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Seokjin se encontraba dándole los últimos toques a su maquillaje mientras un suspiro resignado abandonaba sus labios.

Más de un mes había transcurrido desde su boda, siendo esta la primera vez que asistiría a una fiesta de alta sociedad. Se sentía algo inquieto y ansioso puesto que sería formalmente presentado como el esposo de Namjoon.

Y no es que le importara la opinión de los ricachones que asistirían a aquel evento. Solo se sentía exhausto después de un día de largas horas de trabajo que robaban lo que quedaba de su energía después de cuidar de su madre mientras su hermano menor asistía al instituto. Lo único que deseaba era preparar algo para cenar y acurrucarse en la cama al lado de cierto chico de hermosos y sexis hoyuelos.

Pero esa noche no le sería posible.

La llegada del chico en cuestión hizo que Seokjin se girara para dedicarle una sonrisa. Pese a que esta le fue devuelta, el bonito doncel podía apreciar la fatiga en las facciones contrarias

Y no era para menos.

Después de todo, Namjoon debía presentarse sin falta en la empresa familiar durante el tiempo que no ocupaba en sus horas de clases. Esto, como un castigo silencioso impuesto por su propio padre tras haberse negado a siquiera intentar salvar algo de aquellos dos años de estudio en el extranjero; alegando que prefería empezar desde cero a separarse un instante de Seokjin para ir a hacerse cargo del proceso burocrático al que sería sometido en su anterior universidad.

Para el señor Kim, el conjunto de decisiones abruptas tomadas en esos últimos meses por su hijo empezaban a rayar en lo absurdo, por lo cual no estaba dispuesto a dejarle salir ileso esta vez. Estaba seguro de que lo que su vástago necesitaba era una lección de vida y él estaba dispuesto a dársela. No no dudó en reclutarlo en su empresa, retirándole cualquier beneficio como heredero y situándolo en el puesto de un simple asistente. Muy al contrario de lo que se esperó, Namjoon en ningún momento se quejó pese a que el mayor se aseguró de que nadie fuera blando con él.

Probablemente toda aquella determinación y empeño le hubiese resultado dignas de admirar, de no ser porque consideraba que el menor ponía en peligro tanto su futuro como el del legado familiar.

Por su parte, a Namjoon realmente no le molestaba la parte de ganar su propio dinero, puesto que Seokjin se negaba a aceptar si quiera un centavo proveniente de la fortuna de los Kim. Aunque bueno, técnicamente el sueldo que ganaba apenas le alcanzaba para pagar el alquiler y comprar algunos alimentos, por lo cual el castaño también aportaba una gran parte de sus ingresos como modelo.

Y, aunque al principio al más alto le resultó humillante tener que aceptar la ayuda económica de su esposo, al final no tuvo más remedio que hacerlo porque la otra opción era pedir ayuda a sus padres. Si bien sabía que estos no se la negarían, lo cierto era que su orgullo también había entrado en juego en esto. Por lo que, claudicar supondría un golpe que no estaba dispuesto a soportar.

--Estás hermoso. -musitó con genuina admiración en dirección a Seokjin --En realidad siempre lo estás. -aclara casi de inmediato --Pero esta noche, más que nunca, eres capaz de eclipsar el brillo del sol.

--Durante la noche no hay sol. -refuta el doncel fingiendo desinterés cuando en realidad le encantaba recibir halagos de su esposo. Aunque no lo admitía en voz alta.

--Eso es porque sabe que lo vas a opacar.

--¿Y qué hay durante el día? -insiste --El sol sale de día.

--Sí, bueno... -se encoge de hombros --No pretenderás que se oculte todo el tiempo, ¿no?

--Solo admite que no sabes qué responder. -acusa divertido, olvidando por unos segundos su cansancio.

Mi Terco Doncel 《NamJin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora