Capítulo 47

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Los dos días restantes lo pasaron de maravilla.

El quinto día recorrieron Ginza. A Lena realmente le sorprendió un poco, pues su vecina parecía una cría alucinando con varios diseños extravagantes que se encontraban por el camino. Hasta los restaurantes estaban sorprendentemente bien decorados. Aunque todo era muy comercial y moderno por fuera, los interiores mostraban todo lo contrario.

Le encantaba el estilo japonés y compartió con la CEO su deseo de hacer una casa de esa manera. Y la rubia se encontraba embelesada cuando Lena se ponía en modo profesora, pasando por santuarios, teatros, galerías y estatuas. Hasta se metía con ella diciendo en que le gustaría que la castigara si se comportaba mal, sexualmente hablando.

El sexto día se encargó Kara. A pesar de que Lena insistió en ir al último extremo de Tokio, la rubia la llevó por el camino contrario llegando al barrio Taitō. Comieron en un sitio donde solo servían sopas y fideos; hacía frío y era un acierto. Lena se reía de Kara cuando se atragantó por comer demasiado rápido y la rubia se defendió tirándole un montón de soja en su cuenco.

—Con la comida no se juega —protestó la pelinegra señalando todo el cuerpo de su vecina con los palillos.

—Y conmigo tampoco —hizo un puchero adorable sacando una sonrisa a Lena.

En otras circunstancias, la habría estrangulado por haber derrochado tanta salsa en su comida, pero estaba disfrutando tanto que no se lo tomó en cuenta. Además, Lena adoraba la salsa de soja.

Sinceramente, al principio, se preocupó de que este viaje fuese algo raro ya que nunca quedaban juntas ni siquiera en la adolescencia o que le sacara de quicio como los primeros días o fueran a peor; tantos líos, tantas movidas y tenía miedo de que se cansara de su vecina rápidamente, pero la rubia le había sorprendido gratamente, mostrando todo lo contrario. Hasta sus bromas pesadas no resultaron tan pesadas. Se lo tomaba a bien y dejó de razonar en porque lo hacía; ella era así y punto: su vecina incontrolable.

—¿A dónde vas? —preguntó Lena frunciendo el ceño cuando ambas salieron del restaurante, aunque Kara iba en dirección opuesta.

—Querrás decir a dónde vamos, bonita —agitó la mano para que le siguiera y eso hizo—. Realmente quiero enseñarte algo, aunque me da pena porque no es el momento.

—¿El momento? —preguntó confusa mientras seguía a Kara cruzando calles de un lado a otro.

—Ahora lo entenderás, Kieran.

Sin rechistar, siguió los pasos de la rubia porque sabía que no le iba a decir nada. Iban de acera en acera con Kara al mando. Le divirtió escuchar a su vecina tararear como si ella no estuviera. De un momento a otro, su teléfono vibró y observó que tenía otro de los cientos mensajes de Clark en todos estos días, pero antes de que pudiera contestar, chocó con la espalda de la diseñadora.

—Lo siento —levantó la cabeza para mirar a Kara, aunque solo veía su cabello dorado observando el frente—, no miraba...

—Me encantaría que hubiésemos venido en otra estación del año —le interrumpió girando su cabeza para encontrarse con los ojos verdes—, pero aun así quería traerte.

Se apartó un poco y Lena frunció el ceño al ver que estaban en medio de un paso peatonal, pero lo que más le sorprendió son los árboles gigantescos. Ella había visto muchos folletos e imágenes de Japón, sobre todo del barrio donde estaban, pero se sentía totalmente aturdida. Esta zona era completamente todo lo contrario; era más suave, tranquilo y natural.

La rubia al ver su rostro comprendió que estaba confundida, pues habían estado siempre entre edificios, parques pequeños y ríos cortos. Siguió andando y Lena le siguió preguntando donde estaban. Observó unos conitos y separaciones de color verde junto a personas y niños correteando. Al leer Zoo en la pared, comprendió al ver a tanta gente.

Vecinas incontrolables | SupercorpNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