Capítulo 2 - Profesional

1K 108 280
                                    

Le duelen los dedos. No no, le arden. Y es que quizás debería habérselo pensado dos veces antes de aceptar el duelo de fuerza al que le ha retado Roma hace unos minutos con su cuerda de morder multicolor, uno de sus juguetes favoritos. Porque vale, es posible que su perra sea aún una cachorrita que no levanta dos palmos del suelo, pero la fuerza que tiene es la de toda una jauría entera. Es por ello que, cuando siente que o deja de tirar o le tendrán que amputar la mano, Raoul decide soltar el juguete.

Expulsando su último aliento, se deja caer exhausto al suelo, con las manos casi tan rojas como su rostro, debido al esfuerzo realizado. La pequeña labradora, se acerca a él con la cuerda entre sus dientes y sin dejar de mover el rabo en señal de emoción.

—Qué sí, que tienes más fuerza tú, no me lo restriegues por la cara encima —bromea el rubio intentando recobrar la respiración a la par que deja unas cuantas caricias rápidas por toda la cara de la que considera ya como su hija.

Con la espalda sudada aliviandose contra el suelo fresquito de nuevo, cierra los ojos para recobrar energías. "Si me viese Agoney, me mataba" piensa con una sonrisa mordida el chico al recordar que ayer su prometido se encargó de fregar el suelo de todas las habitaciones. "Pero bueno, que se joda, que yo hice los baños y la cocina, que son claramente las salas más guarras de la casa" se autoconsuela el rubio riendo para sí mismo.

Tan ensimismado está en la terrorífica y a la vez tierna imagen cabreada de su chico al ver el manchurrón de sudor impregnado en el suelo, que no se da cuenta de que un cuerpecito diminuto se ha abalanzado sobre él para empezar a lamerle la cara como si la vida le fuese en ello. Un cuerpo extremadamente pequeño.

—¡Pero bueno, ratita! —Exclama realmente sorprendido Raoul al encontrarse sobre su propio estómago a una cariñosa Bambi—. ¿No era que me odiabas por robarte a Agoney?

La perra simplemente inclina la cabeza, comprendiendo solo el nombre de su papá, antes de volver a lamerle la nariz al rubio cascarrabias con el que se ha visto obligada a vivir.

—Qué pasa, que si no está él no hay que marcar territorio, ¿no? —Bromea entre risas el catalán quitándose un poco el miedo, pues no sería la primera ni la segunda vez que esa perra le muerde al intentar acercarse a ella, y llevando sus dedos al costado de la chihuahua—. El cabronazo se aprovecha de que estamos locos por él para enfrentarnos y sentirse importante, deberíamos hacerle un boicot y compincharnos contra él.

La perra simplemente inclina un poco la cabeza emitiendo un pequeño llanto que Raoul reconoce como señal de querer más mimos.

—¿A que shi? ¿A que deberíamos compincharnos? —Agudiza su voz el rubio volviéndola a acariciar.

Como respuesta solo obtiene un llanto más acusado y una cola moviéndose a la velocidad de la luz. Y vale, Raoul está empezando a asustarse porque Bambi nunca ha sido así con él, ni con nadie en realidad, exceptuando a Agoney.

—¿Pero qué te pasa, bebé? —Pone un puchero el catalán, a la par que empieza a morir lentamente de amor y ternura—. ¿Qué te pasa, mi vida?

Y ocurre lo inevitable.

"Pero será hija de la grandísima puta".

Debido a la sobreexcitación del momento, Bambi se ha hecho pipí, o eso espera Raoul que sea, sobre el suelo y parte de su pantalón.

—Es que sabía que no podía fiarme de ti, puta del demonio —se queja el rubio yendo a cambiarse de pantalones y de paso coger el mocho y el cubo para fregar el estropicio—. Ni cinco minutos has mantenido la tregua, traidora.

Tremendamente arrepentida, con el rabo entre las piernas y las orejas gachas, la chihuahua se cobija entre las piernas de Raoul, pidiendo clemencia.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora