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Namjoon desperezó su cuerpo a la par que un bostezo abandonaba su boca. Tomó su celular para apagar la alarma que una hora atrás había programado para despertarlo a las cinco de la tarde.

Caminó hacia el baño y procedió a mojarse la cara con agua fría para espantar de una vez por todas el sueño de su sistema.

Necesitaba comprar algo de soju y cervezas para afrecerle a sus dos mejores amigos que irían esa noche hasta su casa y aunque ganas no le faltaban de tomar prestada varias bebidas de la pequeña pero exclusiva bodega de su padre, lo cierto era que no le apetecía ganarse un castigo de por vida.

Comprobando que llevaba dentro de su billetera suficiente efectivo y la credencial de identificación falsa que aseguraba que ya contaba con la mayoría de edad, se encaminó hasta las escaleras que daban a la planta baja de la mansión Kim.

Agudizó sus oídos para asegurarse de no toparse con nadie del servicio, ya que si notaban que saldría insistirían en acompañarlo, recordándole que ese era su deber.

Bueno, él tampoco los culpaba por querer realizar bien su trabajo, pero a la vez, era esa misma lealtad lo que lo obligaba a andar a hurtadillas en su propia casa. Seguro de que ninguno de ellos dudaría en contactarse con sus padres para ponerlos al tanto de sus actos si era descubierto.

Tras comprobar que no había nadie cerca de la entrada, se desplazó escaleras abajo, deslizándose luego hacia un costado, en dirección a un pasillo lateral que daba hasta el jardín. Una vez afuera, se escabulló por entre los arbustos, burlando al jardinero que era el único que solía estar por allí.

Sonrió victorioso cuando llegó hasta el inmenso portón automático en el cual estaba grabado el apellido familiar, logrando salir sin ser visto.

***

Seokjin se desplazaba de manera experta y silenciosa desde su habitación hasta la puerta principal de su casa, la necesidad de salir de entre esas cuatro paredes era tan agobiante, que el castaño estaba seguro que enloquecería si permanecía un minuto más bajo todo el ambiente de tensión que se respiraba en su hogar desde la mención del divorcio.

Llenó sus pulmones de aire fresco nada más colocar un pie afuera. Echó un vistazo en todos los alrededores antes de caminar de manera apresurada.

Realmente no le importaba el lugar, solo necesitaba estar lejos de allí.

Caminó inmerso en sus pensamientos unos veinte minutos antes de ser plenamente consciente de donde estaba, chasqueando la lengua al notar que sus pies lo habían llevado hasta la dichosa heladería que, dicho sea de paso, hace más de una semana no visitaba.

Y ¿cómo hacerlo cuando ya no disponía de la compañía de Taehyung?

Sintió sus ojos arder ante el recuerdo del bonito rostro del castaño bañado en lágrimas a la vez que le dedicaba una forzada sonrisa a él y a su madre mientras el señor Kim aguardaba en la puerta.

Había sido una dolorosa despedida.

Jin sacudió la cabeza en un intento de librarse del tortuoso recuerdo, Sopesando durantes unos segundos la opción de entrar al lugar, pero terminando por descartar la idea rápidamente, diciéndose que era mejor seguir su camino porque existía la posibilidad de encontrarse con algún imbécil allí. Y, la verdad sea dicha, no tenía ganas de un encontronazo con nadie.

Emprendió nuevamente la caminata, pero esta vez estando al pendiente de por dónde iba. Adentrándose cada vez más hacia una parte más exclusiva de la ciudad. Las enormes casas y mansiones se alzaban a su paso pero no les prestó la más minima atención. No fue hasta que llegó a un enorme y bien cuidado parque que se detuvo. Admirando el verdor del brillante pasto y lo cuidado que se veía el lugar.

Bufó con ironía porque los parques cercanos a su hogar no eran ni ligeramente parecidos... pero claro, él no vivía en el distrito más caro de Seúl.

