4 Las cartas

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      Después de un par de días, cuando estaba totalmente despejado y no había ningún obstáculo en el camino, el abuelo y Heidi subieron a su amada cabaña. Pedro se mejoró y volvió a su rutina diaria de los paseos para las cabras. Todo iba muy normal a decir verdad.
Un silbido resonó en los Alpes junto a los ruidos de los cencerros de las cabritas.

—Me voy abuelo—dijo Heidi tomando su bolso donde se encontraba la comida.

—Adiós, ten un bonito día—dijo el viejo amablemente. Heidi le sonrió y salió por la puerta. Sacó a Blanquita, Diana, Bonita y Manchita del corral quienes salieron disparadas junto a las demás cabras, las siguió hasta encontrarse al castaño.

—Buenos días—dijo un Pedro despeinado, la muchacha decidió no decirle nada porque repetiría la misma discusión de siempre. De todas formas lo miró mal para que supiera que no le gustaba para nada su "peinado", y Pedro se dió cuenta riendo bajito.

—Buenos días—dijo Heidi caminando a su lado y mirándolo de reojo.

—Qué? —dijo Pedro haciéndose el desentendido.

—Nada. —dijo Heidi sin quitar la mala cara que llevaba.

—Dilo...

—Odio tu cabello, nunca me cansaré de decirlo y jamás me detendré. No hasta que te peines.—dijo Heidi escupiendo todo como si su vida dependiera de ello.

—No estoy despeinado...—dijo Pedro ganándose otra mirada punzante de Heidi—Mi cabello tiene libertad de expresión.

—La libertad de expresión es un derecho humano, no de tu horrible pelo.—dijo Heidi, había prestado atención a la clase de Historia Suiza el invierno pasado, lo cual le generaba puntos a favor y buenos acotes a la "discusión".

Pedro quitó su gorrito de su cabeza y tomó el cabello con ambas manos, empezó a moverlas bruscamente para despeinarlo más de lo que ya estaba. Heidi se tapó la cara e insultaba para si misma.

—Nunca me peinaré en la vida.—dijo Pedro ahora sacudiendo su cabeza, tenía el cabello algo largo lo cual causaba que se moviera por todas partes.

—Oh de eso estoy segura. Si fueras más coqueto las chicas te querrían en Dörfli.—dijo Heidi acelerando el paso.

—Ya lo hacen, cariño. —dijo Pedro siguiéndola.—Todas me aman.

—Claaaro, es por eso que todas están detrás de ti.—dijo Heidi sarcástica.

—No lo demuestran porque las intimido con tanta belleza, soy un dios griego mitológico de Olimpo.—dijo Pedro agrandando su ego por las nubes.

—Al menos los griegos se peinaban—dijo Heidi quien seguía con su paso rápido.

—Las personas naturales como yo irradian belleza sin la necesidad de arreglarse.—dijo Pedro con aires de diva.

—Tienes 19 años y jamás estuviste con ninguna chica. Piénsalo, tal vez es por tu cabello rebelde.—Heidi miraba al cielo tratando de pensar en su siguiente buen acote.

—Es porque estoy esperando a la correcta, no me puedo entregar fácilmente verás, valgo demasiado—dijo Pedro con sus estupideces, Heidi rodó los ojos.

—Ya cállate— la muchacha llegó hasta la punta de la montaña, hizo una observación de todas las cabras y se acostó entre las flores, pocos segundos después Pedro también lo hizo.
    Estuvieron tumbados por unos minutos en silencio cuando Heidi se levantó.

—A dónde vas? —dijo Pedro quitando el gorro de su rostro.

—A tomar agua, me secaste la garganta con tus idioteces.—dijo Heidi tomando su garganta entre sus manos para que la situación fuera más dramática.

MOUNTAIN (Heidi x Pedro)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum