Capítulo 37

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Ayer, en la oficina de Lena, ambas vecinas no cruzaban la mirada en el resto del día, aunque la rubia sí que le seguía fastidiando con cerrarle la puerta en el ascensor en su cara al igual que esta mañana —un poco con rencor, la verdad, porque veía a Lena con prisas y quería joderla un poco—.

La rubia iba casualmente hacia el mismo camino que Lena se dirigía o al revés. Frunció el ceño, pues sabía que la pelinegra tenía chófer y estaba caminando. Sentía sus ojos en su nuca, como si fuera a abordarla en algún momento del viaje. Una esquina, otra y la siguiente; Lena seguía detrás suya. Incluso en el sentido contrario hacia Luthor Corp.

Cuando Lena estuvo a punto de alcanzar su brazo, dobló otra esquina y gruñó. Así que decidió correr tras ella dispuesta a hablar sobre lo sucedido, pero cuando dobló rápidamente la esquina, chocó con su cuerpo. Allí estaba Kara, con la frente arrugada. Y también Nia y Samantha. Casualmente se habían encontrado.

Caminando por la cera, Lena hablaba con Sam y Kara con Nia. Iba a ser una situación incómoda, ambas lo sabían, pero nadie tenía ni idea de lo que había pasado en aquella oficina. ¿Deberían fingir? ¿Cómo ambas sabían hacer? Sin previo aviso, Sam y Nia se dieron la vuelta y corrieron como si no se hubieran visto nunca, felices porque por fin había un reencuentro entre las cuatro y Kara y Lena se miraron a los ojos por encima del hombro de sus amigas.

—¡Vamos a por un café, chicas! —gritaron animadas, viendo como ambas todavía no habían dicho nada.

—¿Estáis bien? —preguntó esta vez Sam, adivinando el rostro de la CEO.

—Lena es imbécil —interrumpió Kara ya que sabía que su vecina no podía con esta situación. Vaya, qué sorpresa, la rubia siempre echándole un cable. No seas más tonta, Kara.

—¡Oye! —gruñó la pelinegra nada más escuchar esas palabras—, ¡deja de insultarme!

—Te recuerdo que me insultaste tú, doña presumida mimada —contestó Kara calmadamente haciendo reír a las presentes

—¡Porque eras tú la que me sacaba de quicio, hipster de pacotilla estirada! —contraatacó Lena cruzándose de brazos.

—Os adoro... —susurró Nia con una sonrisa y las dos dejaron de desafiarse con la mirada para mirar a la chica con el ceño fruncido—. ¡Echaba tanto esto de menos!

—¡Yo igual! —afirmó Sam cogiendo a ambas de sus cuellos y Nia también se unió al abrazo.

.

Terminaron pidiendo café en un sitio nuevo al que ninguna había ido. Sam y Nia se adelantaron y Kara cogió a Lena del hombro, rodeando su brazo por el cuello. La pelinegra casi le da un infarto, pero controló su corazón a la perfección. Su rostro se tornó a serio después de la sorpresa y confusión y preguntó:

—¿Qué haces?

—Mira, sé que tú y yo tuvimos una conversación ayer bastante acalorada y, aunque quiera tratarte como si no existieras, no puedo delante de ellas ni de nadie y sé que tú tampoco porque ni yo conté nada y tú tampoco; vamos que solo nuestras madres saben lo que realmente pasó. Así que tengamos un trato cordial. Cuando estemos a solas serás como si fueras invisible —soltó sin tapujos, intentando no sonar tan cruel, pero fue natural. Lena apretó los dientes, un poco dolida, pero para nada sorprendida; tenía sus razones y ella quería cambiar eso.

—Me estás tratando como si fuera un ex —susurró segundos después, no sabiendo muy bien que decir realmente porque no quería estar de acuerdo y tampoco iba a hablar del tema ahora.

—Pues serás como un ex —contestó Kara encogiendo los hombros.

—No hemos sido novias —se burló Lena y la rubia apretó el abrazo, acercando su boca a la oreja.

Vecinas incontrolables | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora