Capítulo 3

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Los mejores días fueron a finales de verano cuando Kara y Lena por fin, más o menos, resolvieron sus diferencias.

Lena estuvo —intentó estar— ausente durante varios días, preparándose como una doña perfecta; ordenando y dejando todo listo para la vuelta a clases. La rubia le definía como una repelente.

En cambio, Kara lograba subir por las columnas al techado donde estaba su ventana, siempre para meterse con ella diciendo que todo lo que hacía no servía para nada ya que, en cuanto pusiera un pie en el instituto, ella se encargaría que sus planes fuesen otros tal como: romperle la libreta, esconder su agenda o robar su mochila.

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—¡Como me sigas molestando te juro que te empujo y hago que te partas tus bonitas piernas!

Gritó Lena enfurecida, intentando cerrar la ventana. Fue algo imposible ya que Kara tenía más fuerza y sus garras arrastraban el pequeño cristal corredero, riéndose sin parar y haciendo que su vecina se enfureciera más.

—¡No podrías vivir sin mí, Kieran!

—¡Claro que puedo! —replicó indignada, dejando de hacer fuerza—. No eres nadie para mí.

—Claro que sí. ¿No te acuerdas de que estás enamorada de mí? —gruñó falsamente para luego reírse, haciendo que Lena se tapara los oídos.

—Eres una niña desagradable con una risa desagradable. ¡Jamás me enamoraría de una chica y menos de ti! ¡Nunca! —gritó echando la cortina, pero Kara no se dio por vencida.

—Claro que sí —su mano se introdujo en el interior, arrastrando la cortina con lentitud—. Te tengo a mis pies.

Después de quitar totalmente la cortina y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, un vaso de agua fría cayó en su rostro haciendo tambalear a la rubia ya que le había caído directamente a los ojos. Lena, contemplando su torpeza, se subió a la ventana preocupada porque tenía el presentimiento de que se iba a caer. Dio un brinco como una rana, traspasando la ventana de un salto para sujetar los brazos de su vecina. Kara le agarró y la sacó de su cuarto.

—¿Ves? —se rio Kara sujetando a Lena después de limpiarse los ojos—. Tal y como he dicho: te tengo a mis pies.

—¿Me estás retando a que te empuje? —gruñó con gran molestia.

Ella intentó hacer un amago de empujar para asustar a la rubia, pero con el techado mojado, resbaló sobre sus pies, haciendo que ambas volcaran hacia el lado opuesto de su ventana: hacia el jardín. Cayeron las dos en picado hasta aterrizar en el césped entre quejidos, donde la azabache cayó encima de Kara.

Lo sorprendente no es como salieron ilesas; en realidad la altura era insignificante comparado con la habitación de Lex que estaba un piso más alto. Lo sorprendente fue para Lena cuando estaba rodeada por los brazos de Kara con fuerza como si la hubiese protegido de la caída.

—¡Niñas! ¡Eliza! —gritó Lillian al salir al jardín con desesperación al escuchar el ruido y ver a ambas en el suelo, acercándose a las dos.

—¿Qué ocurre? —gritó la mayor de las Danvers desde el otro lado de la valla—. ¿Kara ha hecho algo?

—¡Las dos se han caído desde el techado del jardín! —gritó y nada hizo más falta para que Eliza volase hacia el jardín de su vecina—. ¿Estáis bien? —preguntó la madre de Lena, ayudando a las dos a levantarlas.

—Lo siento, mamá —murmuró la azabache con evidencia culpa—. Yo he...

—He obligado a Lena a bailar conmigo y me he tropezado, por eso hemos caído —interrumpió Kara, limpiándose del polvo inexistente y haciendo que Lena frunciera el ceño mirando a la rubia.

Vecinas incontrolables | SupercorpWhere stories live. Discover now