3 La silla

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      Era un día nublado en los Alpes, Heidi y Pedro se encontraban muy cómodamente durmiendo en la habitación de la muchacha, llena del aromático heno. El sueño de los jóvenes fue interrumpido por tres estornudos de Pedro.

Heidi se estiró y se sobresaltó al ver a Pedro en su cama junto a ella, había olvidado que su mejor amigo estaba ahí. —Salud.

—Gracias. —dijo Pedro con vos gangosa.

—Vaya vaya. Al parecer alguien ha pescado un resfriado—dijo Heidi levantándose.

—No es cierto. Yo no...—contradijo Pedro cuando otro estornudo lo interrumpió.

—Decías? —Heidi ya se encontraba bajando las escaleras. Salió afuera para ver cómo estaba todo, desastroso, árboles caídos, hojas por todas partes y pasto mojado (aunque el olor era agradable no era muy bonito de ver). La pelinegra se dirigió a la fuente de agua para lavar su cara, nuevamente entró para poder hacer el desayuno.

—Y bien? Cómo está la montaña? —preguntó Pedro bajando las escaleras.

—No podrás llevar a las cabras hoy, hay árboles caídos y está un poco fresco lo cual empeoraría tu congestión. —le informó Heidi.

—Oh, me temo que el viejo no pudo haber subido. —dijo Pedro abriendo la puerta para inspeccionar el lugar.

—De todas formas tengo que ir, ya casi no hay comida. El probable que nos quedemos en el pueblo. —dijo Heidi dándole leche en un vaso.

—Yo debo acomodar unas cosas en el taller. —dijo Pedro.

—Bien, desayunamos y luego bajamos.

    Pedro asintió, luego se dispuso a colocarse su ropa ya seca, Heidi subió para cambiarse el vestido a uno más limpio. De repente recordó las situaciones de la noche anterior, se supone que no debía avergonzarse porque era su mejor amigo y se tenían confianza pero se le hacía inevitable sonrojarse a veces. La voz de Pedro la sacó de sus pensamientos.

—Heidi, ya estás lista? —preguntó.

—Aguarda un momento, tengo que llevar ropa para el abuelo, tu puedes ir sacando a las cabras mientras? Bajo en un segundo. —dijo Heidi apresurando el trámite. Cuando ya estaba lista fue hacía donde su amigo y salieron rumbo a Dörfli.

—Vamos por el bosque, el camino debe estar despejado allí. —dijo Pedro en dirección a los árboles del bosque.

      Los jóvenes pasaron por la cabaña de Pedro y Heidi aprovechó para saludar a la abuelita.

—Fue horrible, me asusté mucho. —dijo Heidi refiriéndose a la tormenta de la noche anterior. —Sino hubiera sido por Pedro no se que sería de mi en estos momentos.

La tía Brígida largo una pequeña risita— Así que está resfriado... tendrá que dejar un poco ese taller.

—Pedro es tan trabajador, nunca holgazanea. —dijo la abuelita con su mano entrelazada con la de Heidi.

—Es verdad. Pero ahora debe descansar aunque sea un poco, que aproveche que no tiene que llevar las cabras. Debería estar en cama. —dijo Heidi.— Debo irme, mi abuelo debe estar preguntándose por mi... pero las visitaré pronto.

—Adiós querida, ve con cuidado. —dijo la viejita.

—Lo haré.— Heidi plantó un beso en su cabeza. —Adiós, las veo otro día.

—Adiós linda— dijo la tía Brígida.

    Heidi se dispuso a buscar a Pedro para regañarlo como de costumbre, este se encontraba en el taller arreglando quien sabe qué. —Ya me voy. Procura no trabajar tanto.

MOUNTAIN (Heidi x Pedro)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora