Capítulo 35

7.2K 742 230
                                    

—A ver si he escuchado bien... —la CEO se pellizcó el puente de la nariz y observó nuevamente a la rubia que tenía una sonrisa burlona pintada en su rostro.

Lena, Sam y Kara se encontraban a altas horas de la noche en la oficina de la pelinegra. Estuvieron hablando cordialmente, aunque Lena tenía muchas ganas de gritar. Y qué gritar, quería arrancarle la cabeza cada vez que la rubia hablaba, como si la tratara como la más idiota del mundo. O quería arrancar su misma cabeza, tampoco lo sabía bien porque lo que estaba viviendo era totalmente una pesadilla.

Cuando vio a la rubia en la cafetería, su mejor amiga tuvo que pellizcarle el culo para que reaccionara porque se quedó de piedra, como si hubiera visto un fantasma. Realmente no se lo esperaba y menos que Kara la saludara como si estuvieran en el instituto. Al reaccionar, puso mala cara al instante al recordar su oficina al igual que la rubia borró su sonrisa; se desafiaron con la mirada al igual cuando se vieron por primera vez con once años.

«Por favor, no... Deja de latir, maldito corazón. Ni se te ocurra caer de nuevo. No se lo merece», pensó Kara apartando la mirada lentamente haciendo que Lena sonriera por su victoria y Sam negara al ver a las dos.

«¿Por qué tengo este pellizco tan intenso? ¿Es culpabilidad? ¿Miedo a lo que vendrá? ¿O es que...? Imposible. Ni hablar. Después de haberse reído de ti... ¡Ni lo intentes, corazón maldito!», pensó Lena borrando su sonrisa y nuevamente se miraron.

«Pero esta sensación familiar...», pensaron a la vez.

La morena intentó romper el hielo, pero ambas mujeres giraron la cara a lados opuestos. Dios, Sam pensaba que estaban ante dos niñas pequeñas en vez de dos mujeres hechas y derechas. Luego Lena pensó de nuevo en su preciosa oficina... Rosa. Gruñó y le dijo a su socia: "que la señora Danvers pase a mi oficina". Se giró y se marchó. La rubia miró atónita como el taconeo de la sexy CEO se fue alejando.

—¿Señora? Oh, no... Se va a enterar —susurró Kara apretando los puños y yendo detrás de la pelinegra antes de que Sam dijera algo.

—Por favor, Dios —pidió la morena mirando el techo—, que no haya sangre esta noche.

La rubia no solo se sintió dolida con su indiferencia. Se sintió dolida como si hiciese que no la conociese y la tratara estrictamente profesional. Ella pensó en que la broma le haría reaccionar un poquito y recordar viejos tiempos, pero se había vuelto muy fría cómo le aseguró Lillian al principio de los años.

Realmente Kara estaba nerviosa y preguntándose cada dos por tres que era lo que pasaría, pero sabía perfectamente que no debía ilusionarse y sabía que tampoco la recibiría con los brazos abiertos como si no hubiera pasado nada... Pero esto...

Joder, ¡si ella había desaparecido del mapa! ¡Qué le está contando! Odió más cuando le cerró las puertas de los ascensores en su cara. ¡Ella quería guerra! Kara dijo que, si la pelinegra buscaba pelea, la iba a tener. ¿Quería que volvieran al principio de todo, como cuando tenían once años y tirarse de los pelos cada dos por tres como unas crías? Pues si era así, lo haría con cera y la iba a dejar calva hasta que no quedase un pelo de su precioso cabello de ónix.

Además, la rubia quiera o no quiera, no iba a cambiar. Ella misma decidió hacer como si nada hubiera pasado y no solo porque le tuviera un cariño especial; tenía un propósito: hacer que Lena se diera cuenta de que todo lo que había hecho, lo había estado haciendo mal.

—Mi madre no pudo venir porque tenía otra remodelación en otra ciudad y, como son socias, cosa que mi madre se le olvidó comunicarme completamente, por cierto —suspiró y dejó de tocarse el puente de la nariz—, usted le dijo que se encargaría del trabajo.

Vecinas incontrolables | SupercorpWhere stories live. Discover now