Capítulo 22 - Cartas

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El tamborileo de sus dedos contra el volante del coche le hacen caer en cuenta de lo nervioso que está y es que por primera vez después de la discusión con Raoul, Agoney va a volver a ver a Andrés. Y la verdad es que no tiene ni idea de por dónde empezar. ¿Cuánto debería contarle de lo que hablaron el rubio y él la noche anterior? ¿Debería guardarse algunas cosas para sí mismo puesto que son demasiado íntimas para Raoul y es él a quien le pertenece el contarlo o no? ¿Debería pedirle alguna de las cartas que le escribió Susana como prueba para su chico?

Con un gran nudo de pensamientos en mente que no sabe cómo desenredar, el canario decide finalmente salir del coche de una vez y entrar a hablar con el anciano.

Sabe que ha hecho lo correcto cuando, nada más cruzar el umbral del dormitorio del hombre, éste lo recibe con una mirada esperanzada y un agradecimiento desmesurado. Le parece incluso ver un atisbo de alivio en su mirada y es que a Agoney no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que Andrés pudiera pensar que a raíz de su conversación con Raoul, él también lo podría abandonar.

Y eso le parte un poco más el corazón que ya traía maltrecho de casa.

—Hola, Andrés —lo saluda el menor con un gran abrazo, intentando transmitirle todo el cariño que le tiene.

—Hola, Agoney —sonríe el contrario—. ¿Qué tal todo?

—Frío. Muy frío —responde el moreno dejándose caer sobre la cama del anciano—. Ayer Raoul y yo discutimos y esta mañana hablamos un poco las cosas pero aún hay un algo que nos impide estar como siempre. Creo que hasta que no se solucione esto no podremos estar tranquilos.

—No sabes cuánto lo siento, chico, de verdad —tuerce el gesto el mayor antes de tomar asiento a su lado y acariciarle la rodilla al contrario a modo de consuelo—. Al fin y al cabo es mi culpa que ahora estéis así y lo último que quiero es haceros daño... ni a ti ni a mi nieto.

—Me contó por qué dejó de venir... por qué dejaron de hacerlo todos —confiesa algo dubitativo el canario.

—Lo suponía —contraataca Andrés sin cesar sus caricias—. ¿Algo que me puedas decir?

—Tu mujer les contó que sabía lo de Susana.

—Sí, eso ya lo sabía —suspira nostálgico el anciano.

—Lo sabía desde que estaba embarazada de tu hija, Andrés. —Suelta la bomba el menor haciendo que el contrario ponga los ojos como platos—. Dijo que los pilló un día mirándose como hacía tiempo que no la mirabas a ella.

—Joder, no sabía que fuese tanto tiempo —se masajea la sien el mayor sintiendo como poco a poco se le va cerrando la garganta—. No se merecía ese sufrimiento, Agoney. Si hubiera sabido que lo sabía...

—No sabes qué habría pasado, Andrés, nunca lo sabrás porque no sucedió así —interviene el moreno—. Lo que sí que ocurrió fue que le pusiste el nombre de la mujer a la que amabas a tu hija, a tu hija y a la suya, y eso le hizo muchísimo daño.

—Lo sé, ahora lo sé —empieza a llorar el más mayor—. Ya hacía tiempo que me arrepentía de haber hecho eso, pero sabiendo que ella lo sabía... Dios, ¿qué coño hice? Con razón me miraban con esa cara de terror todos...

Y bueno Agoney se ahorra el contarle la verdadera razón por la que Raoul empezó a dejar de visitarle, puesto que el cómo y a quién cuenta su mayor trauma el rubio, es cosa suya. Ya lo hará él si algún día decide retomar la relación con su abuelo.

—Pero la cosa no acaba ahí, lo que me chirría a mí es que tu mujer les relató lo traumatizante que había sido estar contigo sabiendo que te veías con otra mujer a sus espaldas, porque según ella, les pilló enrollándose —informa Agoney observando cómo Andrés va frunciendo el ceño cada vez más—. Eso afectó muchísimo a tu hija y a tus nietos, pero me jode mucho porque sé que no es cierto. En todo lo otro les entiendo y tienen razón, ambos lo sabemos, pero eso sí que no.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Where stories live. Discover now