18. Palpar el amor

27 3 0
                                    

Kyle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kyle.

Cerré la puerta detrás de mí a lo que vi directamente a Dely con su rostro sonrojado esperando lo que había postergado.

—no te dije que ese vestido te queda hermoso.

—pues ahora dilo.

—te queda hermoso, fantástico y glorioso ese vestido.

—¿ah si?

Me acerqué a ella acercando mi cuerpo al suyo haciendo que una ola de calor nos invadiera.

—claro que si.

—pues también te ves guapo con ese traje—sonrió.

—dos semanas sin besarte ha sido un martirio, el peor de mis castigos, Dely.

—ahora no tienes que sufrir más ni yo tampoco.

No dudé más en hacer que nuestros labios entraran en contacto. Se siente tan bien esa sensación de tener su delicado cuerpo entre mis brazos y sus labios puestos únicamente a mi disposición. Sin ataduras, sin miedo a que alguien pueda vernos, solo se trataba de nosotros dos dando rienda suelta a todos nuestros sentimientos. Su boca es aquel cálido lugar donde me olvido de todo, donde toda la reprensión que se acumulaba en mi pecho se apartaba para abrirle campo a su dulzura. Pero ¿por qué miento? Dely no es dulce, ella es como una tormenta, a veces fría, otras veces escandalosa pero que cuando llega a su fin puede formar un hermoso arcoíris. Loco, lo sé, pero ella es simplemente esa bella tormenta que amenaza con volver mi cerebro un desorden de lo más relajante.

Pasé mis manos por su cintura mientras ella caminaba sin saber hacia donde, cuando menos pensé ya estábamos cerca del sofá pero ella se detuvo.

—no quiero ir tan rápido—comentó un poco apenada.

—¿te molestó algo?—pregunté confundido.

—no, de lo contrario, me encanta esto pero... pienso que si voy a tener algo serio con alguien por una vez en mi vida debo darle tiempo al tiempo, no sé si me entienda o...

—Dely, te entiendo—la interrumpí.

No iba a obligarla a acelerar las cosas por un simple momento fuera de tono, si ella quería algo serio podía dárselo, ella lo vale.

—¿qué quieres hacer entonces?—pregunté.

—no lo sé, quizás acostarnos en el sofá y ver una película, ¿mala idea?

—no, es buena idea, voy por las cobijas y te traigo algo de Donna para que te cambies ese vestido.

—¿no te gusta el vestido?

—sabes que me encanta como te ves siempre—sonreí y ella se sonrojó discretamente.

—todo un poeta, bien, trae eso.

Versos fríos [EN EDICIÓN]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora