Capitulo 26: Enroque

4.5K 577 78
                                    

Nathaniel Archer

La verdad, nunca imaginé que ese día llegaría. El día en que estuviera en una tienda por departamentos comprando cosas de bebés con una mujer hermosa, que se ha quedado a mi lado a pesar de todos mis problemas. Pero mucho menos imaginaba que en algún momento de mi vida sería padre, y ahí estaba eligiendo el color de la cuna y de los adornos del cuarto del bebé. Aunque estaba siendo un poco difícil la tarea, no sabíamos si era niña o niño y todo tenía que ser en colores neutros. Me sentía extraño, no podía negar que esto de ser padre era algo que sentía en ocasiones que me quedaba grande. Pero al final ella estaba ahí para hacerme sentir confiado de que todo saldría bien.

— Mira esta, esta hermosa. O no..., está está más bonita. En color blanca se vería perfecto. — Comentó mirando las cunas.

— La que elijas, seguro será perfecta.

Yo tenía algo mucho más grande en la cabeza que seguía dándome vueltas una y otra vez. Verla feliz, escoger las cosas para el bebé y por primera vez verla sonreír sin miedo a nada comenzaba a ser lo único por lo que valía la pena hacer todo lo que hacía. Alejándome un poco agarré el móvil y leí un par de llamadas entre ellas  había una de Odette. Apreté los dientes y pretendía ignorar las llamadas pero ella no se detendría. Atendí otra de sus llamadas y al oír su voz quebrantada, agonizante y por primera vez dolorida, me había convencido de que los roles habían comenzado a cambiar. No importa cuán detestable y cruel haya sido los métodos, Odette comenzaba a tener miedo o al menos, había perdido una batalla en medio de lo que parecía ser una guerra interminable.

— Hay muertos en lápidas, otros en urnas pero sobre todo, hay muertos que caminan, respiran y no saben que están muertos. Le has matado, has matado a mi Gia y si..., conseguiste joderme y muy pocas cosas en este mundo pueden joderme. ¿Sabes lo que significa eso? Que te voy a arrancar hasta el alma, a ti..., y a Catalaia. Mataste a mi hermana y la mataste también a ella.

— No le harás daño a ella, ni a nadie de mi familia porque no será sólo tu hermana, iré por tu padre, tu madre y hasta el perro que tengas. Creo que subestimas al autista y crees que tienes la sartén agarrada por el mango. Pero es hora de que comiences a sentir el miedo que por años has sembrado en los demás.

— No sabrás lo que es vivir en paz, te despertarás todos los días nervioso y pensando en cuando o como acabaré contigo. Y eso será lo mejor de todo, que no tienes idea de cuándo o cómo será. Cuida mucho a Catalaia y el segundo engendro que tiene. ¿Crees que no lo sabía? Aun no me conoces.

— Ya no te tengo miedo Odette. Ten cuidado con lo que hagas porque puede ser que te salga el tiro por la culata.

— Veremos quien tiene la sartén por el mango y quien es quien tiene que tener cuidado. No puedes cuidar a todos al mismo tiempo Nathaniel, vas a descuidarte y cuando lo hagas, verás el infierno de frente y nada ni nadie podría sacarte de ahí, te lo juro infeliz. Antes me tenias delante y ahora me tienes detrás y eso es peor.

Tenía algo claro y sin duda alguna, mientras Odette respirara y viviera, jamás habría forma alguna de tener paz. Catalaia no podría tener esa sonrisa que mejoraba mis días, no podríamos tener una vida normal mientras ella siguiera viva. No se detendría y ahora menos que nunca. Le había derribado una de sus piezas más importantes en su tablero y aunque cojeaba por momentos, esa hija de puta sabía cómo recomponerse.

—  Amor, ¿Estás bien?

Mire a Catalaia y apretando los dientes asentí con la cabeza.

— Lo estoy.

— ¿Con quién hablabas por teléfono?

— Era un cliente

Se que no me creía del todo pero a veces ella prefería no seguir preguntando, a conseguir una respuesta que no le gustara. Estaba feliz, se le notaba en el rostro. Había comprado media tienda de bebés y no dejaba de abrazar un osito de peluche que le había comprado al bebé. No podía evitar dejar de mirarla de reojo y sentir ternura al verla sentada en el asiento copiloto con su vientre cada día más grande cargando un hijo que sinceramente jamás pensé que llegaría a tener. Aunque se veía feliz, en ocasiones se veía pálida y cansada. En especial en aquella ocasión que intentaba ocultar que se sentía mal y eso me jodia.

Después de Tí Where stories live. Discover now