Capítulo 9 - Cumpleaños

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El tiempo parece que no pasa lo suficientemente rápido desde que han iniciado la conversación hará ya más de media hora. Si no cambian de tema, va a volverse loco. Y es que en todos los años que lleva trabajando como segurata, Ricky nunca había deseado tanto que alguien robase algo como en estos momentos.

O se calla, o mata a Raoul.

—A ver, rubia —corta el monólogo del menor sin haberle prestado casi atención, harto ya de tanta tontería—, vale que estamos hablando de tu futuro marido, que muchas luces no tiene porque va a casarse contigo...

A pesar del empujón que se lleva, Ricky logra sacar la primera sonrisa de la mañana a Raoul, quien jamás lo admitirá pero lo agradece desde lo más profundo de su ser.

—¿Pero de verdad piensas que si estuviera engañandote con otro le iba a comprar un regalo en tus putas narices? —Cuestiona agotado el mallorquín—. Nadie es tan tonto.

—No es ser tonto, es ser despistado... —contraataca el rubio—. Agoney es horrible con las fechas, igual habían quedado hoy, no se acordaba y le compró algo corrín corriendo.

—Delante de ti —recalca el de ojos azules arqueando una ceja.

—Estamos hablando de la misma persona que compró mi regalo de reyes del año pasado en mis morros —razona el catalán moviendo con nerviosismo la pierna a la par que se muerde la cara interna del labio inferior—. No lo sé, Ricky, me estoy emparanoiando.

—Exacto, la paranoia no trae nada bueno. Párate a pensarlo —pide el más alto—. ¿De verdad ves a Agoney, a AGONEY, don "Raoul, hay un perrito sin familia, lo quiero adoptar", don "dame dos euros para el señor que hay pidiendo en la puerta", poniéndote los cuernos?

Raoul se masajea la sien desesperado. No, no ve a Agoney haciendo algo así, pero no sería la primera vez en su vida que alguien a quien se suponía que conocía resulta no ser cómo creía.

—¿Y por qué me miente, Ricky? —Pone una mueca lastimera el catalán, esperando que su amigo sepa darle la respuesta que está buscando y que es incapaz de encontrar.

—Por cualquier cosa, Raoul, pero no seas tan drástico —intenta hacerle entrar en razón el contrario—. Además, ¿tú se lo cuentas todo a él?

—Casi todo, sí —asiente con la cabeza el rubio.

—Bueno, da igual, aunque tú se lo cuentes todo no puedes exigirle a él que haga lo mismo si no le nace.

—Coño, pero no es no contarme cosas, que eso lo lleva haciendo desde que nos conocemos y nunca le he exigido nada porque sé que le cuesta expresarse de esa manera —se defiende el menor—. Es el hecho de mentirme. ¿Qué necesidad hay?

—No lo sé, maricón, pero no te comas demasiado la cabeza porque Agoney te adora —concluye Ricky ladeando la cabeza con lástima, a sabiendas de que lo único que buscaba su amigo al iniciar esa conversación era una respuesta que no ha sabido darle—. Te quiere, Raoul, no la pífies por una inseguridad infundada, por favor.

Algo pensativo, el catalán asiente intentando convencerse de los argumentos del contrario. Es ese el momento que escoge Ricky para abrazarle con fuerza, pidiéndole con su silencio que vea la situación con perspectiva. Y Raoul se aferra a ese abrazo y a ese pensamiento como un clavo ardiendo. Lo necesita.

—Cambiando de tema, ¿qué tal fue la cena? —Pregunta el isleño queriendo distraer a su compañero.

—Genial, tío, es que eso es lo peor —confiesa el menor escondiendo su rostro en el cuello de su amigo y permitiéndose llorar todas las lágrimas que se quedaron sin derramar el día anterior—. Me he acostumbrado a ellos, Ricky, a su cariño, sus abrazos, sus palabras amables... si por lo que sea pasara algo con Ago, yo...

ALONE WITH YOU (Ragoney) Where stories live. Discover now