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--¡Quiero el maldito divorcio!

Bien, esa era la frase que Seokjin había estado esperando escuchar desde hace semanas. No obstante, debía admitir que no estaba ni siquiera mínimamente preparado para el desasosiego que lo golpeó tras escucharla.

Mucho menos de boca de su madre.

Las cosas se estaban saliendo de control.

--Taehyung, vayamos afuera. -sugirió tras notar el miedo y la insertidumbre cernirse en las infantiles facciones de su hermano.

--Se van a separar. -murmuró el castaño menor con tono inestable una vez fuera de la casa, haciendo que el corazón de Jin se encogiera de manera dolorosa al sentir el delgado cuerpo a su lado temblar sutilmente.

Seokjin se apresuró a abrazarlo a su cuerpo a la par que intentaba encontrar las palabras correctas que le reportaran algo de consuelo.

Pero ¡diablos! su mente estaba en blanco y sentía como si estuviera a la deriva.

Ciertamente no era la mismo estar a la espera de una tormenta que estar en medio de ella.

Y es que, a pesar de lo mucho que se repitió a sí mismo que solo era cuestión de tiempo para que el tema del divorcio sugiera, y que su reacción debería ser calmada y madura, tanto por él como por Taehyung; en ese justo momento lo único que sentía era pánico.

Porque, pese a las ausencias del señor Kim y a que apenas había recibido uno que otro abrazo de este y quizás dos o o tres sonrisas; lo cierto es que el hombre era la única figura paterna que había conocido, ya sea que este hubiera ejercido bien su papel de padre o no. Si bien jamás ha empleado en voz alta la palabra padre para referirse al hombre, lo consideraba como tal.

Y un divorcio no dejaba de ser un divorcio.

Ambos jóvenes se agitaron cuando las voces de los mayores se hicieron cada vez más audibles.

--¡Lárgate, maldito desgraciado! ¡No te quiero volver a ver jamá! -vociferó la dama, con el sonido de fondo de pasos apresurados bajando las escaleras.

--¡Al menos deja que saque algo de ropa! ¡No me puedo ir así!

--¡Fuera! ¡Te quiero lejos de mí, de mi casa y de mis hijos!

El silencio sepulcral que prosiguió a esa petición fue tal, que lo único que los hermanos Kim lograron escuchar fue el latir errático de sus propios corazones.

--No voy a dejar a Taehyung. -la voz del señor Kim resonó con tanta calma, que un escalofrío recorrió la espina vertebral del doncel mayor, quien de inmediato tragó grueso.

--¡Ni lo pienses! no te vas a llevar a mi bebé. Más te vale que te vayas antes de que los chicos lleguen y...

--Déjate de tus amenazas. Bien sabemos que tengo todo el derecho a llevarme a Taehyung conmigo, yo soy su padre.

"Por favor, por favor, cállense ya." -suplicó Jin para sus adentros.

--¡Y yo su madre!

--¡Pero no la verdadera!

Oh, no...

Seokjin sintió como los brazos de Taehyung aflojaron su agarre antes de que este levantara lentamente su mirada acuosa y conectara con la suya, llena de culpabilidad.

--Tae, yo... -musitó cuando las lágrimas empezaron a desbordarse por las mejillas ajenas.

La puerta principal fue abierta de forma brusca, revelando el furibundo rostro de los dos mayores, quienes rápidamente palidecieron tras notar que ambos donceles estaban afuera.

--Seokjin... Taehyung. -llamó con voz quebrada la dama al notar las miradas cargadas de dolor en sus dos hijos.

--¡No! ¡Tae, espera! -gritó el apuesto doncel cuando este empezó a correr lejos de ellos.

--¿Él escuchó? -el rostro del hombre palideció tras recibir una gesto afirmativo y un grito ahogado escapó de la garganta de la fémina una vez su sus pies flaquearon el tiempo suficiente para dejar de sostener su peso. Seokjin se apresuró a ir hasta su madre para socorrerla.

--¿Sabes a dónde pudo haber ido? -cuestionó nuevamente el padre de Taehyung, provocando que la atención de Seokjin pasara de los sollozos lastimeros de la mujer a su lado y se concentrara en su persona, notando entonces lo acongojado que estaba a pesar de que su voz denotaba calma.

--Puede ser...

Después de llevar a señora Kim dentro de la casa, los dos restantes se subieron al auto del mayor para ir en busca del doncel menor.

***

Las horas pasaron y aún no daban con Taehyung, provocando un inquietante malestar en Jin y ambos adultos.

El normalmente pulcro rostro de la señora Kim era todo un desastre, sus facciones denotando las largas horas de llanto y la angustia que carcomía su alma a cada segundo que pasaba sin saber el paradero del castaño menor.

La situación era desesperante. Ya pronto anochecía y a ellos no se les ocurría dónde más buscar.

Seokjin había estado tan seguro de que lo encontrarían en la heladería, que su pecho se agitó de manera dolorosa cuando no fue así.

Buscaron en la escuela y en todo el vecindario. Inclusive revisaron la casa por si había regresado sin ser visto.

Pero nada.

Tampoco existía algún amigo de la escuela o fuera de ella. No había ningún familiar cercano al que pudiera recurrir ya que Seokjin y los dos mayores eran prácticamente las únicas personas con las que interactuaba en su día a día.

La posibilidad de que le haya pasado algo malo se cernía como una sombra que oprimía sus corazones con cada segundo transcurrido.

Totalmente resignados y con el miedo creciendo en sus pechos, decidieron que era momento de llamar a la policía.

El señor Kim se disponía a tomar su teléfono para hacer la llamada cuando una cabellera castaña se asomó por la puerta principal.

--¡Taehyung! -exclamó la mujer nada más reparar en su presencia, levantándose de inmediato para correr hasta donde él, casi asfixiándolo con un abrazo y llenándole la cara de besos --Mi bebé, estás bien... estás bien.

Taehyug no pudo evitar sentirse culpable al notar la angustia de la fémina, quien lloraba a mares mientras le repetía que no volviera a huir de casa.

Si bien aún se sentía un tanto resentido y confundido con el descubrimiento de que él en realidad no era hijo de la mujer que lo había cuidado desde que tenía memoria, su corazón se sintió cálido ante las emotivas palabras que esta le profesaba en ese momento, dejándole en claro que, aunque no lo haya llevado en su vientre, definitivamente él estaba en su corazón.

--P-perdón. -alcanzó a decir el castaño menor, sintiendo como ya sus ojos no podían retener las lágrimas que amenazaban con desbordarse y siendo al instante suavemente arropado por los delgados brazos de la dama que lo envolvieron fuertemente, arrullándolo cerca de su agitado pecho.

Seokjin dio varios pasos al frente, sorbiendo por su nariz antes de barrer con su diestra las lágrimas que descendían por sus mejillas. Extendió sus brazos hasta abrazar con ellos a su madre y a su hermano, creando así un muy apretado abrazo colectivo.

Por su parte, el señor Kim observaba toda la escena desde su posición. Lamentando profundamente el cambio de vida al que iba a someter a su hijo al privarlo de la cercanía de aquellos a los que reconocía como su única familia.

----☆☆☆----
2/3

Aunque quizás no lo parezca, este capítulo es importante para la trama tanto de esta historia como de la siguiente.

♡♡Gracias por leer, votar y/o comentar♡♡

《Akina》

Mi Terco Doncel 《NamJin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora