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Si existía algo de lo cual Kim Seokjin se enorgullecía era de su tozudo y rebelde carácter, el cual le brindaba la entereza para mantener la compostura cuando las cosas no eran favorecedoras para él.

Desde muy niño aprendió que la vida estaba llena de altibajos; después de todo, no estuvo exento de los dramas familiares y uno que otra desventura que amenazó quebrantarlo. Pese a todo, siempre demostró que su espíritu era igual de fuerte que su endemoniada personalidad, negándose a mostrar ante nadie esa parte suya que era vulnerable y frágil.

No suplicó cuando pidió un cachorro como regalo de cumpleaños pero le fue negado con la simple explicación de que "un pequeño animal era mucha responsabilidad para un niño de siete años".

Enmascaró su decepción con una sonrisa tranquila cuando, en cuarto grado, no obtuvo el papel para el que audicionó en la obra escolar y para el cual se había esforzado tanto.

No se acongojó cuando tuvo el suficiente reciocinio para comprender que su padre biológico -a quien nunca conoció ni desea conocer- se desentendió de su existencia nada más enterarse de que estaba en el vientre de aquella muchacha de orígenes humilde, a la que no tuvo reparos en llevar a la cama pese a que era menor de edad.

Aceptó con madurez cuando su núcleo familiar se desintegró, perdiendo así a quien por años reconoció como única figura paterna.

Tampoco se permitió llorar por un corazón roto -aunque ganas no le faltaron- cuando su orgullo y dignidad fueron pisoteados. Aunque en parte, debía admitir que la serie de acontecimientos desafortunados que prosiguieron a esto lo ayudaron bastante a no pensar mucho en su primer y muy doloroso fracaso amoroso.

De ser alguien supersticioso, hubiera estado tentando a creer que todo aquel declive en su vida, cuyo inicio radicó en la partida de cierto chico rico, procedía de algún maleficio o algo así. No obstante, una vez su mente estuvo despejada de los estragos causados por el amor, constató que la mayoría de sus problemas actuales hubieran sido completamente previsibles en su momento de no haber estado demasiado ocupado pasando el rato; no reparando a tiempo en que su madre no había vuelto "milagrosamente" a la normalidad como él quiso creer, sinó que fingía por el día que todo estaba perfectamente bien, permitiéndose sucumbir ante sus demonios internos únicamente en la soledad de su recámara. O que las finanzas en su hogar eran cada vez más críticas.

Y, aunque bien pudo derrumbarse dado lo lastimado que se encontraba su espíritu, prefirió resarcirse ante sí mismo haciéndose cargo de la situación.

Es por ello que nada más graduarse del instituto se dispuso a buscar trabajo -a escondidas de su madre- dando, casualmente, con un caza talentos que, fascinado por su extrema belleza y elegancia, no dudó en abordarlo y sugerirle trabajar como modelo.

En un principio no estuvo seguro de que aceptar fuera buena idea, y no porque no le emocionara, todo lo contrario; el problema residía en su madre, quien era más que seguro pondría el grito al cielo con la sola mención de lo que para ella era un trabajo inapropiado. No obstante, no tardó en ponerse en contactar con quien se presentó ante él como ken. Tras explicarle su situación, idearon una forma en la que pudiera modelar sin necesidad del consentimiento de la señora Kim, haciéndole creer a esta que el bonito castaño trabajaba como ayudante de chef en un restaurante del centro de Seul.

Pese a que en un principio su conciencia resintió el engaño, esto quedó rápidamente atrás cuando las cosas empeoraron debido a que la fémina -más irracional y orgullosa que nunca- se negó a seguir recibiendo el dinero extra que el padre de Taehyung le depositaba con el fin de cubrir la colegiatura del castaño mayor, haciendo oídos sordos a la insistencia del hombre y las sugerencias de su hijo mayor; prefiriendo prescindir de la bonita casa y hasta de comida en la mesa con tal de no depender económicamente del que fue su esposo.

Mi Terco Doncel 《NamJin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora