Capitulo 23: Recaida

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Catalaia Winchester

Cinco meses después

No podía creerlo y me daba miedo ver frente al espejo mi vientre creciendo cada dia mas. Me miré en el espejo y sonriendo toque mi vientre mientras sentía como mi angelito se movía dentro de mi. Era una de las sensaciones que más disfrutaba. Los pasados cinco meses había sido algo controversiales para mi en cuanto a poder sobrellevar los cambios de humores y al mismo tiempo intentar no entrar en caos. Quien no la pasaba bien del todo era Nathaniel. Me temía que estuviera entrando nuevamente en una de sus crisis porque era el peor momento para que eso ocurriera. Intentaba ocultarlo, pero se hacía cada vez más evidente. Ya no iba a la empresa, solo dormía o tocaba el piano melancólico y en las noches lloraba en silencio aunque creía que no lo escuchaba. Era lunes, y típicamente en lunes a primera hora ya estaba en la empresa pero no, estaba en la terraza tumbado en la hamaca con la mirada algo perdida y su rostro sombrío. No sabía cómo levantarle el ánimo, no tenía idea de cómo contrarrestar los síntomas de una persona depresiva. Entré a la terraza y acercándome a él busque conversación.

— Hoy ha estado muy inquieto. ¿Quieres tocar?

— Tal vez después

— Es lunes...

— ¿Y que con eso?

— Sueles trabajar los lunes

— Este lunes no.

Agarré una de sus manos y suspirando con algo de temor comenté.

— Nat, llevas casi un mes así. Desde lo del incendio del teatro no hemos vuelto a saber de Odette, todo está bien, el bebé crece bien y solo faltan pocos meses para tenerlo en casa. Pero parece que nada de eso te importa.

— Hace quince años, me sentía como una mierda, mamá había muerto, estaba solo en el mundo con Margaret y en el colegio constantemente me pateaban el culo. Me decían infinidad de cosas, ir al colegio era un infierno. Marica, niña, loco, tonto, anormal entre otras cosas era lo que tenía que escuchar todos los días. Yo no respondía, no me defendía solo me quedaba callado, dejaba que me patearan el culo una y otra vez. Cuando caía al piso y ellos seguían pateando solo tenía en mente una cosa, mi madre. Quería estar con ella, no quería seguir estando allí. Uno de esos que me pateaban el culo, me dijo que si hubiera sido yo, ya se habría matado. Esa misma noche, había decidido no seguir viviendo. Me vi con una pistola en mi boca, listo para tirar del gatillo cuando Ellen entró al despacho por casualidad y me encontró. Desconsolada me quito la pistola y abrazándome fuertemente preguntó porque quería morir. Yo tenía la respuesta perfecta, ¿Por que tendría que vivir? Ahora, después de tantos años me hago la misma pregunta.

Me dolía sus palabras. Pero más me dolía que él no se diera cuenta de que me dolía verlo así. Solloza baje la mirada e intentando cambiar ese pensamiento destructivo respondí.

— Este no eres tú, no lo eres. Es solo una crisis y pasara, estoy aquí y siempre estaré cariño. Tienes que vivir porque tienes una familia que te ama, yo te amo y este bebito también te ama y necesita de su papá.

Riendo con burla respondió.

— Necesita un padre que pueda protegerlo, no yo.

Agarré su mano y colocándola en mi vientre lo miré. Sus ojos azules llenos de dolor y tristeza me miraron y aún con toda esa tristeza, veía en sus ojos que su amor seguía intacto. Mi angelito dio una patadita y Nathaniel al sentirla sonrió tenue.

— ¿Lo sentiste? Este bebito es tu hijo, nuestro hijo y te necesita más que nada en el mundo. Yo te necesito.

— Estoy enfermo Catalaia, y si ese bebé sale igual que yo.

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