--Tonta gente rica. -escupió a la nada, adentrándose hacia el parque después de deslizar su vista a su derecha y a su izquierda, cersiorándose de que no hubiera algún riquillo por allí.

Aunque no es como que fueran a decirle algo, después de todo, ellos no tenían manera de confirmar que él no era más que un intruso allí. No importaba cuánto desentonara.

Se sentó en un banquillo y miró directo al cielo donde se podían apreciar algunas nubes dispersas salpicadas de tonalidades naranja debido a que el sol estaba apunto de ocultarse.

El vago cuestionamiento de si su madre habría descubierto ya que no estaba en casa pasó por su mente, pero se negó a pensar mucho en ello. Luego lidiaría con las consecuencias de su escapada... si es que había alguna consecuencia.

Suspiró hondo, permitiéndose disfrutar del silencio y la paz que la soledad le proporcionaban. Mantuvo el rostro elevado hacia el cielo con los ojos cerrados a la par que se obligaba a desprenderse de todo pensamiento, solo disfrutando de la brisa contra su rostro y como el ruido en su cabeza poco a poco se apagaba.

--Hey. -llamó una masculina voz que se encargó de sacar al castaño de su placentero estado de paz --¿Qué haces por aquí?

--Esto tiene que ser una jodida broma. -murmuró Seokjin para sí mismo mientras intentaba convencerse de que el sobresalto que sufrió su corazón no tenía nada que ver con el chico frente a el --¿Qué quieres? -cuestionó con enojo, indicándole al otro que su presencia no era precisamente bien recibida.

--Tranquilo. -pidió Namjoon elevando las manos en son de paz --Me dirigía al supermercado y bueno... te vi y quise saludarte... -pausó cuando una loca idea cruzó por su cabeza --¿Tú estás aquí por mí­? -cuestionó con tal sonrisa de satisfacción que le provocaron al contrario unas inmensas ganas de golpearlo.

--Tú en serio tienes ganas de quedarte sin descendencia, ¿verdad? -espetó con voz y mirada airada el castaño.

De manera instintiva el de sonrisa de hoyuelos colocó ambas manos sobre su entrepierna, negando de manera efusiva --No, no quiero eso. -entonó con suavidad.

--Mejor me voy, no quiero seguir escuhando estupideces y de todos modos ya arruinaste mi buen humor.

Namjoon tuvo ganas de preguntar ¿Cuál buen humor? Pero la certeza de que probablemente la broma le costaría un diente, lo hizo desistir.

–Por favor, no te vayas. -pidió cuando el castaño empezó a levantarse de su asiento con la clara intención de marcharse --Quédate, prometo no molestarte.

Seokjin no podría decir si era la súplica impresa en las palabras del moreno lo que provocó que detuviera su acción.

O quizás era simplemente que los problemas familiares habían mermado su carácter ese día.

Se decantó por la segunda opción.

--Más te vale no intentar nada raro o te juro que... -dejó la frase a medias cuando una sonrisa le fue dedicada.

Sí, diablos, definitivamente me estoy ablandando.

Nam se acercó a paso lento hasta el banquillo ocupado por el castaño, comprobando si tenía permitido o no tomar asiento y sentándose tras no recibir ninguna objeción.

Durante un minuto aproximadamente ninguno pronunció palabra, solo sentados allí con el silencio de por medio.

--Si te atreves a poner un solo dedo encima mío, te juro que te destrozo la mano completa. -amenazó Jin con voz sombría al notar la mano del contrario se desplazarse lentamentamente hacia la suya, la cual reposaba en la dura superficie del asiento.

Una leve sonrisa surcó sus labios cuando el de hoyuelos pareció congelarse en el acto, deslizándose luego hasta el extremo opuesto del banquillo.

"Rayos, este doncel en serio es un hueso duro de roer".

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3/3

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《Akina》

Mi Terco Doncel 《NamJin》Where stories live. Discover now