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En la casa Kim las cosas habían vuelto casi por completo a la normalidad.

La señora Kim ya no era más ese ser apagado y taciturno que lloraba cada noche sin falta desde que Taehyung regresó con ellos. Aunque al principio aún estaba la insertidumbre de que el padre de este quisiera llevárselo nuevamente tras su regreso a Seúl, todo temor quedó en el olvido cuando el hombre, mediante una llamada telefónica, les hizo saber que había desistido de tal idea tras comprender que su rutina y horario laboral le impedían hacerse cargo del menor, por lo que no dudó en dejarlo a su cuidado, al menos hasta que Tae terminara la escuela.

Esta noticia representó un tremendo alivio y regocijo tanto para el castaño mayor como para la dama, que si bien aún seguía en pésimos términos con el que por años fue su esposo, no dudaría ni por un segundo en darle todo su amor y cariño al pequeño doncel.

Y así la rutina se había impuesto nuevamente en la vida de Seokjin, tanto él como Taehyung regresaron al instituto gracias a que el señor Kim le aseguró que los problemas matrimoniales nada tenían que ver con ellos. Aunque en primera instancia la fémina se negó a recibir un centavo más allá de una asignación mensual para los gastos y manutención del pequeño de sonrisa cuadrada, había terminado aceptando -a regañadientes- que la colegiatura del castaño mayor también fuera cubierta porque, de lo contrario, este perdería el año. No obstante, no estuvo dispuesta a aceptar ni una ayuda más, optando por empezar a generar dinero por su propia mano. Aunque no era mucho el dinero que podía conseguir vendiendo postres, bocadillos y piezas bordadas por ella con devoción cada noche, era lo suficiente para tener algo que comer cada día.

Lastimosamente no pasaba lo mismo con las facturas.

Seokjin había propuesto conseguirse un trabajo de medio tiempo para ayudar con las deudas, pero su idea fue descartada por la obstinada mujer que aseguraba que no era necesario y que todo estaba bajo control; más él era consciente de que, sin la ayuda económica del señor Kim y sin ningún otro tipo de ingreso fijo, era cuestión de tiempo para estar hasta el cuello de deudas.

Y es por esta razón que, desobediendo los deseos de la mujer que le dió la vida, había ido en busca del empleo a tiempo parcial, siendo contratado como mesero el primer día de búsqueda. Había estado tan entusiasmado con la idea de ayudar, que no había dudado en confesar lo que para él era una muy buena noticia.

Pero vaya que lo lamentó un segundo después de que las palabras abandonaran su boca cuando el semblante de la fémina cambió en cuestión de segundos y ni qué decir de su personalidad, la cual rayaba en la histeria. Incluso había levantado la mano para pegarle, siendo únicamente frenada por el grito asustado de Tae.

El recuerdo aún causaba escalofríos en Seokjin, quien nunca había visto tal faceta de su madre. Esa mirada tan llena de odio y el rostro desencajado...

A pesar de todo, el apuesto doncel estaba lo suficientemente conforme con cómo iban las cosas como para relajarse y disfrutar de ciertos nuevos aspectos en su vida. Como por ejemplo, pasar tiempo con cierto chico de bonitos hoyuelos.

--Vamos, Tae. -le instaba al menor una vez recorrida la distancia desde su instituto hasta la pintoresca heladería. Observó desde la puerta de cristal a Namjoon acompañado de aquel chico de nombre Hoseok, el que innumerables veces había hecho de mal tercio entre ellos. Aunque no es como si él pudiera quejarse cuando Taehyung era una constante en todos sus encuentros. Pero a quien sí le sorprendió ver fue a aquel chico pálido que vagamente recordaba.

--Jinie, entremos. Yo quiero helado. -dijo con voz alegre Taehyung, provocándole una sonrisa a su mayor que se apresuró en entrar, siendo recibido, nada más colocar un pie dentro, por aquella particularmente intensa mirada que tanto efecto tenía en él.

Mi Terco Doncel 《NamJin》Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum