Waltz in C Sharp minor. Lado B

61 6 1
                                    

"Just a spoon full of sugar
Makes the medicine go down
Sweet Mary-Jane won't you lay me down
Lost my heart in California, lost my mind
Shot me down with a revolver, got me high
Then a heart of gold came on the stereo
Mr Young made me cry
Then all the colors of the rainbow
Fell in my eyes
I lost my mind long ago

Down that yellow brick road"  Angus & Julia Stone

La misma rutina de la mañana. Todos los malditos días. La misma rutina de las mañanas todos los malditos días. Estoy harta, realmente harta, de tener que hacer esto, pero ¿qué me queda? Es lo único que puedo hacer. Es lo mínimo que puedo hacer por ella, por ellos.

Despertarse constipada, un dolor que cala en los huesos de maneras en las que nunca lo había hecho antes. Sé que me estoy arriesgando, sé que estoy jugando al borde; pero no tengo otra alternativa. Solo inspira, inspira y todo estará mejor. Y una mierda, nada estará mejor, solo estaré lo suficientemente drogada para aguantar un día en una vida que odio. Ni siquiera siento lástima por mí misma, solo me repugna. Me repugna seguir en este baño y depender de esas delgadas líneas blancas, pero no tengo opción. No pongas excusas, cariño, sabes que tienes muchas opciones. No. No es así, no lo entiendes.

Parece que el reflejo se burlara de mí, no lo tolero. No tolero a la persona en la que me he convertido, siento que dejé de respirar hace años, siento que nunca volveré a hacerlo. Y tú... Me miras como si no pasara nada. Dios, estoy harta de mis ojos, de mi nariz, de mi rosto. Estoy harta de esos malditos ojos que me miran suplicantes como si yo pudiese cambiar algo. Si tan solo... si tan solo hubiese una forma de desaparecer, completamente, que nadie me extrañe; lo tomaría de inmediato, tomaría cualquier oportunidad para salir de este estado en el que he estado congelada desde que Él se fue. Maldito egoísta. Lo odio, lo odio con todas mis fuerzas, pero la persona que más odio está frente a mí. Mirándome, sonriéndome, jugando el papel de víctima. Esta vida es mía, y tengo derecho a destruirla. Especialmente porque intentaron destruirla antes, cuando Él se fue. Ahora soy yo la única que tiene derecho a destruirla. Esos ojos... me miran como si yo pudiese hacer algo.

En un impulso, mi mano voló en contra del espejo. Lo primero que pensé fue en si había sido escuchado. Uno, dos, tres minutos pasaron, nadie dijo nada; bien, nadie lo escuchó, no hay problema. Lo segundo que pasó por mi mente, fue el sonido de gotas cayendo el piso, y luego mi mirada se dirigió hacia ella; había sangre brotando por los nudillos, y no era poca. Va a ser un verdadero tormento limpiar esto, pero peor aún va a ser el que nadie note nada. Apreté un paño fuertemente hacia mi mano; que, curiosamente, no dolía. Me había paralizado ahí, frente a los refractos del espejo, cada uno mostrando un ángulo diferente mío; pero todos, finalmente, me mostraban lo mismo. Esa niña usualmente feliz, a la que nunca le faltaba el brillo en los ojos; me miraba decepcionada. No lo pude aguantar, cerré la puerta y me acomodé al borde de la cama. Seguía aún paralizada, y debo admitir que me tomé unos minutos en acostumbrarme, y solo después de un rato pude sentir el ardor: el paño estaba completamente empapado. Iba a ser un verdadero dolor de cabeza limpiar esto y detener el sangrado; pero, sobre todo, estaba asustada. Nunca me pensé capaz de hacer algo así; y sin embargo acá estaba con la mano sangrienta y un espejo roto.

La ensoñación en la que había estado pronto acabó, y supe que la había cagado. Inmediatamente puse mi mano bajo el agua, y traté de sacar cualquier pedazo de vidrio que quedase en ella. Un espejo roto es símbolo de mala suerte. Sí, pero, ¿qué más me puede pasar? Saliendo del baño me fijé rápidamente en el reloj. Bien, tan solo eran las 6:05; a lo mucho, mamá estaría despierta, y no hay nada que perturbe su hora matutina de autocompasión, no se dará cuenta; pero debo apurarme antes de que los chicos despierten. Bajé las escaleras con cuidado de no hacer ningún ruido, y me dirigí hacia el botiquín del baño principal. El sangrado se había detenido un poco, y, aún bajo el agua, parecía que se iba a detener por completo pronto; gracias al cielo, había gasas y una venda en el pequeño botiquín. Todo controlado, al menos por ahora. Solo necesitaba que los pequeños no me vean; por mi habitación no hay problema, nadie entra sin permiso, pero necesito que los pequeños no me vean así.

La Intimidad Del Tacto LeveWhere stories live. Discover now