Capítulo 23 - Descanso

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Si alguna vez en su vida ha conducido más rápido que en este momento, Raoul no logra recordarlo. Le tiembla todo el cuerpo de auténtico miedo, ya que pese a llevar solo unos meses en esa casa, el pequeño minino se ha ganado un grandísimo hueco en el corazón de los dos chicos, y perderlo ahora no es una opción. El catalán aprovecha los semáforos en rojo y los stops para echarle alguna que otra mirada rápida al canario, quien en el asiento del copiloto no deja de examinar a Sirius con una cara de angustia muy similar a la propia.

—¿Has notado algo? —Se atreve a preguntar el rubio con un hilillo de voz.

En circunstancias normales, el catalán no hubiese dudado en hacer referencia a los súper poderes de veterinario de Agoney para romper la tensión, pero es que a la situación tan desagradable que están viviendo deben sumarle el hecho de que acaban de discutir y, realmente, ninguno de los dos tiene muchas ganas de nada.

—Por fuera parece que todo está bien —informa el canario con una frialdad que les cala los huesos, pues habla a Raoul como si fuera un cliente más—. Le estuve palpando las extremidades e intuyo que no tiene ningún hueso roto ni nada fuera de su sitio.

—Ahora falta verle por dentro... —añade el rubio ignorando el pincha cito de dolor que se cuela en su pecho sin pedir permiso.

—Ahora falta verle por dentro —asiente el tinerfeño confirmándolo.

El resto del trayecto se lo pasan en un silencio solo interrumpido por la música de la radio que el menor ha decidido encender a mitad de trayecto para no pensar demasiado. Desgraciadamente, no parece haber funcionado muy bien, ya que desde que la conecta hasta que finalmente llegan a la clínica veterinaria, no ha atendido a ninguna de las canciones que han sonado. Su mente estaba ocupada en muchas otras cosas en las que de momento prefiere no ahondar demasiado como en si es normal que en todo el rato Sirius no se haya despertado, en si debería hacer un pequeño esfuerzo y leer el papel que sobresale del bolsillo del abrigo marrón que regaló a Agoney las Navidades pasadas y que ahora mismo lleva puesto o en si existe alguna posibilidad de que en el día de hoy el canario y él compartan algo más que reproches, gritos e indiferencia.

Por su parte, Agoney parece haber olvidado la discusión de hace a penas unos minutos. No sabe si es que quiere demasiado al pequeño gatito, si su vocación le impide centrarse en cualquier otra cosa o si son ambas cosas las que le hacen actuar de ese modo, pero para él Sirius es ahora su prioridad.

Es por eso que nada más aparcar Raoul, el isleño sale del coche prácticamente a la velocidad de la luz. Y es que el rubio, tras comprobar haber cerrado bien el coche, debe hacer lo imposible por alcanzarlo y poder entrar juntos.

—Hola, buenas, ¿que...? ¿Ago? —Frunce el ceño la veterinaria al ver a su compañero entrar tan desesperado.

—Hola, Alba, traigo a Sirius —informa el mayor de los tres dejando al gato en los brazos de su compañera—. Lleva inconsciente unos quince minutos y no sabemos qué le ha podido pasar. Llévatelo dentro y empieza a afeitarle la pata, vamos a empezar por hacerle un análisis. Yo mientras me cambio y entro en nada.

—¿Un análisis ahora? —Frunce el ceño su amiga—. Ago, el laboratorio está cerrado ya, aunque enviemos las muestras esta misma noche, no van a hacer nada hasta mañana.

—Me da igual, a mi gato no le va a pasar nada sin que yo haya hecho todo lo posible por él —insiste el canario dirigiéndose a la sala que tienen asignada los profesionales para ponerse el uniforme de repuesto que siempre deja en la clínica—. Y además vamos a hacerle un TAC, eso lo podemos hacer aquí y así ya vamos descartando cosas.

—Agoney, para hacer un TAC el gato tiene que estar en ayuno al menos ocho horas —contraataca Alba—. Si ha estado comiendo, esas pruebas no van a ser concluyentes.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora