. Bien..., estoy cumpliéndo con lo que me has pedido. Porque la verdad es que resulta mucho más fácil meter el polvo debajo de la alfombra.

Se puso en pie y pretendía irse pero la detuve sin saber de que coño iba todo esto.

— Llevas semanas así, no tengo idea de que te ocurre. ¿Crees que estoy relajado? No lo estoy, a veces prefiero a Odette amenazando que así de callada y tranquila cómo está y ¿sabes porque? Porque cuando está tranquila por mucho rato es que algo grande y atroz está planificando. Y eso, me toca a mi averiguarlo. Claro sin contar la tres empresas internacionales que tengo que dirigir para que al final, vengas tú a celarme de cosas que hasta el momento, no entiendo ni comprendo.

— Ya te he dicho, no volverá a suceder. Pero sabes que pienso, que te gusta tener a tu asistente ahí detrás de ti como perro faldero. Preferiste creerle a ella que a mi que supuestamente soy la mujer que amas. Esa mujer me humilló horrible y tu no hiciste nada.

— Catalaia no puedo ir despidiendo a cada empleado que te caiga mal en mi empresa. ¡Madura!

— Vete a la mierda, déjame en paz.

Salió de la habitación enojada y ya yo no encontraba que coño hacer con ella. Me acerqué a la incubadora y ver a mi pequeña dormir me relajaba y por ese instante nada más importaba. Era una cosita hermosa y moría por poder cargarla y llenarla de besos. De esa noche no podía pasar el entender que demonios le pasaba a Catalaia. Armándome de paciencia y tolerancia, subí a nuestra habitación y la había pillado en toalla saliendo de tomar una ducha. Me interpuse entre ella y la puerta enfrentando de una vez eso que no terminaba de cuajar entre los dos.

— ¿Quieres que despida a Rebecca?

— Haz lo que te dé la gana. Sal del medio

— ¡Joder! ¡Es que contigo no se puede!

— Sabes qué pasa, que que de todo lo que esa mujer me dijo en algo tiene razón. El ser mamá me ha restado sensualidad y sexualidad.

Acababa de oír la cosa más absurda y ridícula que podía haber salido por la boca de esta mujer.

— ¿Que? ¿Te estás escuchando?

— ¿Hace cuánto no me tocas?

— Catalaia diste a luz y...

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