Capítulo 36

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Pasó una semana. La diseñadora Danvers cumplió su promesa, pero eso no significaba que tenía que ser mansa con la Luthor. Si podía fastidiar, lo haría sin dudar y le daba igual las contestaciones de la CEO, aunque llegaran a ser crueles.

Y, aunque Kara y Lena evitaban verse a toda costa, parecía que el destino quería todo lo contrario. La pelinegra hacía su trabajo desde casa por la remodelación, solo salía para lo que fuese necesario y salir era encontrarse a la rubia. Total, ya no temía saber si Kara estaba o no en National City, así que muchas veces se cruzaban por algún restaurante, cafetería o portal.

Lena le cerraba las puertas en las narices al igual que Kara no la esperaba cuando el ascensor cerraba sus puertas, viendo de lejos como Lena corría hecha una furia al notar las intenciones de la rubia. Claramente se habían declarado la guerra, aunque más que una guerra, era revivir los recuerdos.

Una vez llegaron a la vez a su casa y se desafiaron con la mirada, pero Kara poco a poco frunció el ceño. Lena arqueó las cejas, una hacia arriba y otra hacia abajo, mostrando su confusión. Kara fue la primera en abrir la puerta mientras la pelinegra gruñía. ¿Era una distracción para que ella entrara primero?

—Tienes algo en el pelo —le señaló Kara con el dedo y se acercó.

La pelinegra respiró hondo cuando la rubia acercó su mano. Parecía que la trataba igual que siempre. ¡Y qué igual cuando cogió solo un pelo y tiró de él! No le dio tiempo a reaccionar y, aunque Kara tenía la rodilla hecha una mierda, corrió y se adentró en su casa. Lena golpeó su puerta, furiosa ante aquello.

—¡Tenemos vecinos, cállate un poquito y continúa siendo una doña perfecta! —gritó Kara desde el otro lado y Lena dio el último golpe.

—¡Eres imposible! ¡Sigues siendo una cría bruta y salvaje, Kara Danvers! —fue lo último que dijo.

No toda esta semana se centraban en ellas, claro que no. La rubia le echó la bronca a su mejor amiga Nia cuando la pilló por banda, aunque no se lo tomó en cuenta, adivinando en que Lena le amenazó con rajarle el cuello si mencionaba algo de ella. La rubia suspiró y encogió de hombros. Tampoco iba a preguntar ni insistir y menos ahora. Tenía que pensar en ella o se volvería loca.

Por otro lado, Lena intentó no matar a Sam. Amaba a su mejor amiga, pero con este tema... Era delicado y sabía que lo hacía con todo el amor del mundo y con buenas intenciones, pero odiaba que se metieran en sus asuntos. Y más que se lo dijese a Clark. Y hablando de Clark...

Es con el único chico que se desahogó con toda la verdad. Y no porque fuera su novio, ni siquiera eran amigos en ese momento. Como bien dijo el apuesto hombre, trabajaba de barman. Lena se pilló uno de esos pedos que ni con pastillas se le quitaba la resaca. Lloró en la barra y el chico la consoló. Al día siguiente, avergonzada, fue directamente a pedirle disculpas, pero Clark solo lo aceptaría si la invitaba a cenar. Desde ahí, todo guay.

Nunca lo consideró su novio oficialmente. Lena estaba más ocupada con el trabajo que fijar una fecha con el encantador chico. Tampoco Clark se molestó por eso; es más, la comprendió. Ella es una CEO importante y él tiene un trabajo muy ocupado. Sabía que Lena le gustaba cuando la molestaba en llegar tardes a las citas o la pelinegra le invitaba a pasar la noche para dormir abrazados, y ahora, al ver que la mirada asesina también la tenía con la rubia, no se preocupó en absoluto.

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Kara se encontraba yendo de un lado a otro después de una semana, pero la oficina de la CEO todavía no estaba acabada. Quedaban los últimos retoques y Lena se estaba desesperando. No tuvo más remedio que desplazar su reunión al despacho más grande que había en el edificio. Conversó animadamente y suspiró de alivio cuando notó que la otra persona no le importaba en absoluto el lugar; menos mal que era su amiga. A mitad de una conversación importante, la puerta sonó.

Vecinas incontrolables | SupercorpWo Geschichten leben. Entdecke jetzt