Preludio en C mayor. Lado B

65 8 5
                                    

Drogheda. Drogheda y los prados negros, y las haciendas antiguas, y el calor ensordecedor. Drogheda y la oportunidad de un nueva vida ¿Escogería Drogheda, o tal vez Vienna? Tal vez Roma, correr por roma, sin saber qué te dicen, sin que sepan quién eres. O Galicia, viendo directamente Santiago de Compostela, Coruña y las playas, quedarse ahí hasta que la piel se vuelva roja, sin nadie que te conozca, solo tú y la playa.

Tal vez termine escogiendo Drogheda. Lo suficientemente alejado, lo suficientemente irrelevante como poder hacer la desaparición perfecta, el cielo azul, el universo escondido que solo un pueblo viejo puede tener. Conocería algún Padraick, algún Hugh, o algún Jims o Patsy. Fingir que me gustan sería excesivamente fácil, después de todo, he fingido que me gustan los hombres por 18 años. Y cuando ese Padraick, Hugh, Jims o Patsy se case conmigo, tendría un lugar en Drogheda. Pero, sinceramente, la sola idea de terminar como ama de casa de algún Padraick, Jims o Patsy, sentir con amor con aquel pesado acento irlandés sería muy desagradable. Entonces, migrar sola a Drogheda. Y un carajo, ni siquiera sabes qué idioma se habla en Drogheda. Cierto. Tal vez Drogheda no sea una opción.

Siempre está Nueva York, ¿cierto? Pero en este punto parece solo un sueño sin sentido, por más que haya pasado años memorizando calles, calculando el costo de vida, leyendo el New York Times todos los días. ¿California? Bueno, si Lana del rey se había pasado tanto tiempo escribiendo acerca de California, tal vez valga la pena. Pero California parece tan lejana como una historia escrita por distintas manos.

De cualquier manera, nada de eso sería posible. No mientras mamá esté así. Lo odio, lo odio de una manera en la que solo puedes odiar a alguien a quien has amado demasiado. Tan pronto el necesitarte se convirtió en ser yo de quién necesiten. No lloré la primera vez. No lo merecías. Ahora solo puedo soñar con Drogheda, o ensañarme con algún otro lugar lejano y fantasear. Tal vez hoy sea Roma.

Levantarse luego de la siesta de la tarde debe contar como algún tipo de tortura. Lo primero que hice al llegar fue quitarme el maquillaje, así que ahora al levantarme un poco de la cama, el espejo de en frente me grita que estoy hecha un desastre. Dios, cuánto habían crecido las ojeras, aún podías ser tapadas por un poco de maquillaje. Mi cuerpo lo pide, y sería tan fácil acercarme a recoger el pequeño espejo y calmar las ansias; pero ellos llegan en menos de una hora, y debo estar bien para ellos.

En estas circunstancias, todo lo que debo hacer pasa alrededor de mi cabeza como un viewmaster; pero tengo el recuerdo de aquella chica. Sentía las mejillas rojas debido al fiasco que hice en aquel momento; ella estaba claramente incómoda, pero seguí insistiendo. Sería un milagro si no tuviese una impresión equivocada de mí. Bueno, en ese sentido, todos tienen una impresión equivocada de mí, pero me refiero a que espero haberle dado la misma impresión que esa faceta me mostrar a todos los demás.

.

.

.

Todo salió como de costumbre y estoy de nuevo en mi habitación, pedí traerme la comida acá, también, si descubriesen que no estoy comiendo se preocuparían, y eso los llevaría a darse cuenta de lo otro, y aquello les causaría una angustia tremenda. Lo tengo todo controlado. Solo debo repetírmelo de vez en cuando.

Por supuesto, soy un desastre temblando bajo las pesadas mantas; y es verano, así que se pueden hacer una idea de lo jodida que estoy. Claro que no soy solo una cara de la moneda, sé muy bien qué hacer en estos casos. Debajo de mi cama hay tres blisters de Diazepam, cortesía de despistada enfermera en el campus. Hace tiempo que solo uno no me hace efecto, por ello tomo seis de golpe; solo así puedo estar tranquila.

Joder, el polvo blanco es lo mío, pero las benzos también hacen su trabajo bastante bien. Dejé de temblar hace un rato.

El pitido horrible del reloj en mi velador me hace saber que la hora cambió, ahora son las ¿tres? ¿tres de la mañana? A veces el tiempo vuela. Qué más da, no es como si estuviese teniendo un buen rato.

La Intimidad Del Tacto LeveWhere stories live. Discover now