Capitulo 34: Aire en las venas

4.2K 558 45
                                    

Nathaniel Archer

Me sentía feliz, extrañamente en mucho tiempo no experimentaba esa sensación. A pesar de toda la mierda que estaba ocurriendo, Odette no había logrado separarme de Catalaia. Faltaba una hora para el encuentro con Odette y yo ya tenía todo planeado. Agarré una jeringuilla y guardandola en mi saco suspiré algo tenso, todo tendría que salir bien si es que quería ver a Margaret de nuevo. Al voltearme, Catalaia estaba en el marco de la puerta mirándome algo triste. Sabía que era lo que pasaba por su mente, debía tener miedo de que terminara follandome a Odette pero primero prefería morirme antes de que eso pasara. Caminé hacia ella y mirándola con amor, besé sus labios suavemente.

— Nada va a pasar

— ¿De qué hablas?

— Sé lo que estás pensando. Pero eso no pasará, no tendré sexo con esa mujer.

Encogió los hombros decaída

— Y si cuando la veas, ¿recuerdas esos momentos en los que sentías ese placer que te gusta? O, ¿sientas la necesidad de follartela por más que la odies? Tú mismo lo has dicho, es como una droga y no sabes si ya la has superado.

— Catalaia, mírame bien. —Ella levantó la mirada y mirándome algo solloza, añadí — La única mujer a la que voy a follar una y otra vez, eres tú. Aún no eres capaz de imaginar cuánto deseo hacerlo, pero lo sabrás.

Dejándola en casa aún triste con celos en su cabeza sintiéndose inferior a Odette aún no se porque coño, salí hacia la casa de esa infeliz y solo tenía en mente una cosa, hacerla sufrir hasta que me dijera donde estaba Margaret. Al llegar, sus matones me hicieron subir hasta su habitación y aquello realmente parecía un circo. Había preparado todo como si fuéramos una pareja en plena luna de miel. Ella estaba en lencería con una copa de champán en las manos y juraba que se veía atractiva.

— Esta noche promete mucho

— ¿Tienes un espejo?

— ¿Por?

— Creo que no te miras en uno hace años. Te ves ridícula.

— Yo en cambio creo que eso es lo que quieres tú creer para no admitir que te mueres por follar conmigo.

— Estás más loca de lo que pensé.

— Hay de todo, desde fustas hasta alfileres. Elige con que quieres empezar.

Tragué saliva deseando contener el enojo y no dejarme llevar por mis impulsos. Esa perra sabía muy bien por donde podía doblegarme y eso podría ser peligroso pero lo único que tenía en la mente era a Catalaia esperando por mi en casa.

— Ya he dejado a Catalaia perra infeliz, ahora dime dónde está Margaret.

Pavoneándose con la copa por toda la habitación, chistó con burla.

— Cuando yo tenga un orgasmo, entonces hablamos de tu hermanita.

En un descuido, se volteó por más champaña y no pude retrasar más el llevarla al límite hasta que me dijera donde tenía a Margaret. Al voltearse dándole un cabezazo cayó atontada al suelo. Agarré lo primero que encontré en aquella habitación y amarrándola a una silla, me senté frente a ella esperando que volviera al si.

— Uy, se pone interesante. ¿Como es que me vas a follar aquí atada?

Saque la jeringuilla de mi saco y mirándola fijamente me quede callado deseando no solo amenazarla, sino terminar con ella de una vez.

— Me dirás dónde está Margaret y es ya.

— Estás pirado, ¿Cómo piensas obligarme? ¿Sabes lo que están haciendo con ella ahora? Mis amigos deben estar follandosela de formas inimaginables.

Después de Tí Место, где живут истории. Откройте их для себя