Capítulo 10 - Maquillaje

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Diciembre llega con un Raoul lleno de dudas.

Por un lado, el Agoney más cariñoso le grita que confíe en él, en sus caricias delicadas, sus besos pausados, sus miradas brillantes cargadas de cariño y amor. Y la boda. La boda le obliga a recordarse varias veces al día que él y el canario van a casarse. Si el moreno ya no estuviera enamorado de él, no seguiría adelante con nada de eso. O al menos, eso le gusta pensar al catalán.

Por otro lado, las horas y horas que pasa su chico fuera de casa sin dar ningún detalle de qué se trae entre manos lo sacan de quicio. Y sí, es consciente de que Agoney se sinceró —más o menos— pidiéndole tiempo y él accedió a concedérselo, pero es que ya se ha acabado el mes y el contrario no ha hecho ningún avance al respecto.

Y el que espera, desespera.

Porque las mentiras siguen ahí, sin ninguna explicación. El perfume sigue ahí, sin ningún rostro o nombre al que asociarlo y, cada vez que vuelve a casa, más adherido a la piel del canario.

Y Raoul no puede más.

Para evitar comerse la cabeza en exceso en su tiempo libre, el rubio ha optado por empezarse uno de los libros que él mismo le regaló a Agoney las Navidades pasadas. A diferencia de su novio, él nunca ha sido un gran aficionado a la lectura, siempre ha preferido la música para despejarse, pero la música le invita a reflexionar mientras que el libro logra transportarlo a un mundo completamente distinto, en el que ni él ni todas sus preocupaciones existen.

Además, ha descubierto que perdiéndose entre las páginas, consigue no hacerlo entre sus miedos e inseguridades.

Así se lo encuentra Agoney nada más llegar a casa: tirado en el sofá, libro en mano y expresión triste. Al canario le parte el alma verle tan apagado justo ahora que están planificando su boda. Inevitablemente piensa que por sus propios demonios está estropeándole a su prometido uno de los momentos más bonitos de la vida de una persona como lo son los preparativos de una boda, y eso le duele más que cualquier miedo que pueda tener él incrustado en el alma.

—Hola, amor —se atreve a verbalizar algo apenado el mayor, acercándose hasta el sofá para dejar en los labios contrarios el beso más sincero que es capaz de darle.

—Hola —responde Raoul prácticamente sin apartar la mirada del libro y dedicándole una débil sonrisa a su novio para que no se preocupe, causando justo el efecto contrario.

Cuando el rubio vuelve a concentrarse en las líneas impresas de las hojas que tiene entre sus manos, Agoney decide salir con decisión hacia el pasillo, abandonando el salón. Y a Raoul se le para el corazón al llegar a entender un "se acabó" susurrado escapandose de entre los labios contrarios. No ha temblado tanto en su vida como en ese momento.

Ya está, Agoney se ha hartado de él. Ha visto que sigue desconfiando de su palabra y lo va a dejar.

Pero todo el miedo que el menor es capaz de acumular durante esos segundos se esfuma de un plumazo pasando a la confusión absoluta cuando, sin pudor ni permiso, el canario se hace con el libro que hasta hace nada estaba leyendo el rubio y lo sustituye por un neceser.

Y vale, eso es nuevo. Raoul parpadea un par de veces intentando adivinar qué pretende el contrario, sin mucho éxito.

—Eh... estaba leyendo —informa el rubio clavando su mirada en la contraria en busca de alguna explicación.

—Ya no —se encoge de hombros el canario, poniendo un marcador en la página por la que se ha quedado el catalán y cerrando el libro sobre la mesita de café del salón.

—¿Qué pretendes? —Pone media sonrisa, está vez más sincera, el menor.

—Alegrarle la carita al chico más guapo del mundo —responde achinando los ojos el moreno.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Where stories live. Discover now